En su último número el periódico católico Alba propiedad del grupo Intereconomía se despacha a gusto contra la marca de bebidas Pepsi y alaba sin fisuras la política publicitaria de Coca-Cola.
Recientemente, un amigo nos comentaba que una de las cosas que más le gustaba de Soitu.es era el hecho de que no dudábamos en citar informaciones y fuentes de otros periódicos si considerábamos que nuestros compañeros de otros medios habían tratado una determinada información de manera interesante y dicha cita podía ser útil para nuestros lectores.
Hoy vamos a hacer feliz a ese amigo pues el post que nos ocupa va a ser justamente eso: citar una información de otro medio que hemos visto y que creemos que puede interesar a nuestros lectores. Lo de que esté bien tratado el tema es otro asunto, que mejor deciden ustedes en la parte de los comentarios que encontrarán más abajo.
La cosa comenzó ayer por la mañana. Mientras zascandileábamos por el quiosco, vimos la portada del diario Alba del Tercer Milenio, un medio de inspiración ultra, ultracatólica queremos decir, propiedad del grupo Intereconomía en la que se leía "Pepsi, pro lobby gay, Coca-Cola, pro familia". Como se pueden imaginar nosotros, siempre atentos a las noticias relacionadas con la creatividad, nos hicimos con un ejemplar sin dudarlo y, en las páginas 28 y 29, encontramos lo siguiente:
Según Belén Ester Casas, autora del reportaje, la compañía de bebidas Pepsi, a quien se califica en la entradilla como "eterna segundona tras su gran competidora, Coca-Cola", viene invirtiendo de un tiempo a esta parte en el lobby gay con objeto de ganar mercado y levantar unas ventas renqueantes.
"Mientras que su principal competidora, Coca-Cola, está apostando durante los últimos años por presentar estampas entrañables de la familia, Pepsi ha encontrado en el target gay un potencial consumidor fácil de explotar: no hay más que apoyarle a capa y espada y se convertirá en la 'bebida oficial' del lobby", explica Casas, quien se remite a páginas webs latinoamericanas que afirman que Pepsi ha aportado durante los últimos años un millón de dólares a organizaciones de activismo homosexual.
Un hecho condenable para cualquier católico que se precie pero que resulta aún más preocupante cuando, como destaca la autora, las bajas ventas de Pepsi han obligado a la compañía a despedir a 3.300 empleados. Unos puestos de trabajo que, según se deduce del artículo se podrían haber mantenido si no se hubiera invertido ese dinero en fines tan aviesos, aunque parece pasar por alto que las inversiones en publicidad son eso, inversiones, destinadas a incentivar las ventas y no un mero derroche por mucho que no guste la estrategia de la compañía y en todo caso, si dividimos el millón de dólares entre los tres mil y pico afectados, apenas tocarían a 300 dólares cada uno y difícilmente podrían haber mantenido su empleo.
El caso es que, según leemos, las asociaciones norteamericanas en pro de la familia andan realmente indignadas con esta ayuda a organizaciones que defienden los derechos civiles y, lo que es peor, el matrimonio homosexual. Sin ir más lejos, Donald Wildmon, presidente de la American Family Association (AFA) ha afirmado (tal y como cita el artículo) que Pepsi "no tiene intenciones de ser neutral en la guerra cultural" y ha añadido que la empresa "y sus accionistas ayudan a promover el miedo y la hostilidad en contra de la comunidad ex gay y otros heterosexuales".
Sí, amigos, todo apunta a que esa es la bebida favorita de la corte celestial. Así debería ser si fuera consecuente con sus propios planteamientos o, al menos, con los que el semanario católico Alba expone en el reportaje pues, como se afirma con toda razón, dicha empresa "lleva destacando en los últimos años por sus campañas, en las que escenas familiares se convierten en las protagonistas o en los escenarios donde se desarrolla la pequeña trama de sus spots" y se citan campañas como "Madres", la gráfica "¿Caviar para 2? Mejor pollo para 20", "Destapa la felicidad" en la que un hombre centenario visita a un recién nacido, e incluso aquella de los osos polares que bebían Coca-Cola pues, aunque fueran animales, al fin y al cabo, eran una familia.
Y eso es todo. Si ustedes pensaban que la elección de una u otra bebida carbonatada era un hecho baladí sin repercusión en su vida, terrenal o ultraterrenal, estaban muy equivocados. Ténganlo presente cuando la sed les haga arder las entrañas; arder en el infierno debe ser mucho peor.
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