Malvivir junto a las vías del tren en Yakarta

Yakarta.-  Los raíles del ferrocarril, fuente histórica de prosperidad, son en Yakarta una triste senda a través de la miseria, un agujero negro donde se hacinan miles de personas que perdieron el tren del desarrollo económico.

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(EFE)

Los raíles del ferrocarril, fuente histórica de prosperidad, son en Yakarta una triste senda a través de la miseria, un agujero negro donde se hacinan miles de personas que perdieron el tren del desarrollo económico. Un ejército de pobres, con sus tiendas de campaña harapientas y sus carros para recoger chatarra y basura, se amontonan a escasos centímetros de las vías del tren, el lugar que, a falta de algo mejor, han convertido en su hogar.

Las pesadas locomotoras de la compañía estatal indonesia se ven obligadas a reducir su velocidad hasta casi parar, a veces tienen que hacerlo, y hacen sonar de forma constante la bocina al entrar en el barrio de Senen, en el populoso corazón de la capital indonesia.

Un ejército de pobres, con sus tiendas de campaña harapientas y sus carros para recoger chatarra y basura, se amontonan a escasos centímetros de las vías del tren, el lugar que, a falta de algo mejor, han convertido en su hogar.

"Viven en la más absoluta indigencia, sin apenas ingresos, con el riesgo de ser atropellados en cualquier momento del día o de la noche, y en unas condiciones sanitarias lamentables", asegura a Efe Ronny Poluan, responsable de la organización no gubernamental (ONG) local Interkultur, que trabaja con los más necesitados de la ciudad.

"Sin empleo, ni tierras ni educación, mucha gente del campo viene a Yakarta con la esperanza de mejorar su vida, pero encontrar aquí trabajo también es difícil", explica Poluan mientras saluda a una pareja de ancianos tumbados sobre una montaña de desperdicios.

"Intentamos convencerles para que abandonen las vías del tren, pero es complicado, porque ninguno puede permitirse siquiera vivir en las barriadas próximas, donde un alquiler cuesta unas 250.000 rupias (25 dólares o 17 euros) al mes", añade el responsable de Interkultur.

La mayoría de ellos acaba siendo carne de cañón del gigantesco sector informal indonesio, cuajado de abusos, precariedad y riesgos, que acapara al 70 por ciento de la población activa del país.

Muchos, asegura el responsable de Interkultur, trabajan unas doce horas al día como vendedores ambulantes de comida, carpinteros o conductores de bajaj (moto-taxis de tres ruedas), por un jornal de unas 50.000 rupias (cinco dólares o tres euros).

Otros, subsisten a base de hurgar en la basura de la metrópoli para recolectar plásticos, cristales o envases reciclables, que luego venden y obtienen unas 20.000 rupias (dos dólares o 1,5 euros) al día.

El Gobierno de Yakarta cifra el número total de pobres en la capital en torno a las 160.000 familias, pero las organizaciones humanitarias elevan esta cifra hasta los cinco millones de personas.

"El Gobierno está llevando a cabo distintos programas para ayudar a los más necesitados en las áreas de transporte, educación y salud, pero no son suficientes", considera Poluan.

Mientras tanto, la capital, rica en contradicciones, abandera el robusto pero desigual despegue económico del país, basado en el consumo.

En la primera mitad de este año, el Producto Interior Bruto de Indonesia creció un 4,2 por ciento a pesar de la crisis financiera y económica internacional.

Las tiendas de marcas de renombre se multiplican en Yakarta, al igual que la cifra de usuarios de las más avanzadas Blackberry, mientras se construyen sin cesar nuevos edificios de apartamentos de lujo, flamantes centros comerciales y bloques de oficinas.

La clase media sigue creciendo de forma continuada, sobre todo en las grandes ciudades, y se sitúa ya en torno a los 35 millones de personas, según los expertos.

No obstante, alrededor de 100 millones de indonesios siguen viviendo por debajo del umbral de la pobreza, de acuerdo con el Banco Mundial.