Mientras la población planetaria aumenta a un ritmo del 1 al 2% al año, la producción agrícola comienza a quedarse corta y las tierras productivas se conforman como inversiones apetecibles. No sólo para garantizar la seguridad alimentaria de los países ricos con déficit de producción, sino también para inversionistas espabilados que esperan embarcarse en una actividad lucrativa. No estamos hablando de invertir en plantaciones de soja en países como Brasil sino en un claro interés por controlar las tierras agrícolas mundiales.
Por lo general, los alimentos son cada vez más escasos y caros en el mundo. La crisis alimentaria está empujando a los países con recursos financieros, pero con poca agua y suelos aptos para la agricultura, a comprar tierras en el extranjero. El ranking de los países más involucrados en la adquisición de tierras agrícolas en este momento está encabezado por Corea del Sur (que ha adquirido 2,3 millones de Hectáreas), seguido por China (2 millones Ha.), Emiratos Árabes Unidos (1,2 millones Ha.) y Japón (324.000 Ha.).
El informe publicado por la ONG Grain muestra como los países dependientes en gran medida de importaciones de alimentos están comprando vastas áreas de tierras agrícolas con objeto de aumentar su producción y tener seguridad alimentaria a largo plazo. Pero además, no son pocos los inversionistas privados atraídos por la oportunidad que hay de sacar beneficios de una inversión a tiempo en grandes superficies de tierras agrícolas.
Como cuenta Sue Brandford, de la ONG Brain, "con la crisis alimenticia del último año —en la que no sólo el precio de la comida se disparó en el mercado mundial, sino que países como India y Vietnam suspendieron temporalmente las exportaciones de arroz—, aquellos países que dependen de las importaciones para alimentar a su población se pusieron muy nerviosos y ahora compran terrenos fuera de sus fronteras para evitar en un futuro la escasez de alimentos".
Los países del Golfo, por ejemplo, importan el 80% de sus alimentos básicos. Debido al aumento exponencial de sus precios a nivel mundial, gobiernos e inversionistas privados de los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Kuwait, donde la producción primaria es muy limitada pero tienen grandes ingresos por las exportaciones de petróleo, están negociando compras multimillonarias de tierras en el extranjero. El objetivo es poder producir su propia comida para después transportarla a sus países sin pasar inevitablemente por los mercados internacionales.
Este fenómeno se está convirtiendo en una verdadera tendencia mundial de acaparamiento de tierras y producción agrícola. China, que ha perdido muchas de sus tierras arables debido al aumento de los usos industriales y la urbanización, está negociando activamente y ha firmado ya 30 acuerdos de cooperación con gobiernos de México, Tanzania, Australia, Laos, Kazajistán, Brasil y Surinam.
Camboya se ha posicionado como una solución: de los 6 millones de hectáreas de suelos aptos para la agricultura, sólo 2,5 millones están en explotación, según el gobierno. Así que este país está negociando con las delegaciones del Golfo y espera acordar concesiones por valor de 3.000 millones de dólares con Kuwait y Qatar. Laos ya ha firmado acuerdos correspondientes al 15% de sus tierras arables y Libia se ha asegurado 250.000 hectáreas en Ucrania a cambio de petróleo y gas.
Recientemente, la firma surcoreana 'Daewoo Logistics' anunció sus planes de adquirir una concesión por 99 años de 1,3 millones de hectáreas en Madagascar —más o menos la mitad de la superficie de Bélgica y la mitad de las tierras fértiles de este país—. Corea del Sur, un país densamente poblado y pobre en recursos naturales, es el cuarto importador de maíz y está entre los diez primeros importadores de soja. De este modo, los planes de Daewoo consisten en, para el año 2023, producir en este país 5 millones de toneladas de maíz al año con mano de obra sudafricana que serán enviadas en su casi totalidad a Corea del Sur para reemplazar la mitad de las importaciones nacionales.
Los posibles compradores son recibidos por los países en desarrollo con entusiasmo y desesperación por tener acceso a algo de capital. Para la organización Grain, "muchos países en desarrollo ven en la venta de sus tierras una oportunidad de hacer dinero rápidamente, y tener unos ingresos garantizados". Pero esto, se está convirtiendo en una nueva forma de colonialismo que aumenta el conflicto y la pobreza, pues las tierras fértiles se están privatizando y concentrando cada vez más a nivel mundial. En el aspecto ambiental, impera el monocultivo, y la deforestación es un impacto demostrado.
Como cuenta esta ONG que defiende la biodiversidad agrícola, "esta situación tiene consecuencias muy serias para la población de los países pobres y para el mundo en general: por una parte, millones de familias están perdiendo sus tierras y se ven obligadas a emigrar a las ciudades". De esta forma, "parece que aumentar la seguridad alimentaria en un país desarrollado supone reducirla en otro más pobre". Brandford añade que el segundo efecto que tiene este sistema de acaparamiento mundial de tierras es la pérdida de riqueza y biodiversidad de la tierra: "el monocultivo destruye estos ecosistemas, justo en el momento en el que más necesitamos conservar nuestra riqueza natural ante el cambio climático".
Además, las negociaciones suelen ser desiguales, ya que esta especulación sobre las tierras productivas tiene un gran impacto en los pequeños agricultores. Camboya ya está inmersa en disputas por la propiedad de la tierra denunciadas desde hace tiempo por Amnistía Inernacional, los campesinos de Pakistán, por su parte, se han movilizado en contra de la compra de tierras en Punjab por parte de Qatar, Paraguay ha aprobado una ley para prohibir la compra de parcelas por extranjeros y el Congreso de Brasil está planteándose limitaciones parecidas.
'Al-Qudra Holding', una compañía basada en Abu Dhabi, planea haber adquirido a finales de este trimestre 400.000 hectáreas de suelos aptos para la agricultura en países africanos y asiáticos. Meles Zenawi, el primer ministro de Etiopia declaró recientemente en medios internacionales que su país está dispuesto a proveer de centenas de hectáreas de tierras agrícolas a los inversionistas del Golfo Pérsico que así lo deseen.
*Piedad Martín es especialista en desarrollo y medio ambiente y trabaja en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Colombia.(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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