Nueve días después de que el devastador ciclón 'Nargis' azotara el sur de Birmania, la ayuda internacional sigue entrando en el país con cuentagotas. La Junta que gobierna el país asiático permitió hoy lunes aterrizar en la capital, Ragún, al primer avión estadounidense, al que precedió otro aparato de la organización humanitaria Médicos sin Fronteras cargados con agua, mantas, material médico, mosquiteras y otros productos básicos.
Sin embargo, los militares continúan aferrados a su postura de considerar aceptable la ayuda internacional, pero no a los trabajadores humanitarios extranjeros ni a los especialistas internacionales en desastres. Eso, a pesar de que, según estiman las ONG, puede haber 100.000 muertos y un millón y medio de damnificados. En palabras del ministro de Exteriores británico, David Milliband, "un desastre natural se está convirtiendo en una catástrofe humanitaria de dimensiones auténticamente épicas".
Hasta ahora la comunidad internacional se ha limitado a rogarle a la Junta Militar. Pero rogar no ha llevado muy lejos. El lento goteo de la ayuda empieza a agilizarse, pero para miles de personas llega demasiado tarde y para otros cientos de miles es insuficiente.
Naciones Unidas ha protestado porque esta negativa del Gobierno birmano a aceptar la ayuda internacional no tiene precedentes. Y algunos políticos, como Bernard Kouchner, ministro de Exteriores francés y fundador de Médicos sin Fronteras, parece considerar que una situación sin precedentes requiere medidas sin precedentes.
Kouchner ha reclamado a la ONU que insista en obtener acceso humanitario a Birmania y ha invocado dos principios: el derecho a intervenir en situaciones catastróficas, algo aceptado por la Asamblea General en la década de los noventa, y el "deber de proteger" a las víctimas del genocidio, la limpieza étnica, los crímenes de guerra y contra la humanidad.
La propuesta ha dividido a las agencias, según señala el consultor en cuestiones humanitarias y experto en refugiados Richard Williams: "Algunas ONGs internacionales consideran que el gobierno birmano ha fracasado en el deber de proteger a sus ciudadanos y por tanto creen que la comunidad internacional debe adoptar medidas en la línea que propugna Kouchner". Para este sector de los humanitarios, forzar la entrada de la ayuda sería una aventura arriesgada, pero presentar la soberanía nacional como justificante para no hacer nada sin el consentimiento de la Junta militar equivaldría a permitir que el régimen cometiera crímenes en masa.
"Otras organizaciones se oponen a lo anterior", explica Williams "Opinan que el deber de proteger se circunscribe a los apartados de genocidio, crímenes de guerra, etc y no a desastres naturales. Creen, además, que la petición de Kouchner se produce en un mal momento: cuando están intentando desesperadamente negociar con el gobierno de Rangún acceso al país y cuando cada minuto cuenta, no es la mejor ocasión para antagonizar a los militares".
El dirigente del exilio birmano Soe Aung se mostraba hoy también partidario, en declaraciones recogidas por el diario El País, de que el Consejo de Seguridad de la ONU, como requiere Francia, recurra a la claúsula de reponsabilidad de protección para forzar la entrada de ayuda. Este principio de la ley internacional fue respaldado unánimemente por todos los miembros de Naciones Unidas en el 60 aniversario de la organización celebrado en el 2005. Pero muchos gobiernos lamentan ahora haber dado ese apoyo.
"Los humanitarios creemos en el deber de injerencia para proteger a los civiles, pero la verdad es que en este caso es poco realista esperar que la ONU respalde una introducción forzada de la ayuda", señala Silvia Hidalgo, directora de Dara, una organización especializada en la evaluación de la acción humanitaria. "Para empezar, China y Rusia, se opondrían, por las implicaciones sobre la merma de la soberanía territorial. Además, los países occidentales suelen mostrarse más reacios a implementar el principio del deber de proteger que los receptores".
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