Convertidas en 'la alegría de la huerta' de la sesión de control, la vicepresidenta del Gobierno y la portavoz del PP en el Congreso encandilan al respetable con sus rifirrafes. Nadie en su entorno duda de la complicidad que destilan sus intercambios dialécticos. Una engrasada escenografía que denota que ambas disfrutan de lo lindo replicándose. Entre sus colegas, unos aseguran que Mª Teresa podría merendarse a Soraya, pero que su obsesión 'feminista' se impone al depredador objetivo político. Pero otros, en cambio, consideran que es Soraya la que se la come desde hace seis meses. Ambas se crecen en compañía. Compruébalo.
A Soraya le brillan los ojos mientras afila la lengua. El orgullo le arquea las cejas. Clava una pícara y desafiante mirada en la vicepresidenta y comienza el show. "Una crisis de Gobierno no se arregla ni aunque convoquen una Operación Triunfo", ha soltado hoy la portavoz del PP, a pesar del tremendo gripazo que arrastraba. "Debo reconocer que me divierto mucho. Hoy de hecho me he levantado para venir a hacer la pregunta. A la vicepresidenta le noto que se repite mucho", reconoce Sáenz de Santamaría a pie de hemiciclo, nada más acabar la sesión de control. Esta vez le ha dado a la vicepresidenta en la fibra sensible y la ha dejado tocada cuando ha replicado: "A algunos por no querer enterarse de que hay crisis, se les va a llevar por delante una crisis de Gobierno", en alusión a los insistentes rumores que sitúan a De la Vega fuera del Ejecutivo tras la próxima remodelación.
"Es el Gobierno con más altos cargos de la historia y es el que menos trabaja", soltó el pasado junio en uno de sus inaugurales debates con la vicepresidenta, para proseguir con una ácida desenvoltura: "La inactividad del Gobierno es más que patente, basta echar un vistazo al BOE que, si no fuera por el capítulo de autoridades y personal, podrían convertirlo en una publicación semanal". Iniciaba así una prolífica colección de debates que tras seis meses arrojan un saldo positivo y una conclusión evidente. De la Vega y Sáenz de Santamaría son las estrellas parlamentarias del año. Por su complicidad, por su enérgico y excitante duelo verbal y por tratar de recuperar el espíritu de Emilio Castelar, salvando las distancias, claro.
Pedro Solbes las ve "a las dos muy bien, se les nota muy sueltas". Trillo, otro de los veteranos del Congreso, considera que "sus debates han marcado un antes y un después para Mª Teresa, y después de tantas derrotas hay que considerarla una prejubilada de la política". A lo que Fernando Moraleda, diputado socialista, contesta: "Soraya empezó bien, pero ahora es una autómata. Tiene actitud de opositora dando la lección, ha perdido improvisación y frescura. Hay un abismo entre ellas. La portavoz es una chica que hace los deberes, pero para alcanzar el nivel de la 'vice' hace falta tiempo".
La portavoz popular lo tuvo clarísimo desde que sustituyó a Acebes. Debía aprovechar al máximo sus intervenciones en la Cámara para trasmitir una imagen muy concreta. Primero había que desligarse de la enconada postura que caracterizó a su antecesor en la legislatura previa, maniatado y teledirigido por ciertos grupos de presión. Segundo, tenía que convencer a los votantes y a la opinión pública de que era algo más que el paño de lágrimas de Rajoy, de que poseía nervio político. Y en tercer lugar, le convenía lograr, si no el respeto, al menos la inmunidad dentro de su propio partido en pie de guerra desde que perdió las elecciones.
El ex ministro popular Arias Cañete resume así el debate: "Soraya ha descompuesto a la vicepresidenta, que estaba acostumbrada a un debate que controlaba muy bien. Se ha producido un choque entre dos acorazados para el que no estaba preparada, ha perdido agilidad parlamentaria y está a la defensiva. Soraya tiene sentido del humor, es trabajadora, se lo prepara muy bien y cada día es más espontanea". La diputada Uxue Barkos, de Nafarroa Bai, también las ha seguido con interés estos seis meses. "El arranque fue muy sorpresivo, acostumbrados como estábamos al golpe seco. Hay habilidad y frescura en el ataque, se han pillado la medida y no es una cuestión de mujeres, sino de un estilo de hacer política".
Mª Teresa Fernández de la Vega también está rentabilizando el tira y afloja. La crisis ha minado la imagen del Gobierno y además se ha visto obligada a ceder parte de su estatus a Miguel Sebastián, el hasta hace poco predilecto del jefe. Un diputado del PP asegura que "podría machacar a su rival si quisiera", pero lo cierto es que o no puede o no le da la gana cebarse con la entusiasta portavoz que le invita a jugar cada semana. A sabiendas de que su tiempo como vicepresidenta puede estar tocando a su fin, se ha dedicado a disfrutar. Gaspar Llamazares está entre el club de fans inicial. "Soraya sorprendió a Mª Teresa al principio, porque la vice tenía la crispación puesta y se topó con una rival que aparentaba tranquilidad y confianza. Se han ido tomando la medida. Soraya ha evolucionado en zigzag, unas veces es contundente y otras moderada. La vice está en su tónica, predecible. Yo creo que ya no animan nada", concluye.
Un diputado socialista, sin embargo, observa la escena desde otro punto de vista. "El duelo lo gana casi siempre Soraya, porque Mª Teresa carece de capacidad de improvisación. Es un hecho que la vicepresidenta ha dejado de leer sus intervenciones porque su rival le obliga a aprendérselas". Lo cual no significa que a Sáenz de Santamaría sus colegas de hemiciclo le reconozcan una vocación política clara. Algunos la catalogan como "una abogada del Estado recitando temas". Nadie dijo que fuera a resultar fácil ser aceptada por el exclusivo club de los parlamentarios, al que se accede vía listas cerradas —una cuestión que parecen haber olvidado los autonombrados socios—. La secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, Elena Valenciano, cierra filas en torno a la vicepresidenta, sin concesiones. "Soraya ha aprendido a ser efectista, pero sin fondo. Debería construir un discurso más creíble, más allá del bocado de los miércoles. De la vicepresidenta siempre aprendes algo porque tiene una visión más rigurosa y sabe reconocer las dificultades aportando la solidez de su trabajo".
Cualquiera que escuche los reproducidos episodios matutinos de los miércoles —día de la sesión de control— habrá podido captar cómo conjugan un estimulante dramatismo, con un tono retador y veloz que resulta vivificante en medio de tanta grisura. "La semana pasada preguntaba para quién trabajaba su Gobierno, ahora la respuesta es clara, no trabajan", le soltó Sáenz a la vicepresidenta y ésta contestó que los 'populares' sólo aplican "políticas de naftalina y manuales liberales trasnochados". No pueden disimular que se 'gustan' y que levantan aplausos en sus respectivas bancadas, aunque en los pasillos algunos diputados apuesten justo por la del equipo contrario. No es el caso de las ministras de Vivienda y de Ciencia e Innovación. Beatriz Corredor apunta que "la vicepresidenta tiene un caché institucional, mientras que a su rival le queda mucho que aprender". Cristina Garmendia aprovecha la pregunta para soltar un panegírico sobre De la Vega, tipo postmortem, que levanta aun más sospechas sobre su continuidad como vicepresidenta. "Hay que estar muy orgullosa de la vicepresidenta. Es un gran ejemplo para el Gobierno, para el partido y para el país por sus esfuerzos y su trabajo en estos momentos de crisis y lo tenemos que valorar de forma positiva", dice. ¿Lo habrá pillado Zapatero?
A ambas les cuesta contener la sonrisa en más ocasiones de las que desearían y por mucho que se empeñen en escenificar un duelo a muerte, lo cierto es que se aprecian grandes dosis de ternura y complicidad. Puede que la cruzada personal de De la Vega por la igualdad de la mujer esté procurando a Sáenz de Santamaría la oportunidad de brillar. Pero también es obvio que Soraya le devuelve el favor con creces. Ni Acebes ni Zaplana tuvieron intención de mantener un diálogo con la vicepresidenta, y tenían siempre preparada el hacha de guerra. "Por otro lado, reflexiona un ex ministro, a De la Vega enfrentarse a dos personajes tan crispados como Zaplana y Acebes la convertía inmediatamente en vencedora. Ahora tiene que replicar a una mujer joven, sonriente y que despierta menos rechazo...". "Soraya es el brain-training de la vicepresidenta", comenta un chistoso de fondo.
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