Si alguien ha seguido atentamente la intervención de Zapatero ante los diputados socialistas, esa ha sido la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía, Elena Salgado Méndez. Cuaderno sobre la mesa y bolígrafo en ristre, ha tomado nota de todo lo que decía el presidente. Y así, aplicada e introvertida, es como la recuerdan sus compañeras del colegio Decroly de Madrid, uno de los pocos colegios progres de los 70, en el corazón del barrio de Argüelles.
Ella, que es tímida, ante todos los focos de la prensa.
La menuda Elena Salgado, rubia y de ojos claros, sólo destacaba por ser una alumna brillante, siempre incluida en el cuadro de honor, que hacía las delicias de muchos de sus históricos profesores, como el Señor Ramos (Matemáticas), el señor Portillo (Ciencias) e incluso de los que le dieron latín en Tercero y Cuarto de Bachiller, el señor Moradillo o el señor Colina. Elena escogió Ciencias en Quinto. Algunos de aquellos viejos profesores que admiraron sus cualidades para las matemáticas y las ciencias, como Portillo, eran catedráticos represaliados tras la Guerra Civil, que lograron refugiarse en el Decroly. "Sí, Elena era muy buena estudiante, pero luego no nos prestaba los apuntes", recuerda una antigua compañera.
Esa chica menuda que después hizo Industriales por la Politécnica y era retadora con sus compañeros de clase, que terminó Económicas mientras se perdía por la Sierra del Guadarrama, pateando el Hoyo Pepernando, o bajando a buen ritmo el camino de El Palero, desde el Puerto de Cotos hasta El Paular con Javier Solana, Pepe Borrell, Antonio Hernando, Federico Abascal o Miguel Muñiz, emulando a los Cossío y Giner de los Ríos de la Institución Libre de Enseñanza, es la misma que hoy tomaba notas del discurso del presidente, sin pestañear. Quizá dispuesta a acallar a quienes tienen sus dudas de que la nueva vicepresidenta económica, la primera en España, sepa decir que no a las ocurrencias de Zapatero.
Esa es la pregunta del millón entre los círculos económicos y financieros. Del tesón, la fuerza, el valor y la capacidad de trabajo de Salgado, nadie duda. También se conoce su ambición política. Pero ¿basta todo esto para hacer frente a un presidente que a menudo ejerce de ministro de Economía, que improvisa dependiendo de quién sea el último en influirle —puede ser Krugman, o puede ser Obama— pero también puede ser un psicólogo cualquiera que le cuente cómo hay que recuperar la confianza social de los españoles, tan importante para salir de la crisis?
Esta web ha confirmado que Salgado era el mal menor de entre los nombres que Zapatero tenía en la mesa. A saber, Miguel Sebastián o Jesús Caldera. "Así se explica eso del apoyo de Solbes. Aunque es verdad que la estima mucho, Solbes votó ante Zapatero por lo más sensato. Y entre Sebastián, Caldera o Salgado, tú me contarás", explicaba un alto cargo del Gobierno que asistía a la reunión de ZP con los diputados.
De vuelta a la pregunta entre los diputados socialistas, algunos de ellos amigos de la vicepresidenta económica: ¿será capaz de decir que no al presidente del Gobierno cuando tenga una ocurrencia económica descabellada? En nuestra miniencuesta entre sus colegas y amigos, la respuesta ha dado cinco "noes" —no sabrá decir que no— y un "sí".
Ella lo tiene más claro. Cuando alguien se acerca a darle la enhorabuena y le pregunta: "¿Sobrevivirás?", su respuesta es contundente. "No lo dudes. Recuerda que soy montañera".
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