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¿Eres lo suficientemente mujer como para ser olímpica?

Por ERICA CHAVES / EUGENIA REDONDO (SOITU.ES)
Actualizado 15-08-2008 13:18 CET

La judoca española Esther San Miguel no pudo llevarse el bronce en Pekín. Finalmente, la francesa Stephanie Possamai se llevó la medalla, después de colocarse con ventaja a falta de un minuto. Sin embargo, lo más duro para San Miguel fue su adversaria brasileña, Edinanci Silva, con la que tuvo que "estar muy atenta" para no cometer fallos y poder contrarrestar su tremenda "fuerza". A la española no le falta sinceridad: "Sentí que estaba compitiendo con un hombre".

La deportista brasileña está acostumbrada a afirmaciones como ésta. Durante años, se las ha visto y se las ha deseado para demostrar que es una mujer. Para ello, tuvo que pasar varias veces por el quirófano para eliminar unas protuberancias que parecían testículos, así como someterse a un estricto tratamiento hormonal para reducir su nivel de testosterona en un 80%.

Eso fue en 1996. Hasta entonces, Edinanci no podía presentarse a ninguna prueba por una sencilla razón: no pasaba las pruebas de género. Así es. Si no bastaba con los controles antidopaje y los análisis de estupefacientes, a algunas mujeres cuyo aspecto físico es ambiguo (no así a los hombres), no les queda más remedio que pasar por una prueba que borre cualquier sombra de duda sobre su género.

Pekín se ha mostrado inflexible. Aunque este tipo de pruebas han sido muy criticadas tanto por la humillación que suponen para las deportistas, como por su dudosa efectividad. ¿Cómo puede ser esto? Según explica el psiquiatra Benito Peral, son frecuentes los casos de mujeres que son mujeres sin lugar a dudas, pero que su carga de cromosomas se corresponde a la de un varón. "Estos casos los encontramos, sobre todo, después de realizar análisis cromosómicos a parejas con problemas de fertilidad", explica Peral, quien defiende que las mujeres que padecen este tipo de anomalías (disgenesia gonadal, mosaicismo, síndrome de Klinefelter, SIA o seudohermafroditismo, entre otros, que no determinan el género) no deberían saber nunca esto por el trauma que supondría para ellas.

Es lo que les ha ocurrido a algunas deportistas, que han tenido que enterarse de su "secreto", por culpa de los estrictos controles de género a los que están sujetas algunas competiciones, como los Juegos Olímpicos.

En los Juegos de la era clásica no existía ese problema. Sólo competían hombres. Y punto. Una vez instauradas las competiciones olímpicas en la era moderna, en 1896, surgió el dilema. ¿Cómo estar seguros de que no nos dan gato por liebre? Muy fácil: se pedía a las deportistas que desfilaran desnudas para verificar su sexo. Esta práctica, tremendamente humillante, pemaneció durante años.

No fue hasta México 1968, cuando se sustituyó el incómodo examen visual por una serie de pruebas genéticas que tenían por objeto detectar la presencia del cromosoma Y —considerado característico de los hombres— o la presencia de un gen conocido como SRY, que supuestamente es el causante de la diferenciación sexual masculina.

Desde entonces, este tipo de exámenes ha evolucionado mucho. Sin embargo, no son del agrado de todos, ya que un grupo considerable de expertos genetistas, endocrinos y miembros de la comunidad médica en general, están convencidos de que esta prueba no sólo no es cien por cien fiable, sino que puede llevar a actos de discriminación gratuita.

Por este motivo, entre otros, los exámenes de género fueron eliminados por algunas federaciones deportivas internacionales, y hasta el propio Comité Olímpico Internacional (COI) reconoce desde 1999 que "existen múltiples inconsistencias médicas" en torno a ellas. Pero Pekín no lo tiene claro y ha decidido seguir adelante con las pruebas.

Un momento muy traumático

Edinanci está acostumbrada a pasar por este proceso. Sin embargo, no fue fácil. Fue en Atlanta 1996. La prueba para confirmar su sexualidad dejó a la deportista muy afectada, por lo que no obtuvo los resultados deseados. El caso de esta brasileña no es, ni mucho menos, el único. En la historia olímpica existen otros casos en los que el sexo de las atletas ha sido un problema.

  • María José Martínez Patiño: El caso de esta española es uno de los más conocidos. La Federación Española de Atletismo le retiró la licencia para competir en 1986, después de que unas pruebas revelaran que Martínez Patiño poseía cromosomas xy, propios del sexo masculino. El que fuera durante esos años médico de la Federación, Eufemiano Fuentes, aseguró que el caso de esta atleta "es de carácter congénito, es decir, que no ha adquirido la anomalía en el transcurso de su vida, sino que existía ya en el momento de nacer". Martínez Patiño fue plusmarquista nacional de los 60 metros vallas y fue, finalmente, rehabilitada.
  • Santhi Soundarajan: En 2006, esta atleta india consiguió la medalla de plata en los 800 metros de los Juegos Asiáticos. Sin embargo, algunos de sus rivales dieron la voz de alarma y Soundarajan tuvo que pasar un test de sexo. Los resultados aseguraban que la atleta poseía "un número más elevado del permitido de cromosomas Y", por lo que el Comité Olímpico de la India decidió devolver su medalla.
  • Stella Walsh (Stanislawa Walasiewicz): Walsh fue campeona olímpica de los 100 metros en Los Ángeles 1932 y subcampeona en Berlín 1936. En 1980, murió de un disparo en el asalto de un supermercado y la autopsia descubrió que poseía órganos sexuales masculinos.

Esto sí es fraudulento

Según han reconocido las autoridades chinas, el laboratorio de Pekín es la herencia del pasado, cuando la Alemania nazi, y más tarde los países de la órbita soviética comenzaron a estar bajo sospecha de dopar a sus deportistas, y de hacer competir a hombres suplantando a mujeres para obtener ventaja.

En realidad, sólo se conoce un caso que demuestre que esto era cierto, el del atleta alemán que se inscribió en los juegos de 1936 con el nombre de Dora Ratjen. La supuesta deportista quedó la cuarta en salto de altura. Veinte años más tarde, Ratjen desveló el secreto. Su verdadero nombre era Hermann Ratjen y, según relató, fue obligado por las autoridades nacional socialistas a participar en los Juegos como una mujer.

En la órbita soviética, la trampa era otra. Estos países también estaban en entredicho por el dopaje y por los tratamientos hormonales tan radicales a los que sometían a sus deportistas mujeres, hasta el punto de que estas se masculinizaban. El caso más conocido es el de la lanzadora de peso Heidi Krieger, hoy Andreas Krieger, casado y con una hija adoptada del primer matrimonio de su esposa. Los estrictos tratamientos a los que fue sometida —muchos de ellos elaborados por la propia RDA— fueron transformándola físicamente hasta que Heidi comenzó a sentirse más cómoda como hombre que como mujer. Años más tarde, la atleta completó su transformación en un hombre.

Algo así le ha ocurrido a la nadadora brasileña Rebeca Gusmao, que ha sido suspendida por dos años. Antes de hacerse las pruebas de género, los análisis de dopaje dieron positivo. A Gusmao, el exceso de testosterona le ha impedido acudir a los Juegos de Pekín.

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