TOKIO (JAPÓN).- Por fin en Tokio. Impresionantes imágenes se suceden ante mí, neones y más neones, edificios futuristas, pero sobre todo gente, mucha gente. Un auténtico ejército de mujeres y hombres menudos cruza el mítico 'Cruce de Shibuya', el mismo que Scarlett Johansson atravesaba en la película «Lost in Translation» y que nos da sólo cierta idea de la dimensión de esta urbe mastodóntica de 12 millones de habitantes. Todo en Tokio parece excesivo, sin término medio, jóvenes tokiotas vistiendo las prendas más excéntricas que nunca jamás hayas visto, mujeres ataviadas con el tradicional kimono japonés luciendo imponentes obis bordados…
De momento y aunque sorprendente, todo lo que veo se ajusta a lo que siempre había imaginado que seria Japón. Pero toda esta previsibilidad se rompe de inmediato y curiosamente respecto a una de las cosas sobre las cuales uno nunca espera encontrar nada insólito: el váter; sí, habéis leído bien, el váter, o llamémoslo inodoro, excusado... ese artilugio que aunque fundamental, incluso trascendental diría yo para nuestras vidas, ha quedado relegado a ocupar un espacio secundario e insignificante en nuestro cuarto de baño. En Japón mi perspectiva de los váteres cambió radicalmente, hasta el punto de preguntarme si en el resto del mundo no estamos subvalorando algo de tan vital importancia.
Todo empezó cuando tras un largo paseo por la ciudad paramos a recargar fuerzas en un café cualquiera. Una visita al baño se hacia obligatoria y cuando entré…ahí estaba… majestuoso, imponente, un váter japonés con un sofisticado cuadro de mandos incorporado. Lógicamente, mi primera reacción fue de desconcierto, supongo que un cierto miedo a lo desconocido me invadió de repente, porque, ¿el procedimiento que había que seguir seria el mismo que con el resto de los váteres que hasta ahora había conocido?, ¿habría una técnica especial para realizar las acciones escatológicas en el Lejano Oriente?. Sea como fuere decidí investigarlo y ahondar sobre este fascinante objeto, así que durante mi viaje exploré algo más de 20 inodoros en diferentes ciudades japonesas. Mientras mi compañero de viaje se dedicaba a fotografiar templos y jardines 'zen' yo fotografiaba compulsivamente váteres y más váteres. A continuación, un resumen de las funciones más usuales que encontré en los sofisticados excusados japoneses:
En fin, encontré váteres con alarma, con mando a distancia, algunos disponían de un extraño botón del que salía una voz hablando y que nunca llegué a descubrir para que servía… Viendo todo esto, me pregunté en más de una ocasión si los japoneses no considerarán el váter casi como un objeto fetiche. No sé. Lo que no cabe duda es que Japón, los japoneses son diferentes, únicos, sorprendentes y para muestra este botón que, aunque en clave de humor no deja de darnos una idea de lo apasionante que es viajar y poder aprender sobre otros países y culturas. Y por cierto, lo tengo claro, si algún día decido cambiar el váter de mi casa, ¡lo haré sin dudarlo por uno japonés!.
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