Ostentar el título de Rey del Pop conlleva una serie de obligaciones que van más allá de lo puramente musical, como los compromisos con marcas comerciales y patrocinadores. Con motivo de su reciente fallecimiento, recordamos algunos de los anuncios rodados por Michael Jackson a lo largo de su vida.
Es difícil diferenciar cuándo una estrella de la música pop es considerada así por su talento o por su capacidad de generar cantidades astronómicas de dinero. Hasta las más importantes y revolucionarias figuras de la música popular del siglo XX han tenido momentos en su carrera en los que su impacto mediático y comercial era mayor que sus actividades musicales.
No es el caso del recientemente fallecido Rey del Pop, Michael Jackson, al que le sobraba talento desde pequeño. Aunque sí es cierto que a pesar de llevar años sin publicar un disco nuevo, no ha parado de generar ingresos publicitarios, algo similar a lo que sucede con otro Rey, el del Rock —Elvis— que, a pesar de llevar tres décadas muerto, continúa acumulando ingresos, muchos de los cuales no proceden de su producción musical.
Pero no es el momento de entrar en debates sobre marketing y publicidad. Lo que hoy nos reúne aquí es la muerte del Jackson. Una noticia que llena las portadas de los diarios de todo el mundo y a cuya cobertura nosotros sólo podemos colaborar rescatando algunos de los anuncios que esta estrella rodó a lo largo de su vida.
Mensajes comerciales que, aunque en el ejemplo que adjuntamos más arriba se refiere a un ciclomotor, en la mayoría de los casos estaban relacionados con la bebida refrescante Pepsi, marca que le proporcionó satisfacciones y cuantiosas cantidades de dinero, pero también un grave accidente que le marcaría toda la vida, frustraría muchos de sus proyectos y que multiplicaría desde entonces sus manías y rarezas. Fue en 1984 y el propio Michael Jackson lo explica en su biografía con estas palabras:
Rodábamos de noche y yo tenía que bajar por una escalera mientras a mi espalda, a cada lado, estallaban cartuchos de magnesio. Parecía muy fácil. Yo bajaba la escalera y, detrás de mí, estallaban los cartuchos. Hicimos varias tomas que estuvieron perfectamente sincronizadas. El efecto de relámpago de los fogonazos era soberbio. Hasta después no descubrí que los cartuchos estaban a medio metro de mi cabeza, lo cual era una infracción de las reglas de seguridad. Yo estaba a medio metro de una explosión de magnesio.
Luego, Bob Giraldi, el director, me dijo: "Michael, bajas demasiado pronto. Queremos verte ahí arriba. Cuando se enciendan las luces, queremos que se vea que estás ahí. Por lo tanto, espera." Y yo esperé, las bombas estallaron a cada lado de mi cabeza y las chispas me prendieron en el pelo. Yo bajé por la rampa bailando y dando vueltas, sin saber que estaba ardiendo. De pronto, mis manos, en un movimiento reflejo, fueron hacia mi cabeza, en un intento de sofocar las llamas. Caí al suelo, tratando de sacudirme las llamas. Después de la explosión, Jermaine dio media vuelta y me vio en el suelo y pensó que alguien del público había disparado, porque trabajábamos de cara al público. Esto le pareció. Miko Brando, que trabaja para mí, fue el primero que llegó a mi lado. Luego, el caos. La locura. No hay película que pueda captar el dramatismo de lo que pasó aquella noche. La gente chillaba. Alguien gritó: "¡Que traigan hielo!". Había ruido de carreras alocadas, y la gente exclamaba: "¡Oh, no!". Llegó la ambulancia y, antes de que se me llevaran, pude ver a los directivos de Pepsi reunidos en un rincón, aterrorizados. Recuerdo que, cuando los enfermeros me pusieron en la camilla, los de Pepsi, del susto, no se atrevían ni a preguntar cómo estaba.
A pesar del accidente, o a consecuencia del mismo, el anuncio de Pepsi generó mucha expectación y multiplicó las ventas de la bebida, hasta cotas que los responsables de la compañía nunca imaginaron pues, como explica Jackson,
Pensaban que el hecho de que yo me hubiera quemado daría mal sabor de boca a todos los chicos americanos que bebieran Pepsi. Sabían que yo podía demandarles, y nada me lo impedía, pero me mostré amable. Muy amable. Me dieron un millón y medio de dólares que yo doné acto seguido al Centro de Quemados Michael Jackson.
Tal fue el éxito del anuncio, que les reproducimos bajo este párrafo, que la compañía de refrescos ofreció al cantante un contrato millonario que pasaría al Libro Guiness de los Records como uno de los mejor remunerados de la historia.
Como les contábamos, una estrella del pop como Michael Jackson ha servido para vender cualquier cosa que se proponga, incluido un videojuego sobre sus propias canciones como Moonwalker.
El problema surge cuando la marca que deseaba contar con ella no podía abonar sus honorarios. En esos casos la mejor solución que encontraron los creativos fue recrear su personaje con pastilina
O imitar su personal estilo al bailar, aunque, claro, con mucho menos talento...
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