MADRID.- Entender una etiqueta de ingredientes de un paquete de bollos de chocolate es una tarea bastante complicada. Más difícil aún es saber si contiene grasas trans, las más malas de la película en la lucha por seguir una alimentación sana.
Lo hemos comprobado recorriendo las estanterías de un hipermercado: entre los variados componentes de la mayoría de productos de bollería industrial, nos encontramos con que casi todos contienen "grasa vegetal hidrogenada". Bajo esta denominación se suelen esconder las temidas grasas trans. Lo mismo ocurre con canelones precocinados, patatas fritas ultracongeladas, cereales de chocolate, golosinas, patatas fritas, e incluso las pastillas de caldo concentrado. Esta ambigüedad produce gran confusión en los compradores, como han denunciado asociaciones de consumidores.
Pero la confusión no acaba ahí: según Raquel Bernacer, nutricionista de Unilever, empresa responsable de varias marcas alimenticias como Flora o Knorr, el que en la etiqueta de un alimento aparezca "grasas hidrogenadas" no tiene por qué significar que tenga ácidos grasos perjudiciales, ya que si se lleva a cabo una hidrogenación completa de las grasas vegetales, éstas se convierten en saturadas, y no se generan trans. Según esto, sólo cuando leemos "grasas parcialmente hidrogenadas" debemos entender que contiene trans. Sin embargo, desde la Fundación Española de Nutrición (FEN) aseguran que siempre que aparezca "hidrogenadas", es indicativo de que el producto sí contiene grasas trans, aunque puede ser una cantidad ínfima.
Y es que en nuestro país no existe aún legislación que regule la necesidad de especificar la cantidad de grasas trans que contiene un producto. En EEUU, la ley obliga desde 2006 a detallar esta proporción en todas las etiquetas de alimentos. Por ello, las empresas estadounidenses de comida rápida, como Burger King, deben concretar estos datos: por ejemplo, si nos tomamos una hamburguesa Big King, unas patatas fritas grandes, un refresco y un brownie de postre, estaríamos ingiriendo 2,8 gr. de grasas trans 1. Un consumo habitual de este menú puede suponer un riesgo para la salud.
¿Cómo funcionan las trans? "Se trata de grasas insaturadas que actúan como saturadas", explica la FEN. Los efectos dañinos de las trans han sido ya probados científicamente; los más conocidos se refieren al aumento del colesterol "malo", y la disminución del "bueno". Especialmente preocupante es el caso de la alimentación infantil; casi todas las golosinas de fabricación industrial contienen grasas trans; por ello es importante vigilar de cerca el consumo de chucherías por parte de los más pequeños. Es uno de los objetivos del programa Perseo, de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), que trabaja por la prevención de la obesidad y por la alimentación saludable de los escolares.
Preguntamos a la FEN sobre el tema del etiquetado; "es bastante complicado hacer llegar a la población general qué son exactamente las trans, cómo se generan, y por qué son dañinas, y tampoco se trata de crear una alarma general". Además, la ingesta de estas grasas en la población europea es bastante menor que el de grasas saturadas: entre 0,5% y 2% del aporte nutricional diario, frente a un 10,5% - 18% de grasas saturadas, según la agencia europea de seguridad alimentaria. El problema, en efecto, no está en el consumo ocasional, sino en el abuso de productos que contengan este tipo de grasas.
Los ácidos grasos trans se encuentran en algunos alimentos de manera natural, como en ciertos tipos de leche. Pero también se crean de forma artificial como resultado de la hidrogenación. La hidrogenación es un proceso que se utiliza en la industria alimentaria para transformar los aceites vegetales líquidos en grasas sólidas. "Consiste en bombardear con hidrógeno los ácidos grasos de un alimento", explica Nagore Lázaro, nutricionista. Como resultado de este proceso químico se consigue una grasa más resistente a la oxidación, por lo que tarda más en volverse rancia. Pero la hidrogenación provoca la transformación de esas grasas en grasas trans, con una estructura química artificial ajena al organismo humano.
Hay alternativas al proceso de hidrogenación que obtienen los mismos resultados sin generar ácidos trans. Por ello, muchas empresas alimentarias se vienen esforzando desde hace años por reducir la presencia de estos componentes dañinos. En la página web de Pepsico, empresa responsable de muchas marcas de patatas fritas y snacks, especifican que ninguno de sus alimentos contiene grasas trans. También los fabricantes de margarinas han tratado de reducir al máximo la presencia de estas grasas en sus productos, y lo detallan en la información nutricional de las etiquetas. "Estos métodos alternativos son costosos", nos explica Raquel, de Unilever. Pero el gasto compensa a largo plazo, ya que los consumidores se preocupan cada vez más por vigilar lo que comen, y tienen en cuenta lo saludable que es un producto a la hora de comprarlo.
Aún así, en muchos productos es inevitable que en la elaboración se genere una cantidad mínima de grasas trans, como resultado de calentar los aceites vegetales.
Tras la prohibición de las grasas trans en los restaurantes de California, nos preguntamos cómo están las cosas aquí en Europa. El tema es objeto de debate en la Comisión Europea, que quiere llevar a cabo una política que favorezca la reducción de la ingesta de nutrientes que supongan un riesgo para la salud cardiovascular, en especial de las grasas saturadas y trans. Dinamarca limitó la cantidad de grasas trans que podían contener los alimentos vendidos en el país a no más de un 2%. También Suiza aprobó recientemente una medida similar, tras publicarse un estudio que mostraba que más de un tercio de 120 productos analizados contenía un porcentaje excesivo de ácidos grasos trans. Sin embargo, sería necesaria una legislación a nivel europeo que regulara al menos el etiquetado, de modo que se detallen los componentes grasos de los alimentos. Pero aún no hay unanimidad.
En España está pendiente la reforma de la Ley de Seguridad Alimentaria. Uno de los puntos a desarrollar es la reducción de los niveles de grasas trans y grasas saturadas en la elaboración de los alimentos. De momento no se ha decidido ninguna medida concreta; la AESAN explica que, hasta que no se decida una política común europea, no se pondrá en marcha tampoco aquí en España.
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