Katie Holmes, la nueva musa de los andrajos

Desde que Katie Holmes dejó de ser Joey Potter y empezó a ser la sra Cruise, el mundo ha sido testigo de su sorprendente y progresivo cambio de look. Pasó de jovencilla sin mucho estilo, con una ropa y un peinado más bien anodinos, con los clásicos momentos extremadamente macarras propios de la juventud, a no salir de las más exclusivas boutiques del mundo, especialmente en los últimos dos años. En definitiva, era la típica evolución que más o menos todo el mundo experiementa, salvando las distancias con la gente normal, desde los peores momentos de la adolescencia hasta que se encuentra el estilo propio, alcanzada la veintena. Hasta que este verano todo se ha torcido y la Holmes ha perdido todo juicio estilístico intentando convertirse en trendsetter de algo, aunque sea de lo peorcito. ¿Qué le pasa a Katie?

En algunos medios se hacen eco de ese fervor que le ha cogido a la actriz desde que comenzó el verano por marcar estilo, casi una obsesión por sorprender cada semana (o cada día) con una nueva tendencia. ¡Y además la explota hasta la saciedad! Lo de los jeans remangados ya parece una broma, luciendo a diario lo que se supone que son los vaqueros de su marido Tom. Digo que "se supone" porque, de ser cierto, una vez remangados le llegarían por la mitad de la pantorrilla, dado que él es bastante más bajito que ella, pero en fin.

Da la impresión de que Katie está desesperada por pulir un estilo que, desde que los Beckham llegaron a Los Ángeles, la propia Victoria intentó hacer llevándola a desfiles y de compras. Al principio parecía que Holmes iba a imitar el look de la Posh: sólo ropa de diseñador, bolsos carísimos y exclusivos con lista de espera, zapatos Louboutin hasta para ir a por el pan… Parecía que Vicky había conseguido su criatura cual Frankenstein del mundo del lujo… Pero ella quiso volar sola y, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, los ensayos de este verano en Nueva York se han convertido en el campo de pruebas de esta nueva Katie independiente, segura de sí misma y abanderada del zarrapastrosismo.

Al ver que ella no fue pionera en aquello de los boyfriend jeans (fue su ex mentora, Victoria, un par de meses antes), se inventó lo de remangárselos para diferenciarse. Para complementar sus vaqueros dos tallas mayores, desafió al húmedo y agresivo calor neoyorquino rememorando la época grunge con camisas y chaquetas de punto (junto a estas líneas) como si fuera la cosa más normal del mundo. En realidad, esta costumbre no es nueva, ya que en otras ocasiones la hemos visto mucho más abrigada de lo necesario mientras que su hija va en tirantes o justo al contrario, en invierno sin abrigo y sin medias o directamente en palabra de honor aunque sea el mes de octubre y en París.

Además de esa fijación por ser la más grunge-desenfadada-comodísima de las últimas semanas —en algunos momentos incluso emulando la total dejadez tipo Mary-Kate Olsen nueva faceta de ¡diseñadora! Sí, a comienzos de agosto se presentó a un estreno de su marido en Los Ángeles con un extraño vestido de tubo y la parte superior con volantes de piel, que resultó ser una creación propia elaborada con la ayuda de su estilista Jeanne Yang. La tal Yang tiene que estar ahora bastante regularmente considerada, teniendo en cuenta las pintas de su clienta.

Finalmente, y atendiendo a esta repentina evolución hacia el feísmo o el zarrapastrosismo, según se dé la ocasión, podemos llegar a dos conclusiones. La primera es que Katie ha decidido abandonarse (cosa harto improbable) y dejar de arreglarse para siempre. La segunda, y más factible, es que quiere ser trendsetter le cueste lo que le cueste. El puesto de elegante-estrafalaria ya lo tiene la Beckham, el vintagismo de Kate Moss es inimitable y ya no es tan joven como Lindsay Lohan como para imponer un estilo juvenil, así que se ha agarrado como un clavo ardiendo a esto del easy-look. ¡Ánimo en tu cometido, Katie! Pero jubila ya esos vaqueros remangados que ya algunos hasta tenemos pesadillas con ellos.

* Ana Serrano es nuestra colaboradora de moda y belleza.