Con fuertes expectativas creadas por un corto que casi recibió un Oscar, Nacho Vigalondo trae su primer largometraje. Y lo cierto es que tanto Volpini como Etxea coinciden: un "guión preciso, perfecto". Hemos hablado con él.
Un absurdo rompecabezas con el tiempo nos propone Nacho Vigalondo en su primer largometraje. De los efectos colaterales de ese escondite mal jugado nos advierte con una mirada irónica 'Los Cronocrímenes'. El motor del disparate es un artilugio lúdico y lúcido como esos que imaginaba Borges y con los que al escritor le gustaba coquetear sobre las infinitas imposibilidades del tiempo como coartada. Su nombre lo dice todo: el dios que marca las horas nos devora o nos mata. La premisa: si viajamos, aunque sean unos minutos, hacia atrás comprobaremos que ya hemos vivido esta nada en la que estamos inmersos. Cada cual que saque sus consecuencias. El espectador, al menos, debe aprovechar para pasar un buen rato y reírse del embrollo que encierra la trama entre el suspense con humor y la ciencia ficción. Quien alienta el conflicto en 'Los Cronocrímenes' es un científico de pacotilla que prueba su invento. El resultado del experimento es un desastre chapucero que nos hace pensar en las frágiles aguas sobre la que discurre y se nos escapa la existencia.
No estoy seguro de si esta película responderá a las expectativas que el realizador cántabro despertó con '7.35 de la mañana', aquel fabuloso corto en el que también jugaba con el reloj de la muerte. Fue candidato al Oscar. Lo cierto es que 'Los Cronocrímenes' es una película original que quizá se le ha ido un poco de las manos por una excesiva presencia del autor. Vigalondo es guionista, director y hace de científico en un duelo interpretativo con Karra Elejalde, quien está, por cierto, dramáticamente cómico. Hasta en sus carencias, en su precariedad, este premiado estreno en Sundance y otros festivales de cine independiente —el español, casi siempre lo es, fuera de nuestras fronteras— es una curiosidad que bien podría servir al director como uno de esos ejercicios de afilar los lápices. Afinando el diapasón para realizar un estupendo segundo largometraje. Si es así, objetivo cumplido. Le esperamos a la próxima.
Nacido para matar. Aunque no quiera. Cuando uno tiene ese problema lo mejor que puede hacer es no moverse. Quedarse en el útero materno. Y matar a la madre. O sea que matar, en cualquier caso. Normalmente, naces para morir. Naces mucho y mueres muchas veces. ¿Trata 'Los Cronocrímenes' de esto? No. No trata. Pero trata del tiempo. Y en el tiempo hay tiempo para todo. Vuelves atrás, y hay tiempo. Adelante, y hay tiempo. No te mueves, y hay tiempo. El tiempo pasa, aunque tú te estés quieto. Corres, y corre el tiempo, pero corre a su ritmo. La única manera de cogerle es correr contra el tiempo. Y eso el que no te deja hacerlo es, justamente, el tiempo.
Nacho Vigalondo ha usado el tiempo a su favor, y lo ha hecho de un modo inteligente. Riguroso. Quienes echan pestes de la película, que los hay, no podrían hacerlo a partir del guión. Quizá lo decidieron antes de que el guión estuviera escrito. Los prejuicios: una vía para adelantarse al tiempo. Mantenerlos: ir retrasado sobre el tiempo. Pensando, en ocasiones, que eso nos preserva del tiempo. Guión preciso, perfecto, que no deja un solo cabo suelto. ¿Dónde va el coche del final? A cerrar la película. ¿Y Héctor? Crece. Película que agradece verse una segunda –y una tercera- vez: se disfruta más que la primera. Estupenda Candela Fernández: es muy difícil dar el papel en unas pocas réplicas. De Bárbara Goenaga, apenas entrevista, hay en ella una protagonista enorme, y si no, al tiempo.
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros críticos de cine.
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