Joaquín Almunia, Pedro Solbes y Miguel Ángel Fernández Ordóñez tienen un problema: les duele Europa tanto o más que a Unamuno le dolía España. Al comisario de Economía de la UE, al vicepresidente y ministro de Economía y Hacienda y al gobernador del Banco de España -sesentones los tres, 60, 66 y 63, respectivamente- les preocupa profundamente la crisis económica mundial, global, internacional, como quiera que se llame, pero ya han vivido situaciones similares y de ellas saldrán. Lo de Europa es otra cosa.
Ellos, tres tipos que forman parte de una generación que desde su primera juventud, en la España franquista, peleaban por ser europeos; ellos, que cumplieron su sueño y jugaron un papel en los gobiernos socialistas de Felipe González, en la entrada a la UE; ellos que fueron ¡por fin! europeos de primera; ellos que han visto cómo sus hijos paseaban con la cabeza alta primero por Europa y luego por el mundo, asisten desde hace dos semanas al desmoronamiento de uno de sus empeños: a la primera de cambio, ante la primera gran crisis económica mundial, la Europa del euro se desmantela, tira cada uno por su lado. Nada nuevo, lo saben, pero no están dispuestos a rendirse.
Por eso a Solbes le "irrita" -por no decir que le enferma- la decisión unilateral de Irlanda o Alemania de garantizar los depósitos, con declaraciones hasta bobas, y se ha empeñado en que Zapatero frene sus ansias de salir a la palestra hasta que no acabase el Ecofin; por eso, Almunia predica con la imperiosa necesidad de cumplir el pacto de Estabilidad y crecimiento "en toda su integridad"; por eso Ordóñez intenta sermonear con la "cautela, mucha cautela" de esta mañana en el Congreso. Porque los tres están preocupados. Saben, temen, que los políticos de corto plazo improvisen soluciones de corto plazo.
Para estos tres tipos nacidos en los años cuarenta, viejos rockeros y con la carrera hecha, les es difícil convencer a otra generación de políticos, los que ahora mandan —nacidos en los 50 y 60 como Ángela Merkel, Nicolás Sarkozy o Rodríguez Zapatero—, de que hay cosas que no merece la pena someter a la presión de las encuestas, al descontento de los ciudadanos, a la política de corto plazo. Después de todo, ellos en su día tampoco supieron hacérselo entender a su presidente, Felipe González. La experiencia es lo único que no se vende ni se transfiere. Sólo se vive.
Quizá por eso esta mañana ha sido un gustazo escuchar al gobernador del Banco de España, a ese tipo a veces aburrido y correoso, pero también sólido y perseverante, que tranquilamente ha ido al Congreso a decir a los diputados que España subirá las garantías de los depósitos de los ciudadanos no porque "honradamente lo necesitemos", sino porque la banca española no tiene por qué soportar la competencia desleal de sus colegas europeos, ya sean irlandeses, alemanes, portugueses o de cualquiera de esos otros países que han garantizado los depósitos de los ahorradores al cien por cien.
Pero si usted quiere saber el resto de lo que ha dicho Fernández Ordóñez, lo que contarán los colegas, mejor no siga leyendo este artículo. Hay compañeros excelentes en medios estupendos —Rosa Sánchez en 'El Periódico de Catalunya' y Claudi Pérez en 'El Pais' o Federico Castaño en 'Cinco Días', por ejemplo— que se lo interpretarán muy bien. Y si tiene usted prisa, pique cualquier web y Fernández Ordóñez, y ahí tendrá lo que necesita saber del discurso del gobernador.
Lo que aquí vamos a destacar es otra interpretación de MAFO (las siglas de Fernandez Ordóñez, muy cómodas para títulos y ladillos). Es algo que ha dicho el gobernador en sus respuestas, un aviso a navegantes que quizá pase desapercibido.
"La mayoría de las grandes crisis económicas mundiales, la del 29 por ejemplo, tuvo sus principales problemas por lo desacertado de las medidas que se tomaron para aliviarla". O "en Argentina, la crisis económica no fue la peor. Lo peor fue la decisión política del 'corralito'. Esa solución agravó todo".
De pasada, MAFO ha dicho una verdad y es que que tiene mucho leído —y releído— sobre crisis. Por eso también sabe que de las pésimas situaciones se aprende, pero no lo suficiente como para que políticos y dirigentes nerviosos no cometan siempre graves errores acuciados por las prisas, el corto plazo.
Por eso "hay que ir con una enorme cautela y si hay que tomar medidas, pues bien, hacerlo. Pero adoptar medidas por que sí, sin necesitarlas, es "absurdo". Le ha faltado añadir "por el que dirán las encuestas" o porque los demás lo hacen.
Como Solbes y Almunia —éste más trillado y menos irritado en sus declaraciones, pero pesado como Solbes con la necesidad de coordinarse dentro de Europa— , Fernández Ordóñez hierve contenidamente por Europa. Opina que incluso pese a que Merkel y Alemania —el más grave ejemplo de cómo tirar todo por la borda en un domingo de nervios— hayan metido la pata, aún se pueden ordenar los trastos, recoger los añicos y pegar de nuevo el cacharrito de porcelana de la unión europea con minúscula.
Los individualismos en Europa, "aunque sean adoptados por el más grande de sus miembros", dice el gobernador, no llevan a ningún sitio ante la magnitud de lo que sucede.
Bajito, enjuto y calvo, MAFO se ha dirigido sorteando la nube de periodistas hacia la salida del Congreso. Se ha ido a comer. Atrás quedaba su silencio sobre la cantidad exacta a la que va a subirse la garantía de los depósitos —que se luzca el presidente y lo anuncie—, la elegancia con la que ha despachado su no invitación ayer a la cita de ZP con los banqueros —"me parece bien que el presidente quiera escucharles directamente, en vez de lo que yo le transmita"— y su obstinación en defender la política de préstamos a corto plazo del BCE —a un día y a 5,25% de interés hay el dinero que se quiera—. Queda pendiente el debate académico sobre la diferencia entre querer liquidez o financiación.
Pero a MAFO, como a Almunia y a Solbes, les sigue doliendo Europa. Y aburren a los de las prisas, a los acelerados por necesidades de trabajo, a los que no tienen tiempo ya para leer. Les cabe la esperanza de que sus hijos más jóvenes y sus nietos, la generación erasmus-orgasmus, les entiendan mejor que los actuales gobernantes europeos. Mientras tanto, hoy, después de tanto agobio por tanta quiebra, era un gustazo escuchar la voz sosegada de Miguel Ángel Fernández Ordóñez.
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