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El Papa, convencido de que los tiempos son propicios para un retorno de Dios

EFE
Actualizado 15-09-2008 13:51 CET

Lourdes (Francia).-  Benedicto XVI está convencido de que los tiempos "son propicios para un retorno de Dios" y que la cultura y sus intérpretes son los vectores privilegiados del diálogo entre la fe y la razón, entre Dios y el hombre.

Con ese convencimiento abandonó hoy Lourdes, última etapa de su viaje de cuatro días a la laica y católica Francia, que le llevó a París y al santuario mariano que se levanta en los Pirineos para conmemorar el 150 aniversario de las apariciones de la Virgen.

Su viaje, como él mismo lo calificó, ha sido como un díptico, cuya primera tabla fue París -de mayor contenido político, donde se reunió con el presidente, Nicolás Sarkozy, y el mundo de la cultura- y la otra Lourdes, marcadamente mariana, donde le acogieron unas 150.000 personas.

En París, el Papa defendió ante Sarkozy las raíces cristianas de Francia y apostó por una "laicidad sana".

Según el Papa, la 'laicidad' en sí misma no es contradictoria con la fe, sino que la fe es fruto de una 'laicidad' sana".

Sarkozy defendió su concepción de la "laicidad positiva" como "una invitación al diálogo, la tolerancia y el respeto" y aseguró que para las democracias sería "una locura" privarse de las religiones.

La sintonía entre el Papa y Sarkozy fue duramente criticada por la oposición socialista, que exigió al Jefe del Estado que sea el "guardián" de los principios de laicidad que rigen en el país.

Ante el mundo de la cultura dio una lección magistral en la que denunció que en las ciudades "ya no hay altares y Dios se ha convertido en el gran desconocido" y reiteró que a través de la razón se puede llegar a Dios.

La etapa de París concluyó con una misa ante más de 260.000 personas, en la que hizo un llamamiento al mundo para que "huya" de los ídolos, "que son -dijo- un señuelo que encadena al hombre al reino de las apariencias y lo alejan de la felicidad y de su verdadero fin, que es Dios".

El Pontífice denunció que la codicia insaciable es una idolatría, que el amor al dinero es "la raíz de todos los males" y que "el afán de tener, de poder e incluso de saber desvían al hombre de Dios".

Ya en Lourdes, a la que definió hoy como "una luz en la oscuridad de nuestro ir a tientas hacia Dios", recorrió como un peregrino más las etapas del jubileo.

Se trata de la iglesia donde se conserva la pila en que fue bautizada Bernadette Sobirous, la niña a la que se apareció la Virgen en 1858; el "calabozo" (la casa donde vivía), la Gruta de Massabielle (de las apariciones) y el oratorio donde hizo la pequeña la primera comunión.

En la Gruta de las Apariciones, donde la Virgen se presentó en 18 ocasiones a la niña entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, un niño le ofreció un vaso con agua de la fuente milagrosa que María hizo descubrir a Bernadette.

Sus primeras palabras en Lourdes, donde llegó cuatro años después de la visita de Juan Pablo II, fueron de preocupación por los enfermos y por las víctimas de la guerra y el terrorismo.

Ante más de 150.000 personas, reunidas el domingo en la pradera del santuario, el Papa ofició una misa en la que dijo que éste es un lugar "de servicio fraterno a los enfermos, los pobres y todos los que sufren", y desde el que lanzó el mensaje de que "el poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza".

Hoy, antes de regresar a Roma, ofició una misa con los enfermos, delante de los cuales reconoció que el sufrimiento rompe los equilibrios de una vida, pero les animó a no rendirse y mirar a María, "que da la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida".

En Lourdes se reunió con todos los obispos franceses, ante los que dijo que la Iglesia defiende "con firmeza" la indisolubilidad del matrimonio y que aunque rodea del mayor afecto a los divorciados y vueltos a casar, "no puede aceptar" las iniciativas que tienden a bendecir "las uniones ilegítimas".

En esas palabras los observadores vaticanos vieron una advertencia ante los casos registrados en Francia de sacerdotes que han bendecido a parejas de católicos divorciados y vueltos a casar, a los que se ha permitido además comulgar, lo que prohíbe la Iglesia.

Tras este viaje, el Papa viajará en octubre al santuario de Pompeya, en el sur de Italia, donde se venera a la Virgen del Rosario. De nuevo el rosario, ligado al misterio de Lourdes.

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