El CCCB de Barcelona dedica una exposición al quinqui y sus circunstancias. Una mirada a este fenómeno surgido en España a finales de los años 70 desarrollada a través de películas, recortes de prensa, carteles y afiches cinematográficos. Una estética muy reconocible que hizo furor en nuestro país hasta que el asentamiento de la Democracia y la entrada en organismos internacionales como la OTAN o la Comunidad Europea, con sus fondos de cohesión, nos modernizaron.
Según la Real Academia de la Lengua Española, Quinqui significa "Persona que pertenece a cierto grupo social marginado de la sociedad por su forma de vida". Un vocablo que tal vez tenga reminiscencias etimológicas de ese Kinky inglés (algo así como pervertidillo) pero que es netamente español. Tanto, que se pueden establecer elementos diferenciales con entidad suficiente como para montar una exposición en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona sobre ese fenómeno, que experimentó su máximo esplendor en la sociedad española durante el final de la década de los 70 y principios de los 80.
Comisariada por Amanda Cuesta y Mery Cuesta, la muesta repasará, hasta el próximo 6 de septiembre, este fenómeno sociológico a través de todas sus vertientes: desde su faceta más espectacular o lúdica, como pueden ser las películas, los medios de comunicación o los recreativos (novedosos centros de ocio de la época), hasta la proliferación de los barrios periféricos surgidos de los planes de urgencia social para absorber el mayor número de chabolistas en el menor tiempo posible, la calle como escenario de aventuras, las drogas, los reformatorios y la prisión.
Una realidad que además de su dimensión social tiene mucho que ver con la comunicación que se desarrollaba la época. Además de a través de las películas y los materiales relacionados ellas como carteles y fotocromos, los periódicos y revistas del momento hicieron mucho por la mitificación y estetización del quinqui hasta convertir a muchos de ellos en estrellas o héroes.
Diarios de tirada nacional como El Caso, que ya habían narrado con gran éxito de ventas las aventuras de El Lute, acogían en sus páginas las hazañas de los delincuentes que habían tomado su relevo, algunas de las cuales estaban narradas en primera persona por los mismos protagonistas, que describían sus primeros golpes, su iniciación con las drogas, sus enfrentamientos con la policía y sus detenciones. Un hecho al cual tampoco eran ajenas otras publicaciones cuyo mercado no era precisamente el de los sucesos. Sin ir más lejos, Fotogramas, una de las revistas más transgresoras de la época, en la que tenían cabida más temas que los puramente cinematográficos y éstos estaban tratados de otra forma al margen de lo industrial, dedicaba su portada a Ángel Fernández Franco, que interpretaba a El Torete en la película de José Antonio de la Loma con el titular "La revelación de Perros Callejeros. "El Torete", del calabozo al estrellato".
La magnitud del fenómeno quinqui fue tal que profesionales o medios a los que difícilmente se les asociaría con el tema no dudaron en apuntarse a él. Ejemplos de ello son los de Carlos Saura o Manuel Gutiérrez Aragón y su Deprisa, deprisa (cuyo cartel lleva la firma de Cruz Novillo) y Maravillas, respectivamente, en las que sendos realizadores intentan emular al gran Eloy de la Iglesia filmando su particular visión del problema; o la televisión, medio que ya había tratado el problema en infinidad de documentales e informativos y que llegó a contratar al Pirri, uno de los personajes surgidos de este tipo de películas, para que realizase labores de crítico cinematográfico en uno de los programas de entretenimiento que dirigía y presentaba Fernando García Tola.
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