Hace dos días nos desayunábamos con la noticia de que el número de abortos se ha duplicado en España en los últimos 10 años. Crecieron especialmente entre las adolescentes. Días después, el Ministerio de Sanidad lanza una campaña para atajar los embarazos no deseados a esas edades, una iniciativa que para algunos expertos caerá en terreno yermo.
Unos cuantos eslóganes que se las dan de punto quinceañero ('Stop rollos con bombo', 'Con koko yo gozo mogollón'), condones gratis a gogó en los institutos y una página web. "Palos de ciego, señor ministro", parecen decirle los sexólogos. El origen de estos datos inquietantes sobre el aborto, aseguran, está en que la sociedad española anda muy mal en educación sexual y eso no se resuelve con una campaña de este tipo.
¡Que levante la mano el que haya recibido en el instituto o en el colegio educación sexual! En la redacción de soitu.es suben tres brazos de la docena de redactores que escuchan la invitación. Las tres excepciones provienen de un colegio concertado laico de Madrid, uno público de Logroño y un concertado religioso de Valladolid. En el primer caso, la experiencia fue continuada, completa y en colaboración con los padres de los alumnos, que asistían a las clases si así lo querían. En el segundo caso, se trató de cuatro o cinco clases impartidas por personal cualificado. En el tercer caso, fue sólo un día y "bastante cutrecillo: un vídeo en clase de Religión".
Vale, la experiencia de los redactores de soitu.es puede no ser representativa de lo que sucede ahora mismo en las aulas, pero lo cierto es que las cosas no han cambiado mucho. Carlota tiene 15 años, estudia 4º de la ESO en un colegio privado laico y no recibe ningún tipo de educación sexual. "Sólo dimos la reproducción el año pasado y muy rápido porque era final de curso y no nos daba tiempo", explica, "lo que yo sé es porque me ha lo ha contado mi madre, pero algunas de mis amigas me lo tienen que preguntar a mí o lo que aprenden en la tele porque nadie les cuenta nada". María tiene la misma edad y le pasa algo parecido en su instituto, un colegio religioso de Madrid: "le hemos dicho a los profesores que nos gustaría que nos dieran unas clases, pero de momento, sólo la profesora de Física nos explica algunas cosas cuando le preguntamos".
El rápido sondeo nos lleva a una conclusión: los adolescentes no tienen ni idea, su educación sexual queda a merced de la soltura que se den sus padres para tratar el asunto y la de los aires que corran por su instituto. Y, como siempre, la principal fuente de información-confusión son los amigos y los medios de comunicación.
"El aborto es un derecho, sí, pero también es un fracaso educativo", asegura la sexóloga María Pérez Conchillo, para quien iniciativas como la que presentará mañana Bernat Soria no son más que "medidas aisladas, insuficientes, porque no se toma en serio la cuestión". Pérez Conchillo alerta sobre las carencias en la base del problema: la formación; y revindica tajantemente: "Así como existe un Plan Nacional sobre el sida, debería existir un Plan Nacional sobre Educación Sexual".
Para José Díaz Morfa, presidente de la Asociación Española de Sociología Clínica y asesor de la sección de Sexualidad Humana de la Asociación Mundial de Psiquiatría, "la repercusión de estas campañas es positiva, pero mínima" y hace hincapié en distinguir entre información y formación.
"Está comprobado en países como Suecia o Canadá: a mayor educación sexual, más tarde se inician las relaciones coitales y se afronta con mayor responsabilidad el hecho sexual", explica Pérez Conchillo. Esta responsabilidad conlleva también más protección en la relación sexual, lo que incide sensiblemente en el número de abortos.
Antonio Casaubón, presidente de la Asociación Española de Especialistas en Sexología (A.E.E.S.), insiste en la idea sin timidices: "La educación sexual en España no es deficiente, más bien es nula", y coincide en que ha llegado la hora de "sentarse y plantear el reto de abordar un Plan Nacional".
Según Casaubón, "el Plan debe adecuarse a la realidad de nuestro país. Una realidad en la que también hay que contemplar por ejemplo, la inmigración. En Francia ya tienen problemas con emigrantes que practican la ablación del clítoris, a España posiblemente llegue el problema muy pronto".
Díaz Morfa, por su parte, pone de relieve la necesidad de que se tracen unas directrices básicas para esta formación. "En España existen cientos de programas sobre educación sexual, y muchos de ellos con errores. De ahí la utilidad de un Plan Nacional que oriente el trabajo".
La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, apoya la idea: "hay que elaborar una estrategia de educación sexual y preventiva que evite tener que recurrir a algo tan traumático como el aborto", afirmó tras conocer los datos arrojados el pasado martes por el Ministerio de Sanidad. ¿Los expertos se felicitan por este apoyo? Sí, pero no, porque no le correspondería a este ministerio liderar ese plan. "Si el plan parte de Igualdad, nace ya con un sesgo (de género) cuando debe ser planteado con más amplitud de miras", afirma Casaubón, que considera que quienes deben pilotar este Plan son los ministerios de Sanidad y de Educación.
María Pérez levanta también el dedo acusador contra la clase política: "en el marco político la cuestión del aborto se aborda de una forma muy polarizada", asegura la sexóloga del Espill. "Por un lado están los que directamente no quieren ni hablar del tema, la derecha. Por otro, la izquierda, se centra sólo en defender el derecho al aborto. Y, efectivamente, el aborto es un derecho, pero debe ir parejo a su prevención".
Casaubón señala al Gobierno central como responsable primordial de la puesta en marcha de una política seria, pero aplaude algunas iniciativas autonómicas de un signo y otro, con buenos planteamientos y resultados. Díaz Morfa concide con Causabón en señalar tres pilares básicos sobre los que debe pivotar el entramado del plan: los colegios e institutos, los centros de salud de atención primaria y las familias, en las que incide especialmente. "En los planes de educación sexual es fundamental incluir a la familia para favorecer el diálogo limpio y claro entre padres y adolescentes, y para eso es necesario formar también a los padres".
La tarea que tendría que abordar el Plan Nacional que reivindican no es sencilla porque el objetivo final es ni más ni menos que el de cambiar las actitudes sociales. Pero prometen que los resultados irán más allá de las cifras de abortos. Se verán también, por ejemplo, en un descenso de la violencia de género o en un aumento de la tolerancia hacia otras opciones sexuales. Suena bien.
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