Su llegada a la Fórmula 1 fue más el producto de una estrategia comercial que una apuesta real de futuro. Es más, Felipe constituye el segundo producto de marketing de Peter Sauber, fundador de la escudería que lleva su apellido, hoy fusionada con BMW. Este afable suizo fue el primer valedor del aspirante al título mundial de 2008, que trazó con él una jugada que pretendía imitar a la realizada un año antes con Kimi Räikkönen. Hoy, uno y otro comparten el box más deseado y un signo común: el nulo entendimiento mutuo.
Antes de hablar de nuestro protagonista, hay que aclarar conceptos, y eso obliga a dar un minuto de gloria a Kimi Räikkönen. El fichaje del finlandés por Sauber fue uno de los más sonados de la historia. Peter Sauber decidió un día ceder el volante de uno de sus monoplazas a un piloto desconocido, con pinta de as del volante, que apenas llevaba 11 carreras en Fórmula Renault, el paso inmediatamente siguiente al karting. Hablamos del 12, 13 y 14 de septiembre del año 2000, y nos situamos en el circuito de Mugello, situado en la Toscana italiana. El campeón de 2007 empezó su andadura con un F-1 con el peor crono de la primera jornada (1’30"008), perfecto preludio del espectacular 1’27"130 con que cerró su actuación al día siguiente. La prensa se quedó con la boca abierta, así que Sauber decidió convocarle de nuevo para los tests del 28 de ese mismo mes. ¿Resultado? 1’26"430, más rápido que el probador del equipo, Enrique Bernoldi. Todos quedaron convencidos: Räikkönen sería la apuesta de la escudería suiza para 2001.
La jugada acabó de madurar durante la temporada 2001, en que Räikkönen se reveló como una de las jóvenes promesas de futuro de la especialidad, al estilo de Sebastian Vettel en 2008. Tal fue su impacto entre los equipos punteros, que McLaren-Mercedes decidió pagar su cláusula de rescisión para llevárselo junto a David Coulthard de cara a 2002. Con el dinero del traspaso, Peter Sauber se compró el túnel de viento más sofisticado del momento (el mismo donde hoy se estudia la aerodinámica de los BMW) y decidió volver a rebuscar en la cantera…
Y aquí llegamos a nuestro protagonista. El 18 de septiembre de 2001, Sauber fijó su mirada en la estrella del momento en la Euro 3000 Series italiana, un brasileño que pilotaba para el equipo Draco y que hablaba el italiano con la soltura propia de un nativo. ¿Su nombre? Felipe Massa. Y la historia nos devuelve a otro cálido día de septiembre en el circuito de Mugello... Felipe disfrutaría durante una jornada completa de una unidad del monoplaza C20 propulsada por motor Ferrari y más de cinco kilómetros de pista para él solo. No defraudó, y su mejor crono (1’26"230) fue suficiente para superar los registros del entonces titular Nick Heidfeld. El paulista prosiguió su meteórica ascensión hasta el asiento que acaba de dejar vacante Kimi Räikkönen en sucesivas sesiones de test, todas ellas cerradas con un buen sabor de boca. Sauber volvió a ver negocio en Massa…
El 2002 de Massa y Sauber no fue, sin embargo, ni la sombra del 2001 con Kimi Räikkönen. El brasileño se ganó en la pista la reputación de piloto temerario e irregular y las constantes comparaciones entre su talento y el de Räikkönen invitaron a su equipo a desestimar su continuidad en 2003. A cambio, Sauber aprovechó su acuerdo de suministro de motores con Ferrari y aparcó a Massa como piloto de pruebas de la Scuderia.
Sauber repescó al brasileño un año después como reemplazo de Heinz-Harald Frentzen, que prefirió el DTM alemán a un año de martirio más con un monoplaza incapaz de llevarle al podio o la victoria. Massa se encontró en la aventura con uno de los 'vagabundos' de la categoría reina, Giancarlo Fisichella, superviviente a una temporada de calvario en la agonizante escudería Jordan y con deseos renovados a base de buenas dosis de chocolate suizo. La actuación de uno y otro fue bastante digna. Massa cosechó 12 puntos y Fisichella 22, con algunas actuaciones destacadas durante el año.
El soberbio rendimiento de Fisichella le valió la llamada de Renault para acompañar a Fernando Alonso la temporada siguiente. Felipe, en cambio, tuvo que conformarse con un asiento en Sauber con un acompañante de lujo, Jacques Villeneuve, campeón mundial de 1997. La campaña 2005 siguió los derroteros de la de 2004, aunque con un matiz: Felipe batió por primera vez a su compañero de equipo, mérito que los responsables de equipo de media F-1 suelen tener en alta estima.
Al año siguiente, la carrera deportiva de Felipe Massa dio el salto definitivo: Ferrari le ofreció un asiento de titular. ¿Dónde está el truco? Muy sencillo: todo responde al apellido Todt. Nicolas Todt, hijo de Jean, el artífice de transformar a la Ferrari de Alesi y Berger, de la prensa italiana y los escándalos, en un equipo ganador, era (y sigue siendo) el representante de Massa. Jugada perfecta, ¿no creéis? Eso sí, en esta ocasión, el traspaso del brasileño no proporcionó dividendo alguno al bueno de Peter Sauber, que acababa de empezar a disfrutar de una merecida jubilación tras anunciarse el acuerdo de fusión entre su histórica escudería y BMW.
El vínculo entre Massa y Ferrari prolongaba los términos conocidos de la era Barrichello: en Maranello sólo gana Michael Schumacher salvo cataclismo o problema mecánico. Su rol en el equipo quedó, pues, relegado al de claro segundo piloto. Sin embargo, el Massa de 2006 sólo pudo ayudar a su jefe de filas en contadas ocasiones. El enemigo público número 1 de esa temporada para la rossa, Fernando Alonso, se batía en solitario contra la mejor versión de Schumacher de toda la historia, y el concurso de Felipe quedó apenas reducido a sumar puntos para el campeonato de constructores. Eso sí, antes hubo tiempo para un par de destellos de gloria en Turquía y Brasil, donde el ocupante del asiento menos deseado de la F-1 consiguió alzarse con un par de triunfos.
La retirada de Schumacher abrió una nueva era en la Scuderia, y Massa recibió con los brazos abiertos a Kimi Räikkönen. Los dos descubrimientos históricos de Peter Sauber se encontrarían por primera vez en el box de Ferrari para tratar de reeditar los éxitos de la firma italiana. Ambos formaban la extraña pareja de la F-1: uno, brasileño sin apenas tirón mediático (salvo alguna que otra excepción), el otro, finlandés rapidísimo, pero algo gafado con la mecánica y (tampoco nos engañemos) algo mustio ante micrófonos y cámaras de televisión. La suma de conceptos consolidaba el modus operandi de Jean Todt: dedicar todos los esfuerzos a la victoria y dejar el carisma para el día después de un podio o un triunfo.
El primer año de convivencia mutua se cerró con buen sabor de boca. Aunque por deméritos ajenos (los errores de Hamilton en las dos últimas carreras), Räikkönen alzó el cetro con la inestimable contribución de Felipe Massa, que repescó sus labores de 2006 con Schumacher y se dejó adelantar en el GP de Brasil, la prueba que cerraba la temporada.
Y así llegamos a 2008, una temporada en que casi todo parece posible. El año de Massa ha combinado errores garrafales (su doble abandono por accidente en las dos primeras carreras, el ridículo festival de trompos bajo la lluvia de Silverstone, el archifamoso incidente de la manguera en Singapur o el toque con Hamilton en Japón) con victorias esplendorosas (Bahrein, Turquía, Francia o Valencia). En Brasil tiene todos los números de ganar, pero cualquier opción es posible, máxime a la luz de la irregularidad de Ferrari en las últimas citas.
Se dice desde España que Massa es el favorito del paddock, por oposición al ego de Hamilton. Sin embargo, también se comenta que pocos (o ninguno) tienen fe en él. Los números confirman que necesita enjugar una diferencia de siete puntos respecto a Lewis Hamilton, aunque sólo hay diez en juego. Por tanto, necesita ganar y que Hamilton acabe, como mucho, en sexto puesto. Si acabase en segundo lugar, le bastaría con que el inglés cruzase la meta en octavo lugar. No existe otra combinación posible con el líder de McLaren dentro de la zona de puntos.
Gane o pierda, su futuro en la F-1 empieza a decidirse este fin de semana. Un triunfo de rebote (como el de Räikkönen en 2007) daría un respiro a su entorno personal y el del equipo. La derrota despertaría a un fantasma llamado Fernando Alonso, cuya invocación se prolongaría durante todo el invierno... ¿Alguien cree en los milagros? De momento, al menos deleitémonos con los mejores momentos de Felipe Massa en la F-1:
Por cierto, hoy es el cumpleaños de Bernie Ecclestone. 78 años para el jefazo de la Fórmula 1. ¡Feliz cumpleaños!
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