La carrera por los Turner ya está en marcha

LONDRES.-  Una maniquí con la cabeza metida en una jaula de pájaros mira hacia el infinito. No está sola. En la sala hay otra sentada sobre la taza del water con algunos retales colgándole de los ojos. Las dos muñecas están separadas por cajas de supermercado. Por el suelo, algunos botes con restos de comida rodeados por ladrillos pintados con una cruz y un carrito de coche de bebé completan… la 'obra de arte'.

La creación es obra de la británica Cathy Wilkes, una de los cuatro finalistas de la última edición de los Premios Turner. El galardón supone para algunos la expresión máxima del arte conteptual. Para otros, sencillamente se trata una tomadura de pelo. Sea como fuere, la exhibición que muestra los trabajos elegidos para este año ya ha abierto sus puertas en la Tate Britain y como cada año, lo ha hecho envuelta en polémica. ¿De qué otra forma si no?

Mientras un grupo de artistas del llamado movimiento 'stuckista' —pintores figurativos opuestos a este tipo de experimentos— repartía folletos de crítica a todo aquel que se acercaba a la sala, los que se hacen llamar expertos alababan las creaciones que han llegado este año a la final. Entre éstas, aparte de la singular escena mencionada al principio, destaca un vídeo de la bangladeshí Runa Islam en el que se muestra a una mujer tirando al suelo a cámara lenta toda una serie de objetos de porcelana.

El único finalista masculino, el británico Mark Leckey, también se ha decantado por una "creación visual contemporánea". Entre las diapositivas y cintas que ha llevado a la sala, llama la atención una en la que se refleja su propio estudio en el conejo del norteamericano Jeff Koons a modo de espejo deforme.

Por último, la polaca Goshka Macuga, la más 'sencilla', presenta unos cuadros collage mezcla de los trabajos de la fotógrafa y pintora Eileen Agar y el surrealista Paul Nash, por un lado, y el arquitecto Mies van der Rohe y la diseñadora Lilly Reich, por otro.

En definitiva, todo es la continuación del espectáculo que comenzó en 1984 cuando se quiso crear un galardón para llamar la atención del gran público hacia el arte contemporáneo. Sólo en el Premio Turner se entiende que una cama deshecha con preservativos y ropa interior manchada de sangre —la famosa obra de Tracey Emin— quedara como gran finalista en 1999 y fuera 'superada' la obra de Steve Moqueen, un vídeo de unos cinco minutos en blanco y negro donde un hombre permanece impasible al ser atravesado por una ventana cuando una fachada de una granja se le cae encima.

'Mother and Child Divided' (Madre e hijo divididos) fue también en 1995 una auténtica revolución. Se trataba de una ternera y una vaca cortadas por la mitad conservada en formol, una creación del hoy multimillonario Damien Hirst. La distinción también la logró en su día Martin Creed con una sala vacía en las que las luces se encendían y se apagaban cada cinco segundos y aunque este año no ha sido seleccionado, otra de sus creaciones también se exhibe en la Tate Britain durante este año. Se trata de una carrera de un atleta cada 30 segundos.

Así es el Premio Turner. Pero si sus obras captan por sí solas ya toda la atención, la entrega del galardón no se queda tampoco en un segundo plano. En 2003, el alfarero travestido Grayson Perry se presentó en la fiesta con un vestido con volantes de Shirley Temple y en 1998, Chris Ofili usó estiércol de elefante para adornar su entrada triunfal.

Siempre alimentado por un debate amplificado por los medios, el galardón ha conseguido acaparar la admiración y polémica al mismo tiempo y llevar al mundo 'lo mejor del arte británico' con el ojo siempre puesto en el especial mimo que reciben los jóvenes artistas lanzados por el galerista Charles Saatchi.

El 1 de diciembre se hará público el ganador de este año. En la edición pasada el artista Mark Wallinger consiguió los 31.500 euros. La crítica le premió por haberse vestido de oso y meterse en la Galería Nacional de Berlín para observar la reacción del público.