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Benedicto XVI recibe un baño de multitudes en Francia donde deja una estela de polémica

EFE
Actualizado 15-09-2008 17:38 CET

París.-  La solemnidad de los actos litúrgicos, el entusiasmo de multitud de fieles y la polémica sobre la laicidad del Estado francés marcaron el primer viaje de Benedicto XVI a Francia, que concluyó hoy en el santuario de Lourdes, al suroeste del país.

Con su dominio de la lengua francesa y su actitud de proximidad, el Papa se ganó el corazón de los católicos franceses, muchos de los cuales le consideraban antes del viaje un hombre frío y estricto.

El Obispo de Roma comenzó su visita el viernes, en que fue recibido por el presidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, y su esposa, la ex modelo y cantante de origen italiano Carla Bruni-Sarkozy.

Tras reunirse con el Papa en privado, Sarkozy ofreció en su honor una recepción en el palacio del Elíseo, a la que asistieron los miembros del Gobierno y otras personalidades, y en sendos discursos abogó por una "laicidad sana" y por una "laicidad positiva".

Mientras, en la calle, algunos medios de comunicación, la oposición y sectores de la sociedad criticaban las deferencias del presidente al Sumo Pontífice y la posibilidad de que pusiera en peligro la separación del Estado y la Iglesia.

En su primera jornada en París, el Papa fue recibido con ovaciones de numerosos fieles que le saludaron por las calles de la capital cuando pasó en su papamóvil hasta la catedral de Notre Dame, donde celebró una solemne ceremonia de vísperas.

El sábado, antes de viajar a Lourdes, Benedicto X presidió una misa en la explanada de Los Inválidos, a la que acudieron unas 260.000 personas, superando todas las previsiones.

En su homilía, el Papa condenó la idolatría y aseguró que el amor al dinero es raíz de todo mal. La noche anterior, se dirigió a decenas de jóvenes en la explanada de Notre Dame para alentarles a "dar testimonio de Dios" y para resaltar los peligros de la "superficialidad de la fe y la moral disoluta".

La falta de vocaciones sacerdotales fue otro aspecto al que se refirió el Papa en esta primera visita a Francia, donde un 65 por ciento se define como católico, aunque sólo un 5 por ciento de ellos dice ser practicante regular y un 10 por ciento ocasional, según un sondeo publicado por Le Monde el fin de semana.

La visita a Lourdes estuvo marcada por el 150 aniversario de las apariciones de la Virgen a Bernadette Soubirous, en la que el Sumo Pontífice quiso ser un peregrino, mostró su compasión por los centenares de enfermos que acudieron al santuario y se reunió con la cúpula de la Iglesia francesa.

En Lourdese, Benedicto XVI advirtió a los obispos franceses "con firmeza" sobre la indisolubilidad del matrimonio y que, aunque rodea del mayor afecto a las personas divorciadas y vueltas a casar, "no puede aceptar" las iniciativas que tienden a bendecir "las uniones ilegítimas".

Palabras en las que los observadores vaticanos vieron una advertencia ante los casos registrados en Francia de sacerdotes que han bendecido a parejas de católicos divorciados y vueltos a casar, a los que se ha permitido además comulgar, lo que prohíbe la Iglesia.

Para el portavoz del Partido Socialista francés, Julien Dray, el discurso del Papa en Lourdes fue "integrista" y dijo que lamentaba que el presidente de la República "no haya marcado la distancia necesaria entre el ejercicio religioso, la libertad de culto y el espacio público".

También Marine Le Pen, vicepresidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), criticó a Sarkozy por considerar que la "laicidad positiva" que propugna "beneficia al Islam".

Al despedir a Benedicto XVI en el aeropuerto de Tarbes, cercano a Lourdes, el primer ministro francés, François Fillon, declaró que el Papa "nos ha recordado" que la separación de la Iglesia y el Estado "no impide dialogar ni enriquecerse mutuamente".

Por su parte, el Papa dijo haber encontrado en Francia "un pueblo vivo de fieles, orgullosos y convencidos de su fe".

En su editorial, Le Monde señala hoy que "los viajes del Papa a Francia siempre han tenido un "efecto dopante" sobre los católicos y considera que la acogida dispensada a Benedicto XVI en el Elíseo y por centenares de intelectuales demuestra un "interés reforzado por el hecho religioso y el pensamiento cristiano".

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