Berlín.- Entre abucheos de los nostálgicos y ritmo de "swing" cerró sus puertas Tempelhof, el aeropuerto que usó Adolf Hitler y que rehabilitó luego la Guerra Fría con el heroico puente aéreo que salvó a Berlín del bloqueo soviético.
La vieja terminal acogió un buffet para un millar de invitados, con música de una "big band" pseudo-estadounidense, mientras fuera los defensores del hasta hoy aeródromo en funcionamiento más antiguo de Europa recibían con abucheos al alcalde-gobernador, Klaus Wowereit, responsable del cierre.
Tras 31.068 días en activo, despegó a las 22.17 hora local su último vuelo regular, un Dornier 328 con destino a Mannheim (suroeste). "Me compré el billete en junio sin saber que iba a ser protagonista de algo histórico", comentó a Efe el pasajero Friedrich Korsten, abriéndose paso a brazadas entre cámaras y micrófonos.
El cierre quedó sentenciado hace tiempo por Wowereit, por deficitario y obsoleto, pero ello no evitó que la última jornada estuviera envuelta en nostalgia. En el viejo aeropuerto confluyen varios capítulos de la historia más oscura y heroica de la ciudad.
Tras el Dornier aguardaban el turno un Junker Ju-52 y un Douglas DC-3, dos piezas de museo de los "Rosinenbomber" ("bombardero de las golosinas") los aviones del puente aéreo aliado que salvó del hambre a Berlín en el bloqueo soviético (1948-1949).
Tras su despegue se apagarían para siempre los focos de las pistas de aterrizaje, en un acto cargado de simbolismo y melancolía.
Tempelhof es, para la memoria colectiva berlinesa, el aeropuerto que resistió al bloqueo soviético durante 462 días, del 26 de junio de 1948 al 12 de mayo de 1949.
Los aviones aliados se ganaron el apodo de "Rosinenbomber" por las golosinas que lanzaban a la población en pequeños paracaídas.
Las fotos de los niños berlineses esperándoles con los brazos alzados quedaron como emblema de la mayor operación humanitaria aérea de la historia y la aviación aliada dejó atrás la imagen de "enemiga" por los bombardeos de la II Guerra Mundial.
En total se transportaron 2,3 millones de toneladas de alimentos, carbón y medicinas en 280.000 aviones. Tempelhof tomó así ribetes heroicos que difuminaron, además, su pasado ligado al nazismo.
El aeropuerto fue inaugurado diez años antes de la llegada de Hitler al poder, en 1933, y éste lo convirtió en aeródromo central de la capital y símbolo del poderío del Tercer Reich.
En esos años se construyó su imponente terminal y las alas adyacentes, admiración aún hoy de arquitectos como Norman Foster, que le dio el nuevo apodo de "madre de todos los aeropuertos".
Del Tercer Reich al puente aéreo aliado y luego al cine: en Tempelhof aterrizaron en los años 60 actrices como Marlene Dietrich y Marilyn Monroe y se utilizó asimismo para películas míticas como el "Un, dos, tres" de Billy Wilder.
En los 70 cayó en desuso por la construcción del aeródromo internacional del sector occidental, en Tegel. Con la reunificación quedó sentenciada su agonía, precipitada por la construcción del nuevo gran aeropuerto de Schönefeld, que debe inaugurarse en 2011.
En los últimos meses apenas despegan o aterrizaban una veintena de vuelos regulares diarios, además de aviones privados.
Las campañas de salvación de los nostálgicos fracasaron, ya que su emplazamiento en pleno casco urbano hace inviable una ampliación.
El socialdemócrata Wowereit desoyó las propuestas de salvación y escuchó por ello hoy un concierto de silbatos, con el gesto impertérrito del político para el que no son los primeros ni serán los últimos abucheos de su carrera.
"Tempelhof es un capítulo de nuestra historia. Al menos, podrían haber convertido el cierre en una fiesta ciudadana", protestaba un vecino, tras el cordón policial que cerraba el acceso a quien no estuviera entre los invitados o los pasajeros del último viaje.
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