Madrid.- Con desilusión y decepcionados. Así abandonaron esta madrugada la Calle Alcalá las miles de personas que se habían congregado para ver el espectáculo del funambulista Jade Kindar-Martin, cuya actuación estaba programada para esta tercera edición de la Noche en Blanco en Madrid, y que fue cancelada por el viento.
A pesar de ello, los espacios más emblemáticos de Madrid fueron el escenario de una noche cultural que comenzaba a las nueve y se prolongaría hasta las siete de la mañana, una cita a la que los madrileños acudieron con "ganas de pasarlo bien y de aprender", comentaba un hombre mientras esperaba para entrar al Museo del Prado.
Velázquez, Goya o Murillo, eran tan sólo algunos de los autores de las obras clásicas que pudieron contemplar los asistentes a ésa pinacoteca.
Muy poco tenía que ver con esas pinturas la instalación de David Fernández "Alegoría en la que me jodéis con 10.000 putas velas", montada en el Museo Reina Sofía y en la que se invitaba al público a derramar cera caliente sobre el artista.
Tampoco pasó desapercibida la idea del artista dEmo, que situó enormes patitos de goma en las fuentes más importantes de la ciudad, como la de Cibeles.
En esta misma plaza, cualquier viandante podía recibir un sonoro beso a través de la demostración de afecto propuesta por Teresa Sapey, en la que una voz en off lanzaba "muacs" mientras se proyectaban labios en la fachada del Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid.
Muy cerca, en la Gran Vía, donde los peatones caminaban libres de tráfico, se abrían las puertas para entrar en exposiciones como la del fotógrafo Axel Hutte en el Edificio Telefónica,en el que también se instaló la obra "Comfort #6" de los creadores suizos Lang y Baumann: una gran pieza hinchable compuesta por tubos cilíndricos.
Pero no sólo los museos y las salas de exposiciones participaron en la Noche en Blanco. Incluso las salas de conciertos, como la Wurlitzer Ballroom o el Costello, ofrecieron una programación especial en esta cita con la cultura, a la que también se sumaron los teatros.
Así, el Teatro Real ofrecía a través de una pantalla gigante situada en el exterior del edificio "los mejores momentos del Real", un espectáculo que entretuvo a los cientos de personas que aguardaban para entrar a las cocinas del Palacio Real, dispuestos, según afirmó una mujer, a "esperar por lo menos dos o tres horas" por ver los reales hornos.
Distinto fue el público que observaba el espectáculo de fútbol "freestyle" del grupo Komball, que deleitó a los jóvenes que aguardaban a las puertas del Circo Price con un "fútbol urbano, adaptado a la calle", comentó el director audiovisual de una discográfica, Carlos García.
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