Soplan vientos de cambio en la "izquierda" española. Ignacio Fernández Toxo (Ferrol, 1952) se ha proclamado esta noche nuevo secretario general de Comisiones Obreras (CCOO) con sólo 28 votos más (512 frente a 484) que José María Fidalgo, quien dirigía el sindicato desde 2000. No son pocos los que dicen que con él, la organización sindical dará un giro a la izquierda. Y eso, ¿en qué nos influye a ti y a mí? Se habla de una vuelta a los años ochenta y de huelgas generales. En otros foros más minoritarios se cree que será continuismo y "diálogo social". ¿Qué nos creemos?
El de estos días ha sido el Congreso de CCOO más reñido que se recuerda. Durante tres jornadas los 1.001 delegados del sindicato han hecho del Palacio de Congresos de Madrid su casa para elegir a su secretario general. La tensión era evidente. Mientras en la mañana de ayer una parte de los sindicalistas votaba las enmiendas al informe de gestión del hasta ahora dirigente del sindicato, la mayoría se reunía en corrillos. "Por lo que parece Fidalgo no tiene suficientes apoyos", "pues la cosa está muy reñida", etc. cuchicheaban unos y otros. En la recta final, ¡hasta se duplicaron los apoyos! Algún sindicalista, equivocado o intencionado, había apoyado a ambas candidaturas. Finalmente, Toxo ha sido el candidato elegido para representar al sindicato durante los próximos cuatro años. Un puñado de 512 votos es lo que le ha entronado.
Para ganar, el histórico dirigente del metal y número dos del sindicato hasta el momento, se ha tenido que apoyar en los dos sectores críticos a Fidalgo (Agustín Moreno —los 'críticos'— y Rodolfo Benito —los 'benitos'—). Algunos dicen que con este movimiento Toxo le ha vendido el alma al diablo ya que, si bien a él no se le considera muy radical, parte de los 'toxistas' que le han aupado pertenecen a la corriente vinculada con el Partido Comunista (PCE).
"Es la vuelta a los años ochenta", dice un gran entendido en la materia. ¿Y qué pasaba en los ochenta y los noventa? Ni más ni menos que cuatro huelgas generales. CCOO, el mayor sindicato de España con 1,2 millones de afiliados, convocó paros generales en 1985, 1988, 1992 y 1994 contra la política económica y laboral del gobierno socialista de Felipe González. La más histórica —convocada junto a UGT— fue la del 14 de diciembre de 1988 que, con un 95% de seguimiento, obligó al Ejecutivo a retirar el Plan de Empleo Juvenil.
El último episodio de este tipo se protagonizó en 2002. CCOO y UGT convocaron una huelga general contra el decreto de reforma laboral del gobierno de José María Aznar que "abarataba el despido, eliminaba subsidios agrarios y fomentaba la precariedad laboral", conocido como el 'decretazo' (que después fue retirado también).
Toxo ya se ha adelantado a las peticiones que, según parece, le pueden hacer sus fieles apoyos. La semana pasada, en una comida informal con periodistas, el nuevo secretario general de CCOO dijo que una huelga sólo estaría justificada si se rebajaran las cotizaciones sociales (lo que paga tu jefe al Estado porque tú trabajes con él). Los 'críticos', sin embargo, se reafirmaron hace un par de días: es un instrumento que "no asusta a esta central de trabajadores".
El fantasma de la huelga general se despertó el pasado 14 de diciembre cuando el recién elegido coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, "llamó" a la población a 'sublevarse' en forma de paro general. Lara, del Partido Comunista, utilizó su primer mensaje como máximo representante de IU para dar un toque al Ejecutivo. Esta semana ha vuelto a insistir: se utilizaría "no como fin en sí mismo, sino como acto de protesta al Gobierno" por su política económica.
Fidalgo y el representante de UGT, Cándido Méndez, no han sido hasta el momento muy partidarios de las revoluciones sociales. Firmes defensores del diálogo social (las conversaciones a tres bandas que mantienen el Gobierno, los sindicatos y la patronal sobre temas laborales) han descartado la posibilidad de convocar una huelga general ante la crisis económica. Méndez y su sindicato, históricamente vinculado a los socialistas, pueden haberse quedado solos.
Ahora será Toxo y los suyos los que negocien de tú a tú con la Administración y la patronal. Considerado como un sindicalista de clase (es electricista y no médico como Fidalgo) se ha autodefinido como una persona "de izquierdas", aunque ahora no milita en ningún partido. Hasta los años 80 se le consideraba un miembro muy activo del PCE y llegó a estar encarcelado por sus luchas sindicales en los setenta.
A pesar de su pasado activo y el favor que le debe a los 'críticos', Toxo no ha hecho ninguna manifestación pública en la que se revele un giro a la izquierda. En una entrevista a Cinco Días, el líder sindical argumentó: "No voy a pedir a la gente que quiera sumarse con su voto a la candidatura que yo presentaré que renuncie a ninguna de sus ideas. Pero que tampoco me pidan que haga un ejercicio de transformismo que lleve al sindicato a las antípodas de donde está".
Aunque en ciertos círculos se ha llegado a decir que la candidatura de Toxo estaba impulsada por el propio Zapatero, esto resulta ahora poco creíble. Desde los sectores más izquierdistas de Comisiones se le ha acusado a Fidalgo de "concertación social y pactos sociales", algo que se traduce por demasiados acuerdos con gobierno y empresarios y poca lucha sindical. Dicen de Toxo que es menos "pactista" y más activo que su predecesor, algo que puede llegar a paralizar muchos proyectos del Ejecutivo en materia laboral si no los considera atractivos para los trabajadores.
Toxo llega a la secretaría general en un momento clave para los sindicatos. La creciente cifra de desempleados y las medidas que Zapatero parece querer impulsar obligarán a que se tenga que sentar más de una vez con el poder y los empresarios. La idea de la huelga general sobrevolará estas reuniones.
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