Roma.- El Parlamento Europeo (PE) atribuye a la especulación la mayor parte de la responsabilidad en la crisis alimentaria, dijo hoy el presidente de la Comisión de Desarrollo, Josep Borrell.
"La especulación en los mercados financieros de futuros ha sido en los últimos meses un importante acelerador de los precios", declaró Borrell ante la cumbre sobre la crisis alimentaria que se celebra en Roma.
Borrell explicó que "cuando el precio del arroz pasa de 400 a 1.000 dólares la tonelada en cinco semanas, es absurdo culpar a los biocarburantes, entre otras razones porque el arroz no se usa para producirlos, ni a ninguna otra variable física".
Por ese motivo, aseguró que "el crecimiento exponencial de los precios en los últimos meses es el resultado de anticipaciones especulativas".
"En plena escalada de precios, el capital de los fondos de inversión en productos agrícolas europeos se multiplicó por cinco y por siete en los mercados agrícolas americanos. Los mismo ocurrió con el número de contratos de futuros", continuó.
Como ejemplo de que "la actividad especulativa se ha trasladado a los alimentos ante las tensiones de escasez", Borrell expuso "los impúdicos anuncios de algunos bancos europeos invitando a sus clientes a invertir para sacar provecho de los efectos del cambio climático y del encarecimiento de los alimentos".
Borrell defendió así el uso de los biocarburantes, en especial los de segunda generación y recordó que la UE mantiene su objetivo de que éstos aporten el 10% de los combustibles líquidos en el 2020, "siempre que su producción se someta a estrictos criterios de sostenibilidad e impulsando la producción de los de segunda generación".
En cuanto a cómo paliar la crisis alimentaria, Borrell señaló que es necesario corregir las políticas agrarias para que los agricultores produzcan a nivel local en los países en desarrollo.
En ese sentido reconoció un fracaso de las políticas fomentadas anteriormente por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que arruinaron la producción de alimentos para la población de los países en desarrollo, mientras en los industrializados se subvencionaba a los propios agricultores.
"Cuando la tonelada de trigo valía cincuenta dólares, ningún agricultor de un país en desarrollo podía resistir la competencia de la importación, abandonaba el campo y se convertía en un pobre urbano. Y ahora, a 400 dólares la tonelada, ni las clases medias de esos países lo pueden comprar", aseguró Borrell.
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