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Contador irrumpe en la historia

EFE
Actualizado 21-09-2008 18:08 CET

Madrid.-  Alberto Contador ha vuelto a irrumpir en la historia con su pletórica juventud al imponerse en la Vuelta a España, lo que le convierte en el primer español que imprime en su palmarés las tres grandes por etapas, hazaña que le permite adelantar a Miguel Indurain en este apartado y poner su nombre al lado de leyendas del "club tres estrellas" compuesto por Anquetil, Merckx, Hinault y Gimondi.

El ciclista de Pinto, que cumplirá 26 años el Día de la Constitución (6 de diciembre), cumplió uno de sus grandes sueños junto a La Cibeles, diosa de la fecundidad de la tierra: conquistar la Vuelta de su país. Conquista teñida de paradoja, ya que "gracias" a que su equipo, el Astana, fue excluido del Tour, el madrileño no tuvo más remedio que agarrarse al Giro y a la Vuelta. En las dos dejó el sello de campeón y se impulsó hacia un futuro de infinito porvenir.

Si Rafa Nadal es el rey de la tierra raqueta en mano, Contador es el emperador del asfalto encima de una bicicleta, que representa su pasión, su gloria, el motor de su vida personal y deportiva. Los datos alejan cualquier debate. Ha ganado las tres últimas grandes en las que ha participado, y Giro y Vuelta en su debut. Sin discusión, con la autoridad y el dominio de un corredor singular, de largo alcance.

Hombre flaco, larguirucho, de tez morena y voz eternamente ronca, asegura que mantiene los amigos de siempre y que trata de ser el mismo que cuando no era nadie. En la competición no hay duda de ello, pues su ambición se refleja en su palmarés. Pero entrenándose con los amigos y compañeros de profesión, tampoco es que cambie mucho. Se pica con su sombra, incluso con un coche o un camión. Vamos, que vive la profesión desde que probó por primera vez una bici con 14 años bajo el impulso de su hermano mayor.

"En carrera demuestro mi personalidad y mi forma de entender el ciclismo". O sea, partidario del espectáculo, sobre todo cuando la carretera apunta al cielo, donde actualmente no tiene rival. Su capacidad para la escalada y su solvencia en las etapas cronometradas -fue campeón de España sub 23 en 2002, cuarto en los Juegos de Pekín, segundo en Navacerrada-, hacen pensar que este aficionado a los pájaros se ha convertido en el AVE del ciclismo español. ¿Empieza la Era Contador?.

"Eso dependerá de él mismo y de las personas que le rodean", dijo con tino otro campeón, Carlos Sastre, que sabe algo del tema. De momento el pinteño pulveriza récords. Atrás quedaron las etapas negras "por estar en el lugar inadecuado en el momento más inoportuno", aquellos episodios que le impidieron presentarse en sociedad en el Tour 2006, cuando el Liberty se fue para casa con la cabeza gacha.

Adoptado por el Discovery para el Tour 2007, heredó los galones de Armstrong para ganar su primera grande. Victoria no exenta de hechos polémicos. Se puso el maillot amarillo a falta de tres días tras la expulsión del líder, el danés Michael Rasmussen. Aquel año fichó por el Astana, envuelto en un gran palmarés de escándalos de dopaje, con Vinokourov como triste referencia.

Otra vez en el lugar equivocado, pues su nuevo equipo fue vetado para el Tour 2008, que no quería pringarse con la imagen del cuadro kazako. La decisión se llevó por delante a Contador, que, en esta ocasión, pasaba por allí. De nuevo a contrapié.

Como no hay mal que por bien no venga, aquel veto le catapultó a la gloria en unos pocos meses. El Giro le sacó de la hamaca playera, del buen sol andaluz, del ambiente de chiringuito y sombrero. Los italianos querían ver a Contador y le invitaron. Allí llegó el madrileño: vio, afiló la forma y en una última semana terrible de montaña, venció. Se puso el maillot rosa -ya para siempre- y puso su nombre junto al de Miguel Indurain, el único español que -hasta entonces- había conquistado Italia.

Del podio de Milán a los Juegos de Pekín. En la etapa en línea se fajó por los compañeros, el día que Samuel Sánchez sacó el oro junto a la Gran Muralla. En la cronometrada fue cuarto, a 8 segundos del bronce que le rebañó Levi Leipheimer, su compañero americano. En oriente dejó una experiencia inolvidable, pero era en la Vuelta donde estaba su objetivo, su ilusión, su reto histórico.

Un par de viajes a inspeccionar las etapas pirenaicas y las asturianas, sobre todo el Angliru, y una concentración en la sierra madrileña, pusieron a Contador a tono. Tras una semana de transición, avisó con tímidos ataques en La Rabassa y Pla de Beret. Encargó el maillot oro.

Y en el Angliru acudió puntual al momento cumbre de la Vuelta, ese que tenía marcado en el calendario con otro color. Levitó en el mítico puerto y se puso la prenda dorada, la suya. Un día después remató la faena en Fuentes del Invierno, el día que no dejó ganar al gallego Mosquera ante la indignación de su técnico, Alvaro Pino.

"A mí me gusta dejar ganar. Hay etapas que si puedo dejar ganar me saben mejor que la victoria. Me da exactamente igual que en mi palmarés ponga que tengo 8, 9 ó 10 victorias, no soy egoísta", dice Contador.

En definitiva, que gracias al Tour, Contador ha ganado el Giro y la Vuelta. "Será difícil que me vean en otra como esta", ya que su objetivo declarado es ampliar su leyenda en la 'grande boucle', "la mejor carrera, donde van los mejores". "Prepararla bien te impide hacer otra carrera de tres semanas, no haré dos una misma temporada", lamenta.

Contador, tercero de cuatro hermanos y en su niñez más inclinado al fútbol y al atletismo, ha ganado cuantas batallas se ha planteado. Ganó la partida a la muerte cuando en 2004 un cavernoma cerebral le asaltó en la Vuelta a Asturias; volvió a competir un año después con cinco victorias en su haber; se salvó de la quema en la confusa Operación puerto y en 2007 conquistó el Tour. Solo 14 meses después ya tenía el Giro y la Vuelta. Y un hueco en las páginas doradas de la historia.

Tras su desfile triunfal en Madrid, pasará de líder de la Vuelta a gregario en el Mundial de Varese. Y no se le caen los a anillos. "Tengo ganas de ir al Mundial a defender a mi país y a dejarme la piel para Freire, Valverde o Samuel, para que consigan la victoria. Eso es un orgullo", asegura.

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