Pamplona.- La corporación pamplonesa, con la alcaldesa Yolanda Barcina a la cabeza, renueva esta tarde el Voto de la Ciudad a las Cinco Llagas, un acto litúrgico que se celebra de forma ininterrumpida desde 1600 en agradecimiento al cesa de la epidemia de la peste.
Se trata del único acto de la Semana Santa en el que participa la Corporación de forma solemne, un acto institucional al que los munícipes acuden en Cuerpo de ciudad, con el traje de las ocasiones, y con las medallas oficiales, que tienen en su anverso el escudo de la ciudad y en su reverso la efigie de las Cinco Llagas.
La corporación está citada a las 17:00 horas en el consistorio, donde se formará el cortejo, con maceros y clarineros, para salir por la calle Mercaderes, atravesar Calderería y llegar hasta la iglesia de San Agustín para asistir a la ceremonia prevista a partir de las 17:30 horas.
En el interior del templo tendrá lugar una procesión formada por los hermanos de la Hermandad de la Pasión con los hachones, la bandera de la ciudad portada por el abanderado, el concejal Fermín Alonso, y el Cabildo Catedralicio, tras los que llegará en andas la esfinge de las Cinco Llagas, que es una representación del Sagrado Corazón en manos de dos ángeles arrodillados.
Reanudada la ceremonia litúrgica, ésta contará con la intervención musical a cargo de la Capilla de Música de la Catedral, que tradicionalmente entona el Miserere Romano, un anónimo del siglo XVIII.
Según informó el consistorio en una nota, el origen del voto sagrado se remonta al sigo XVI, cuyos cuatro últimos años fueron muy duros para la ciudad de Pamplona por el acecho de la peste, que entró en la ciudad en 1599 y, según las crónicas hubo trescientos muertos mientras el Obispo buscaba remedio y la ciudad se cubría de luto.
En esos momentos un fraile franciscano con fama de santo empezó a explicar a la población que había tenido una visión del cielo, según la cual había que imprimir tantos papeles como habitantes con los dibujos de las Sagradas llagas de Cristo y su corona de espinas y llevarlas fijadas al pecho, descubierto este, durante 15 días, al término de los cuales una procesión dejaría las estampas en la Iglesia de San Agustín.
Así se hizo y, sorprendentemente el 27 de noviembre la epidemia cedió de forma radical, de forma que el 2 de septiembre del 1600 el Ayuntamiento decidió convertir esa imagen en el anverso de las insignias de la ciudad y prometió procesionar una vez al año en conmemoración por aquel suceso milagroso.
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