Aunque el cuerpo humano es una máquina casi perfecta, tiene ciertas partes que no sirven para nada. Ésta es una selección de los vestigios inútiles más importantes de la evolución.
Últimamente las muelas del juicio están haciéndose notar más de lo que deberían. Después de haberme salido las dos del maxilar superior y la derecha en el maxilar inferior, casi sin dolor, me está saliendo otra por el lado izquierdo y ya no hay sitio para más. Mis dientes ya se han apiñado todo lo que podían y esta última muela lo único que va a conseguir es crearme dolor y quedarse atrapada con la consiguiente visita al dentista o cirujano máxilo-facial, extracción y anestésicos. La imagen de ardilla con los carrillos hinchados ya viene a mi mente.
Si las muelas atendieran a razones no dudaría en decirles que su sentido en esta vida no es otro que fastidiar y hacer que nos acordemos de ellas. Ello les provocaría una crisis existencial. Pero bueno, afortunadamente tienen como destino más probable desaparecer.
Las muelas del juicio, además de otros elementos que mencionaré a continuación, son meros vestigios de la evolución humana. En su día tuvieron mucha importancia para adaptarse al ambiente y eran muy útiles. Pero con el paso de miles de años de evolución, fueron modificándose muchos elementos a su alrededor y ellas dejaron de tener utilidad. El caso es que no desaparecieron y ahora causan más mal que bien.
También son conocidas como terceros molares o cordales. Se les puso ese nombre debido a que aparecen frecuentemente entre los 17-18 años, cuando se supone que comenzamos a tener juicio o uso de razón. Estas muelas fueron útiles en el pasado porque aportaban potencia masticatoria, cuando aún no preparábamos los alimentos y estos estaban más duros.
Con el paso de los años, nuestros maxilares, los huesos que forman la mandíbula, han ido disminuyendo de tamaño, pero conservamos el mismo número de dientes, es decir, 32. Éste es el problema. La evolución de los huesos no ha ido pareja a la evolución de los dientes.
Como las muelas del juicio son las últimas en salir, los dientes no tienen sitio por donde hacerlo y provocan los problemas que todos conocemos.
Pero hay excepciones. Un 10% de la población no posee estas muelas. Sin embargo, el resto tenemos 32 dientes y un espacio ínfimo para todos ellos. Lo más probable es que con el paso del tiempo ningún ser humano posea al final las malditas muelas del juicio.
A continuación, describiré otros vestigios evolutivos característicos del ser humano:
El apéndice forma parte del intestino grueso, concretamente del ciego. El adjetivo vermiforme se debe a la forma de gusano que posee. Actualmente es un vestigio evolutivo sin función, aunque se investiga si pudiera tener alguna importancia inmunitaria, cosa poco probable.
Es un órgano que en otros mamíferos herbívoros se llega a desarrollar completamente, siendo de mayor tamaño y teniendo como función el almacén de celulosa para ser digerida por bacterias. Esto indica nuestro pasado herbívoro. Por supuesto, esa función ya no la poseemos. Somos incapaces de digerir la celulosa. De hecho, su ingesta sólo está recomendada porque previene el estreñimiento y el cáncer de colón.
Como es un conducto cerrado se produce frecuentemente la acumulación de heces por obstrucción, infección por bacterias o torsión del apéndice. De ahí la conocida apendicitis, que tenemos un 7% de probabilidades de sufrir y que puede complicarse hasta peritonitis, infección del espacio abdominal, si el apéndice llega a perforarse. De momento no se conocen casos de personas que no posean apéndice.
Ante la mínima sospecha de apendicitis, el apéndice se extirpa. Si un cirujano digestivo comprobara al abrir el abdomen que en realidad el apéndice está bien, éste se extirparía igual, aprovechando la operación. Esto se explica porque no sirve absolutamente de nada y sólo podría provocar apendicitis en un futuro.
En palabras de un cirujano digestivo: "El apéndice es un órgano que sólo sirve a los cirujanos para asegurarse el pan de cada día".
Se trata de un hueso en la punta inferior de la columna vertebral. Forma parte del hueso sacro y es de muy pequeño tamaño. Aunque ayuda a la hora de amortiguar caídas, sentarse, mantener el equilibrio y es sitio de inserción de algunos músculos, no desempeña un papel importante y es susceptible a lesionarse por caídas. El coxis es un vestigio de la cola que los embriones humanos poseen hasta comienzos de la octava semana.
Con el logro bípedo de nuestros antepasados y la vida en tierra firme en lugar de los árboles, la cola fue cada vez más innecesaria y ha ido desapareciendo con el tiempo. Ya no necesitamos el equilibrio extra que nos aportaba para desplazarnos de árbol en árbol. Aún así, se conocen casos de niños que nacen con una cola rudimentaria, pero suele quitarse por cirugía al poco tiempo.
Se puede extirpar el coxis por completo en algunos casos de cáncer o dolores fuertes y no conlleva grandes problemas.
Es un engrosamiento de la conjuntiva en el ángulo interno del ojo, oculto en gran parte por los párpados. El interior del repliegue puede poseer una lámina cartilaginosa y fibras musculares. Vestigios de la membrana nictitante o también llamado tercer párpado presente en animales inferiores. Al cerrarlo, durante la inmersión, actúa como membrana protectora de la córnea en los anfibios.
Se cree que este repliegue está involucrado en algunas formas de ojos secos.
Cuando se produce por situaciones emocionales fuertes, es un reflejo vestigial. Los músculos piloerectores provocan la erección del pelo. Su función hace miles de años era la de aparentar un mayor tamaño para asustar a los enemigos. La carne de gallina sólo tiene cierta utilidad en situaciones de frío para evitar la pérdida de calor pero su eficacia es prácticamente nula.
El tubérculo de Darwin es un engrosamiento del borde de la oreja presente en muchos seres humanos, y se interpreta como un vestigio de la punta de la oreja muy común en mamíferos.
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