La presentación ayer de José María Aznar del libro 'Planeta azul (no verde)', escrito por el presidente de la República Checa Václav Klaus, ha levantado una enorme polémica por sus opiniones sobre el cambio climático. Para el ex presidente español, este es un fenómeno "científicamente cuestionable" y no ve bien que en momentos de crisis económica se dediquen recursos a combatirlo. Sin embargo, el pensamiento descrito en la obra de Klaus, editada por la Fundación FAES, no tiene mucho que ver con el clima, sino más bien con la economía. Nos hemos adentrado en el 'planeta azul' del presidente checo para ver lo que realmente dicen sus páginas y aquí te presentamos una selección de los extractos que más nos han llamado la atención. Leélos y di libremente qué te parecen.
Es una ideología [El ecologismo] que, haciendo trizas cualquier cosa (es decir, a costa de la libertad del ser humano y a costa de vidas humanas), trata de cambiar radicalmente el mundo, al hombre, su comportamiento, la estructura de la sociedad, el sistema de valores. En definitiva, cambiarlo todo.
Numerosos autores señalan también las conexiones históricas del ecologismo (aunque a lo largo de la historia se han utilizado otros nombres para denominarlo) con ideologías peligrosas o directamente totalitarias, sobre todo con el fascismo (o nazismo).
El profesor Simon ha demostrado de manera convincente (...) que existe una gran diferencia entre los recursos "naturales" -los que se encuentran en la naturaleza y por tanto no dependen en modo alguno del hombre-, cuya característica fundamental es que son recursos potenciales -y de ahí que en sí mismos no guardan ninguna relación directa con la economía real (por ejemplo, para los faraones egipcios, seguramente el petróleo no era un recurso real y utilizable)-, y los recursos económicos que, gracias a las tecnologías existentes y a los precios, pueden (pero no tienen que) ser utilizados en la realidad. Y los que pueden "ir agotándose" y eventualmente también agotarse.
Así, el recurso limitado, el recurso que limita -a largo plazo- el futuro de la humanidad, sólo puede ser ese "recurso humano" y su capacidad sin parangón de transformar recursos potenciales en recursos reales.
Me parece relativamente claro y simple el debate sobre la probable -sin duda, para nosotros casi inimaginable- riqueza de la sociedad futura y la conclusión resultante de que nosotros, hoy, no deberíamos decidir sobre numerosos aspectos fundamentales en nombre de las generaciones venideras.
¿De verdad piensa alguien que nuestros antepasados, por ejemplo en Asia Menor, debían haber evitado que las cabras arruinaran toda la vegetación de ese territorio? ¿Debían nuestros antecesores haber pensado en nosotros ya en aquel entonces? ¿Podían haber pensado en nosotros? Podían, realmente haber imaginado nuestra época?
F. Singer dice muy acertadamente: "yo no compro un seguro si el riesgo es pequeño y el seguro caro. Se nos exige que hagamos política "aseguradora" incluso cuando el riesgo es muy pequeño (si es que existe) y que paguemos un seguro muy alto". De hecho, se trata de que, según el Protocolo de Kioto, debemos limitar el uso de la energía en una tercera parte, cuya consecuencia será -hasta el año 2050- ¡un descenso de la temperatura en 0,05ºC! [definición del Protocolo de Kioto en la Wikipedia]
Los economistas ni siquiera conocen esta forma de "principio" [de cautela]. No se menciona en sus manuales básicos. Abordan cualquier tipo de problema contemplándolo desde dos ángulos distintos. Por ello, no tienen en cuenta solamente los efectos, sino también los costes de todo, es decir, también de aquella cautela a priori. Y por eso actúan en contra de la implantación desaprensiva de cualquier intervención regulatoria que prometa efectos no nulos. Recuerdan los beneficios y costes de las alternativas y, sobre todo, los llamados opportuniy costs o efectos de las alternativas que "se pierden" por culpa de una intervención regulatoria.
Conclusión: análisis de costes y beneficios (efectos), sí; apriorismo del principio de cautela, no.
Patrick J. Michaels, ex presidente de la Asociación Americana de Climatólogos, en su libro Meltdown: The Predictable Distortion of Global Warming by Scientists, Politicians and the Media, pone en duda -para mí de modo convincente- el fenómeno del calentamiento global y formula tres preguntas básicas que estructuran todo el problema de manera racional:
La cuarta pregunta sería si un eventual ligero aumento de temperatura tiene importancia.
La primera, y en realidad la única, respuesta sensata al interrogante planteado en el título de este capítulo final es: nada, esto es, nada en especial. Es necesario dejar que fluya espontáneamente el desarrollo humano -libre de cualquier apóstol de las verdades absolutas- por que de otra manera acabará mucho peor.
Un sistema complejo no debe ni puede ser organizado de manera eficaz por un plan humano, por un proyecto humano, por una construcción humana (...); tan sólo puede ser creado -debidamente y sin errores trágicos- por la realmente libre acción humana (...), que es la agregación de millones o de miles de millones de vidas humanas. Estas son las instrucciones conceptuales básicas, válidas también para los temas ecologistas, incluido el del calentamiento global.
Más información:
— Intervención de Aznar en la presentación del libro (en pdf)
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