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Contador muestra quién manda en el Angliru

Por AGENCIAS
Actualizado 13-09-2008 19:24 CET

El corredor español Alberto Contador, del equipo luxemburgués Astana, se adjudicó la décimotercera etapa de la Vuelta a España'08 y pasa a ser el nuevo líder tras la disputa de la jornada que unió la localidad cántabra de San Vicente de la Barquera y el alto asturiano del Angliru, de 209 kilómetros.

Contador, de 25 años, sentó cátedra en la pared asturiana. Demostró su condición de mejor escalador del mundo con una subida trepidante que nadie pudo aguantar. Entró disparando, señalándose el pecho tras su heroicidad, en solitario, con un tiempo de 5h.52.34. Alejandro Valverde (Caisse d'Epargne), herido en su orgullo entró segundo a 43 segundos y tercero fue su compañero "Purito" Rodríguez a 57. A continuación cruzaron Levi Leipheimer a 1.04 y Carlos Sastre a 1.29, rendido ante el poderío del madrileño.

Contador se vistió de oro en la mítica cima del Angliru, donde los ganadores, como lo fueron antes Chaba Jiménez, Gilberto Simoni y Roberto Heras, se abren un hueco en la leyenda del ciclismo español. Y tomó impulso para poner su nombre junto al de Anquetil, Hinault, Merckx y Gimondi, los héroes que han ganado Tour, Giro y Vuelta.

"La Vuelta no está ganada hasta Madrid", dijo, prudente el ciclista de Pinto, un corredor que debutó con victoria en el Tour 2007, que triunfó en su estreno en el Giro 2008 y que lleva idéntico camino en su puesta de largo en la Vuelta. Impresionante.

Su hazaña tuvo lugar en Asturias, donde esquivó la muerte en 2004 cuando sufrió una caída por un cavernoma cerebral a la entrada de Infiesto. Remontó el puerto de la vida y ahora a 60 kilómetros de aquel accidente, firmó una victoria inolvidable.

El líder del Astana ya está de oro con su compañero Leipheimer a continuación a 1.07 minutos y Carlos Sastre a 3.01. El vencedor del Tour 2008 llegó tocado y casi hundido. "No tuve alegría sobre la bicicleta", dijo. Ezequiel Mosquera (Xacobeo) es cuarto a 4.19 y Alejandro Valverde quinto a 4.40. Diferencias apreciables, casi insalvables.

Una etapa Tour que nació a nivel del mar y desembocó a un paso del cielo, donde los pulmones echan de menos un poco más de oxigeno. Los altos del Ortigueiro (3ª categoría) y los de Arnicio y La Colladona, ambos de primera categoría, abrieron el apetito del pelotón, que anduvo entretenido en la persecución de tres anónimos, el francés Kern, el holandés Tjallingi y el eslovaco Jurco.

El Astana encendió la traca en el ascenso del Cordal. Los hombres de Contador tomaron al ritmo que tocaba el portugués Sergio Paulinho, un paso exigente, de desgaste, que redujo el pelotón a 20 unidades. El primer eliminado, con antelación, fue el vasco Igor Antón, el escalador del Euskaltel que soñaba con la victoria en el Angliru 24 horas antes, durante la jornada de descanso.

El de Galdakao aterrizó al trazar una curva a la izquierda en el descenso del Cordal y se marchó a casa. La esperada batalla perdía a uno de los pocos ciclistas que en materia de escalada se puede poner a discutir con Contador, un aspirante al podio.

"Bienvenidos al Olimpo del ciclismo", dice un cartel a pie del Angliru. Un anuncio del comienzo de la tortura que supone este puerto de 12,5 kilómetros que ofrece rampas hasta del 23,5% de desnivel. El Astana mantuvo la batuta. Ahora Kloden, después Rubiera, y luego Leipheimer y Contador de directores de orquesta. Los dueños del ascenso. Todo un recital.

Pero hubo rebelión en La Cuesta les Cabanes (21,5% de pendiente). Atacó Valverde, con cuentas pendientes. Se le pegó Contador, también "Purito" Rodríguez, pero no Leipheimer, ni Carlos Sastre, ya en el papel de perseguidores.

El golpe de mano llegó en Los Lugones (15,4%). El ganador del Giro sacó a relucir el molinillo para marcharse en solitario hacia la meta. Se ponía en marcha la exhibición del hombre volador. Ya no miró atrás, bastante tenía con salvar la marea humana y de ir abriendo diferencias. Valverde aguantaba en torno al minuto, cerca Leipheimer. Sastre puso su ritmo y no se cebó. El del Barraco cedió ante la superioridad del hombre que abría carrera.

Cuatro kilómetros de academia llevaron a Contador hasta la cumbre. También sufrió, es humano, dentro de una sensación de facilidad para trepar muros asfaltados. Un armónico baile sobre la bicicleta, gesto de tensión, que no de agonía, y sobre todo un ritmo que solo él puede imponer y aguantar.

Contador esprintó en el único momento benévolo del puerto más terrible de España. Quedaba la celebración y el paso en alfombra roja hacia su primera Vuelta, la de su debut. Una estrella que brilló a un palmo del cielo asturiano. Y lo que le queda.

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