Estaba yo tan tranquilo, tomándome un cortadito en el bar del Julián, y en estas que se me acerca el Vladimiro y se sienta a mi lado. Me ha extrañado, porque el Julián, en estas cosas, es muy estricto, y no deja que los camareros anden zascandileando con los clientes. Lo de «zascandileando» es un palabro del Vladi; el Julián dice «tonteando», como todo el mundo. En fin, que va el Vladimiro y me susurra, con pintas de conspirador barato: «Esto se me acaba, Anatoli, estoy a punto de pillar un empleo de lujo».
Me ha extrañado lo de «empleo de lujo», viendo cómo arrecia la crisis, y conociendo el currículum del Vladimiro. Pero me hago el sorprendido y le tiro de la lengua. «Que sí, que ya he hecho las pruebas y está todo encarrilado, y si la Virgencita quiere, para el mes que viene me meto de segurata en el aeropuerto».
No me ha parecido tan lujoso el curro, la verdad. Tampoco se lo he dicho así, que el Vladi es muy sentido. Le he preguntado si le compensaba y ha pegado un soplido. Luego ha comenzado con la lista de ventajas: que si contrato, que si Seguridad Social, que si libranzas, que si vacaciones, que si uniforme, que si ambiente cosmopolita… «y la máquina». ¿Qué máquina? «La máquina nueva, Anatoli, que no te enteras de nada. El boscaner, atontao, el boscaner». Y lo ha dicho como si el tal «boscaner» fuera el invento del siglo.
Ahí ha habido que pararse un poco, para que yo me enterara en qué consistía el «boscaner». Al final, gracias a un folleto que ha sacado del bolsillo, ha aparecido la verdad en todo su esplendor. El «boscaner», quitándole el acento caribeño y la ignorancia del Vladi en lo que toca a la lengua inglesa, resulta ser el «bodyscanner». Una máquina que ya utilizaban en América y que, por lo visto, acaba de aprobar la Unión Europea. Sólo falta el reglamento. Todos los viajeros en avión tendrán que pasar por delante del «bodyscanner», que te deja literalmente en pelotas. O sea, que el guardia civil, el segurata y toda la peña de los controles de seguridad irán viendo pasar a gente desnuda por el monitor. La mayoría de las veces dará grima, supongo. Pero el Vladi sólo piensa en las otras veces, las que no darán grima, sino todo lo contrario. Un salido como pocos, el amigo Vladi.
He intentado que reflexionara. Le he hecho notar que era un poco bestia meterse en el rollo de los seguratas, sólo por ver un par de tetas de vez en cuando.
El Vladi me ha mirado con pena, me ha dado unas palmaditas en la espalda y ha dicho «ya, ya». Y se ha ido riéndose por lo bajo.
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