Y entonces la inflación alimenticia y el precio del petróleo llegaron a la economía estadounidense, herida de gravedad desde el verano de 2007 por las hipotecas subprime. Cundió la desconfianza entre los bancos, empezó a faltar liquidez, las bolsas se desplomaron y fueron cayendo las primeras entidades financieras. Había comenzado el caos.