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Dos miedos en la crítica arquitectónica: uno, a la risa…

Por DIEGO FULLAONDO* (SOITU.ES)
Actualizado 28-06-2008 10:23 CET

Con ocasión de la inauguración de la Expo de Zaragoza he tenido la oportunidad de leer, en casi todos los periódicos nacionales, la crítica del evento que han realizado diversos arquitectos. Yo mismo, expuse mi punto de vista gracias a una visita a las obras que tuve la oportunidad de realizar hace un par de meses. Observando el conjunto de lo escrito, hay dos curiosas coincidencias, casi generalizadas, que me gustaría destacar. La primera, me produce lástima y la segunda, una honda preocupación.

¿Qué tiene de malo lo lúdico? ¿Qué es lo que tiene aquello que pretende fundamentalmente divertir, que provoca esta tremenda hostilidad en los sesudos críticos?

Hace un par de años un amigo arquitecto entregó a los vecinos de Parla una mínima obra de urbanización que había proyectado. En una zona dura, de aquellas que suelen denominarse como deprimidas y degradadas, había colocado unos grandes cubos clavados en el pavimento, desordenados, en distintas posiciones, con ángulos de inclinación diferentes, y por supuesto, pintados en colores llamativos (recurso clásico y barato de cualquier actuación de carácter social). Durante el acto protocolario de inauguración, un perverso periodista preguntó al concejal el porqué de aquellos bloques de hormigón mal ejecutados que entorpecían la circulación y no servían para nada. Viendo que se hundía su gran momento de captación de votos, el aterrorizado concejal trasladó la pregunta al arquitecto. Mi amigo, tras un momento de duda, pidió a su hostil auditorio que girara sus cabezas para contemplar la obra. Decenas de niños de los grises edificios que delimitaban el interbloque urbanizado, habían bajado de sus casas, para saltar, deslizar, y en definitiva, jugar alrededor de los inútiles cubos de colores. Entonces, contestó a la pregunta: "Sólo para intentar hacer un poco más feliz a la gente".

Algo se me debe de escapar a mí, cuando la mayor parte de los críticos a los que he leído consideran poco menos que un delito este carácter lúdico de la Expo. Que si Disneylandia, que si parque de atracciones… No lo entiendo. Me produce lástima como decía. ¿Es obligatorio ser serio y aburrido para tener algún valor? Creo que:

  1. Estas críticas exceden con mucho el ámbito de lo arquitectónico. Deben provenir de cierto tipo de ideología integrista o trauma infantil que me reconozco incapaz de diagnosticar.
  2. En el caso de la Expo de Zaragoza en particular (frente a otras exposiciones, me refiero) se ha hecho un especial hincapié en acotar el área lúdico-delictiva pura, reservando la mayor parte de las edificaciones planteadas, para su reutilización posterior, seria y productiva. De tal forma que, suponiendo que todas las expo fueran culpables, ésta lo seria, por decirlo así, mucho menos.
  3. Finalmente, teniendo como tiene un fin loable, el agua y la sostenibilidad, parece ya bastante universalmente aceptado en pedagogía, educación y comunicación que el juego, lo lúdico, resulta ser uno de los mecanismos más efectivos, para hacer tomar conciencia a la gente de una situación determinada. Niños y mayores. Por supuesto, se podría haber publicado un libro gordo y obligar a la gente a estudiárselo. Es más barato y puede que hasta más sostenible, si se hace con papel reciclado. Pero, seguro que es menos efectivo.
  4. Recuerdo la magnífica novela de Umberto Eco, 'El Nombre de la Rosa' (y la excelente película de Annaud con Sean Connery). Las discusiones sobre la naturaleza de la risa entre el franciscano Guillermo de Baskerville y el bibliotecario ciego, Jorge de Burgos, que, finalmente, constituyen la clave de los crímenes de la abadía pueden ilustrar muy bien esta polémica. "La risa libera al aldeano del miedo", y sin el miedo, no hay poder, argumentaba el aterrador Jorge. Afortunadamente, con el paso de los siglos, en la Iglesia Católica se han impuesto mayoritariamente las tesis de Connery. Por lo que se ve, no ocurre lo mismo con gran parte de la crítica arquitectónica, que parece seguir considerando todo aquello que se fundamente en lo lúdico, como una «corrupción del cuerpo». De la arquitectura, supongo. Lo que no tengo claro, es el poder que desea mantener.

*Diego Fullaondo es arquitecto y uno de los directores del estudio IN-fact arquitectura.

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