Solemos ver en el alumbrado electrónico un ahorro de energía. Sin embargo, a los diodos les cuesta aún ser estrellas ecológicas.
En la sección de iluminación del hogar del hipermercado, la bombilla LED juega al escondite. La lamparilla de diodos, jovencísima en el mercado, aún no se las ha compuesto para destronar a sus semejantes. De hecho, la benjamina entre las bombillas de bajo consumo todavía no ha llegado al estrellato. "Las ventas de bombillas LED para alumbrado doméstico son difíciles de calcular porque son muy dispares", indica Pierre-Yves Monleau, de la asociación francesa de alumbrado (AFE) "aunque está claro que son baladíes entre los 250 millones de bombillas que se venden en Francia al año".
Y sería atroz que las bombillas LED estuvieran disponibles en los hogares, según Pierre-Yves Monleau. El color blanco, más bien frío, crearía una atmósfera cadavérica. Y ojo con el efecto ‘cámara mortuoria’ puesto que desde el punto de vista de su capacidad de alumbrado, la LED rivalizaría... con la lamparilla. Georges Zissis lo confirma: "Os exponéis a sufrir una fuerte decepción", explica este investigador especializado en ciencias de la luz de la Universidad de Toulouse. "Más aún cuando este tipo de bombilla cuesta entre tres y cuatro veces más que una fluorescente compacta". ¡Sumad así unos doce euros, sin pararnos a lavarle la cara!
Sin embargo, sobre el papel, el rendimiento de la bombilla LED hace palidecer de envidia a todas sus semejantes. Su vida útil es de 50.000 horas mínimo, es decir, cinco veces más que una fluorescente compacta. En cuanto a su eficiencia energética, puede presumir de un halagüeño 40% mientras que una bombilla incandescente no transforma en luz más que el 5% de la energía eléctrica que consume.
En definitiva, los LED poseen un rendimiento luminoso superior a todas las tecnologías existentes. Por tan solo un vatio de consumo, los mejores proporcionan un flujo luminoso de 100 lúmenes (lm), y esto, según los fabricantes, no es más que el principio. Los ‘fluorescentes’ van tirando con 60 lm/W y 100 lm/W. En cuanto a las antiguas bombillas incandescentes, se estancan entre 12 lm/W y 20 lm/W. Muy golosas en energía, estas últimas, por otra parte, están condenadas por Bruselas a apagarse a partir de septiembre de 2009. Es el momento de los alumbrados ecológicos; ¡el momento de los LED!
En vista de sus excepcionales cualidades, imaginaos el ahorro de energía que se puede lograr con las bombillas LED. "Si Estados Unidos remplazara la mitad de sus bombillas actuales por bombillas LED, podrían cerrar centrales nucleares", se entusiasma una publicación mensual científica. "Pero el país perdería el 70 % de su luminosidad. No veríamos ni siquiera el cielo, señala Georges Zissis. Para preservar el mismo nivel de alumbrado, haría falta multiplicar los LED. Al final, habría que abrir nuevas centrales nucleares...
Sin embargo, se nos había tentado con la idea de que las bombillas LED proporcionaban un rendimiento luminoso mejor. Sobre el papel, en efecto… pero en condiciones reales, no cumplen todas sus promesas. "Una bombilla LED requiere una alimentación adaptada y de calidad, sin la que su rendimiento se degrada intensamente", leemos en el sitio web especializado de Benjamin Monteil, un ingeniero interesado en los LED. "Las 50.000 horas de vida útil prometidas pueden quedarse en 2000 cuando el sistema está verdaderamente mal integrado", insiste Georges Zissis.
Por si fuera poco, a las bombillas LED les gusta el fresquito, de manera que, a menos que conservemos la lámpara en la nevera, ese rendimiento luminoso ‘excepcional’ rara vez superará los 40 lm/W. Y como los diodos no funcionan más que a potencias débiles, 7 W de media, esto arroja un flujo luminoso de 280 frente a 720 lm por una bombilla con filamento de 60 W. ¡Al final, 2 LED alumbran menos que una bombilla incandescente! "Las bombillas LED constituyen una muy buena tecnología, pero aún les queda mucho por andar. No haría falta que los fabricantes poco escrupulosos les cerraran el paso decepcionando a los consumidores con productos mediocres", advierte Georges Zissis.
Si las bombillas LED ya no pintan tan bien durante su uso, en fase de producción cambian a azul petróleo. Esto ocurre puesto que los diodos se componen de semiconductores cuya producción demuestra ser "más golosa en energía que la de las lámparas clásicas", precisa el investigador de Toulouse. Y para dopar el rendimiento del silicio, materia prima de este sector, le añadimos indio, un metal cuyos derivados son perjudiciales para la salud de los trabajadores que los manipulan. "Me atrevo a presuponer que los fabricantes adoptarán las precauciones necesarias" indica, "pero es cierto que hay aficionados, especialmente en Asia, donde se producen la mayoría de los sistemas de alumbrado".
El sector lleva a cabo experimentos con materiales alternativos, menos peligrosos y menos contaminantes, tales como el óxido de zinc. Sin embargo, estas soluciones no estarán a punto hasta dentro de varios años. Entre tanto, los industriales utilizan metales extraños que no se recuperan fácilmente en el reciclaje.
Sometidas a la directiva comunitaria sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (D3E) las bombillas por diodos han de ser a su vez reprocesadas. "La organización de la recogida pasa por los mismos trámites que las lámparas fluorescentes compactas con una ecocontribución de 0,18 céntimos de euro incluso en el precio de venta al público. Pero, a día de hoy, los LED no representan más que una ínfima parte de los volúmenes recuperados, apenas unos centenares de kilos en 2008 sobre un total de 4.000 toneladas de lámparas recogidas", detalla Anne Esnault, de Récylum, el organismo ecológico francés reconocido para la eliminación de lámparas usadas. Normal, puesto que las bombillas LED, disponibles en tiendas hará apenas dos o tres años, aún no están quemadas. Y si brillaran las 50.000 horas prometidas por los fabricantes, no las veríamos en un contenedor de recogida antes de 50 años (por 3 horas de actividad de media).
Pero, a decir verdad, de acuerdo con Georges Zissis, las fases de reciclaje y de producción añadidas tan sólo representan en el ciclo de vida el 15% del impacto ambiental de los LED. "En realidad, el 90% del consumo de energía de las lámparas, incluyendo todas, sin distinción, se produce durante su uso", explica. Por tanto, la mejor forma de ahorrar energía sigue siendo apagar la luz.
* Este artículo se ha publicado originalmente en la edición digital de la revista francesa 'Terra eco'
(Traducción: Carola Paredes)
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