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¿Un cambio para la alcaldía más complicada del mundo?

  • En Jerusalén, "el alcade tiene que dedicarse a apagar fuegos", dice un votante
  • La llegada de Barkart se vende como el triunfo del laicismo, pero no todos están de acuerdo
Por MARIAN HENS (SOITU.ES)
Actualizado 13-11-2008 16:50 CET

«Ninguno de los candidatos parece entender las cuestiones básicas de una ciudad dividida en muy distintas direcciones. Los problemas son demasiado grandes para los mediocres que se presentaban a los comicios. Por eso no he votado». Ese es el argumento de Bernard Spolsky, residente de Jerusalén e integrante del más del 50% de la población que no participó el martes en las elecciones municipales, para explicar lo que califica de «cinismo» de muchos conciudadanos ante el panorama político local.

Un magnate judío secular, Nir Barkat, de 52 años, se alzó con la alcaldía de una localidad endeudada, con una creciente escisión entre los barrios judíos y los palestinos, y con un aumento galopante de los niveles de pobreza.

Además de los problemas habituales de las grandes ciudades —desempleo, recogida de basuras o transporte público— Jerusalén ha sido escenario recurrente de ataques suicidas, está rodeada por un muro de hormigón (una barrera de seguridad que en algunos puntos alcanza los 10 metros de altura) y es un lugar donde musulmanes, cristianos y judíos hablan de tolerancia pero no siempre la practican.

Sin ir más lejos, el domingo pasado, sacerdotes ortodoxos griegos y clérigos armenios se enzarzaron en una pelea a patadas y puñetazos en la Iglesia del Santo Sepulcro, considerado el templo donde reposaron los restos de Jesús. La policía israelí se vio obligada a intervernir dentro del santuario para restaurar el orden entre los fieles de ambos grupos, muchos de los cuales salieron de la escaramuza con cortes y magulladuras.

Ejercicios de malabarismo y acrobacia

«La palabra que mejor define el papel de cualquier alcalde de Jerusalén es status quo. El edil tiene que hacer ejercicios constantes de malabarismo y acrobacia para mantener un equilibrio articificial entre todos los grupos», dice Eliezer Nowodworski, otro votante. «El alcade tiene que dedicarse a apagar fuegos para que no se convierta en un gran infierno».

Los medios celebraron la victoria de Barkat como el triunfo de la revolución laica después de cinco años de gobierno municipal del rabino ultraortodoxo Uri Lupolianski. Diversos analistas señalan que el apoyo a Barkat, quien se impuso con un 53% de los votos, refleja la preocupación de los judíos laicos por el poder ascendente del sector ultraortodoxo, que tiene índices de natalidad más elevados y apoyo financiero del gobierno. Eso y el aumento de los impuestos locales, ha provocado en parte, la fuga de muchos judíos seculares, incluidos grupos de profesionales capacitados, a otras localidades,sobre todo Tel Aviv.

«Barkat se enfrenta a una tarea muy difícil. El anterior alcalde, al ser ultraortodoxo, tenía que hacer concesiones al sector laico. El gay parade, por ejemplo, que más allá del tema sexual es un estandarte de la lucha laica, tuvo que ser aceptado por el anterior alcalde», explica Nowodworski. «La paradoja es que Barkat, aunque viene del sector laico, es posible que acabe prohibiéndolo para satisfacer a la coalición que lo sostiene con alambres y aplacar a los ultraortodoxos».

Pese a su cacareado laicismo y a que se postuló como candidato independiente, el enfoque duro de este empresario en tecnología, le ha ganado el apoyo de los partidos religiosos de derechas que representan a una parte importante de los 700.000 residentes de la ciudad santa.

Y aunque se ha autoproclamado «alcalde de todos los habitantes de Jerusalén» queda el reto de los residentes palestinos. Una tercera parte de la población de la ciudad es de esa denominación y, como suele ser habitual, ha boicoteado estas elecciones porque considera que ejercer su derecho al voto sería reconocer tácitamente el control israelí. Los palestinos reclaman el Este de la ciudad, que Israel ocupó en 1967 durante la guerra árabe-israelí, como propia y quieren crear ahí la capitalidad de un futuro Estado. Además se quejan de abandono.

"Yo no he votado porque ya sé lo que han hecho todos los alcaldes antes que Barkat: mejorar los servicios de la zonas judías de la ciudad y no hacer nada por los palestinos», afirma Hussein Ghieh. «Yo pago mis impuestos que no hacen más que subir, lo mismo que el precio de las viviendas, y ¿qué tengo en mi barrio?: basura, alumbrado público que no funciona, y unos servicios educativos que benefician a los grupos religiosos judíos».

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