SEATTLE (ESTADOS UNIDOS).- La inauguración del Olympic Sculpture Park en enero del año pasado fue un momento histórico para Seattle. La ciudad conseguía transformar un antiguo muelle de distribución de petróleo en uno de los parques de esculturas más innovadores en Estados Unidos. Además, recuperaba así una playa abandonada a la contaminación de la que tuvieron que sacar 120.000 toneladas de tierra ennegrecida.
El parque tiene una extensión de aproximadamente cinco campos de fútbol y ofrece magníficas vistas a la bahía del Puget Sound. Cuando he venido a dibujar esta tarde apenas se veían los ferrys ir y venir a la isla de Bainbridge pero en días despejados las montañas Olímpicas al oeste de la ciudad se perfilan en el horizonte. Como una terraza con vistas que se alza sobre las vías del tren y la avenida Elliott, el parque conecta el paseo marítimo con el barrio de Belltown, una zona muy de moda en los últimos años con lujosos apartamentos, restaurantes y clubs nocturnos.
Este lugar me trae recuerdos del Peine de los Vientos de Chillida en San Sebastián. Se trata de un sitio único para la contemplación, para dar un paseo o simplemente para relajarse durante un descanso del trabajo. El recinto cuenta con 18 esculturas y las hay para todos los gustos. Algunos ejemplos:
Ocupa el lugar más céntrico. Incluso en un día gris y nublado como hoy, no faltan los visitantes haciendo fotos a esta estructura de acero pintado de color rojo anarajando como fondo. (Aquí puedes ver una panorámica interactiva de 360 grados tomada desde debajo de la escultura).
Estas paredes ondulantes de hierro de más de cuatro metros de altura sugieren olas marinas o la silueta de barcos de guerra. (Ver foto)
Gigantesca representación de una goma de borrar para máquinas de escribir. (Ver foto)
Tanto locales como visitantes ya consideran este parque una joya de la ciudad. El único problema para su gestor, el Museo de Arte de Seattle, durante este primer año ha sido cómo prevenir que pongan las manos en las esculturas. La solución: letreros de "no se toca, por favor". Uno de los avisos más llamativos junto a Wake pone: "¡Ay! Incluso el roce más delicado le hace daño al arte. Arañazos y residuos causan deterioro con el paso del tiempo. Ayuda a que el arte sobreviva. Por favor, no lo toques".
Y no sólo las esculturas, también las plantas y vegetación nativa del Noroeste Pacífico especialmente escogida para el parque merecen un respeto: "Gracias por no salirse del camino para que así las plantas puedan crecer", ponen los carteles.
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