LONDRES (REINO UNIDO).- No se sabe aún cuánto le queda de vida política, pero lo que está claro es que Gordon Brown no ha muerto en Manchester. El primer ministro británico era consciente de que su futuro pendía de un discurso encorsetado a Congreso Nacional del Partido Laborista al que había llegado con varias amenazas de dimisión dentro de sus propias filas. Pero salió airoso, al menos por el momento, y con un mensaje claro de futuro que no dejaba lugar a dudas: "no es tiempo para novatos".
La frase estaba estudiada al milímetro. El destinatario más obvio era David Cameron, el líder de los Conservadores quien, según los últimos sondeos, le saca hasta 20 puntos de ventaja. Pero quien quiso buscar entre líneas, también encontró recompensa. El ministro de Asuntos Exteriores, David Miliband, no podía estar más presente en tal afirmación. En los últimos días, el joven titular de la diplomacia británica ha sido descrito por los rotativos como el gran sucesor del "premier". Y en cierto modo, nunca ha dicho que esto le moleste. La oportunidad más clara para mostrar su apoyo rotundo al jefe la tuvo precisamente el lunes, pero ni si quiera ahí, dejó las cosas totalmente cerradas. Cierto es que dijo que el puesto de primer ministro no estaba vacante. Y también que Brown era su fuente de inspiración. Sin embargo, también recalcó "un tiempo de cambio masivo necesita liderazgo de un partido del cambio" y faltó tiempo a los analistas para coger la indirecta como un claro navajazo.
No habría sido el primero. El pasado mes de julio, Miliband publicó un polémico artículo en 'The Guardian' en el que abogaba por un "cambio radical" en el partido. El texto no hacía mención alguna al actual inquilino del número 10. Los rebeldes se frotaron entonces las manos pensando que el relevo sería cuestión de días, pero las tornas han cambiado y Brown dejó zanjado que los tiempos que corren necesitan de personas "sabias y experimentadas".
El "premier" arrastra desde el pasado mes de mayo una popularidad por los suelos, la suma de varias derrotas en elecciones parciales y la presión por parte del partido que pone en duda un día sí y otro también su capacidad de liderazgo y su falta de contacto con el público. Quizá para mostrar su lado más tierno Brown escogiera a su propia esposa para presentarle. La dulce Sarah conseguiría sin problemas demostrar que es un hombre de carne y hueso. Justo lo que querían sus asesores, obsesionados en un discurso emotivo y con pinceladas sobre sus propias experiencias personales. Brown así lo hizo. A su manera, pero siguió los consejos y es que, lejos de tirar la toalla se autodefinió como el hombre "más capaz" para sacar al país adelante.
Aunque resulte paradójico, la crisis financiera podría convertirse en su bote salvavidas para seguir anclado al puesto que tanto le costó conseguir. Después de ser un exitoso ministro de economía, nadie mejor que él conoce la situación del país. Consciente de su comodín, Brown dedicó gran parte de su discurso al panorama actual y se dio de nuevo una palmadita en la espalda por haber evitado un nuevo Northern Rock con la operación que dirigió en la sombra de Lehman Brothers.
"Está claro que no podemos dejar la economía en manos de los conservadores". Matizó. Y que, más que defenderse de los ataques internos protagonizados estos últimos días por un grupo de rebeldes, Brown focalizó sus esfuerzos en diferenciarse del líder tory. La ocasión lo merecía, ya que, según los últimos sondeos, de celebrarse hoy mismo las elecciones, los conservadores ganarían con una cómoda mayoría absoluta que robaría a los laboristas incluso los escaños que estos conservan desde la I Guerra Mundial.
"Sé lo que quiero hacer en este trabajo. Y sé cuál es la manera de hacer frente a los tiempos difíciles. Manteniéndome fiel a mis creencias. Hay que entender que todos los ataques, todas las encuestas, todos los titulares, todas las críticas, merecen la pena si me ayudan a dar una vida mejor a un niño, una familia, una comunidad", matizó.
Tras una batería de propuestas concretas (como recetas sin cargo de prescripción para los enfermos de cáncer, acceso a Internet para las familias pobres o guarderías para todos los niños de dos años), Brown hizo ver que su objetivo es seguir como líder del partido de cara a las próximas elecciones generales que, como muy tarde, deben celebrarse en 2010.
Hasta anteayer aún no estaba claro si su partido estaba por la misma labor de mantenerle como candidato. Tiempo al tiempo. Lo que es seguro, es que Brown no ha muerto políticamente en Manchester. La elección parcial de Glenrothes, en Escocia, que tiene lugar este otoño, marcará lo que le queda aún de vida.
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