Siempre fue un adelantado a los tiempos, la industria e incluso a sus fans. Los Coyotes, con Víctor Aparicio al frente, siempre fueron por libre y a su bola. ¿Visionarios? Es posible, pero también imprudentes. En los primeros 80, cuando se puso de moda el rockabilly con bandas como Stray Cats, Matchbox o Robert Gordon y Loquillo y Los Rebeldes ya estaban haciendo de las suyas, la gente se empeñaba en meter en el mismo saco al trío madrileño formado por Víctor a la voz y guitarra, Fernando al contrabajo y Nano a la batería. Error. Las canciones que por entonces hacían Los Coyotes estaban más cerca de los Cramps y otros grupos de psychobilly que de Elvis. El sonido sucio, grave y lleno de gritos de canciones como 'La estación fantasma' o 'Ella es tan extraña' poco tenía que ver con la estética Teddy Boy del resto de la escena. Las fotos sucias de Alberto Alix para el primer single con los tres coyotes en actitud chulesca y desafiante en un matadero, menos.
'Líos en el cine', de Los Coyotes.
Aún así, 'Extraño corte de pelo' fue un éxito en la programación de emisoras como Radio 3. El siguiente disco, un maxisingle precioso en los comienzos de la era independiente de las discográficas con una cuidada portada en tres dimensiones -gafas incluidas- que para eso Víctor aparte de músico era pintor y dibujante, volvió a pillar fuera de juego a los fans. El instrumental 'Encuentro con la patrulla costera' y tres canciones descarnadas, sucias, grabadas prácticamente en directo y en una sola toma con el contrabajo de Fernando atronando en unas mezclas imposibles de ecualizar limpiamente en un tocadiscos casero, demostraban que Los Coyotes miraban de nuevo al futuro y ya habían aposentado sus traseros en el punkabilly de los grupos ingleses. 'Ella es tan extraña' o 'Muévete' no tenían nada que despreciar a los Meteors.
El propio Víctor declaraba por aquella época a las revistas que "no gustamos a la gente que asiste a nuestros conciertos". Normal, siempre los pillaban fuera de juego. Recuerdo el verano que apareció fotografiado en la revista Rock Especial con bigotillo, sombrero de paja, camisa blanca bordada y pantalón también blanco. Se habían reconvertido en dúo él y Fernando y abogaban por la latinidad y los ritmos calientes y sudamericanos.
La aparición del single '300 kilos' donde reclamaban la unidad de los pueblos latinos (300 kilos de pueblos latinos, todos pueblos hermanos, sudamericanos) y el siguiente maxisingle, 'El mono', una versión de un clásico de la música latina, dejó a muchos tupés con cara de bobos y mueca de "¿y esto qué es?"
Lo que podía haber sido su disco de consolidación volvió a pillar a la gente con el paso cambiado. 'Mujer y sentimiento' recibía al oyente con una indígena en la portada y a Los Coyotes, reconvertidos de nuevo con ayuda de Ramón Godes y Celes Albizu en grupo, posando en una cantina mejicana de Madrid. Mantas bordadas, fajines, tacón cubano en las botas y plata repujada.
El disco se abría con la excelente 'Como un extranjero' y aunque quedaban vestigios de épocas pasadas en algunos tramos del disco –la acelerada versión de 'Who do you love?' en la cara b del single o el surfabilly 'Pepe'- casi todo eran ritmos latinos tocados de manera medio ortodoxa medio punk. Un poco como Joe King Carrasco o las Screamin’ Sirens mezclados con sobredosis de La Lupe. Puede que el acelerado mariachi de 'Fiesta salvaje' fuese banda sonora de algunas de las correrías nocturnas de los que aún entonces éramos fans de Los Coyotes, pero se nos hacía muy cuesta arriba entender cosas como 'Lenga lenga'.
Las consignas de 'Amor de hermano' de los discos, las entrevistas reivindicando a ídolos sudamericanos como La Lupe o Lolita de la Colina o su vista puesta en Sudamérica cuando aún todos mirábamos a Londres y Nueva York, hizo que la cosa no cuadrase.
'Aquí estoy de nuevo', cantaba Víctor Aparicio.
Es curioso que luego esas mismas referencias sirviesen para que se creara el mucho más light, aburrido y sin sentido rock latino que ha hecho que grupos como Los Rodríguez o Jarabe de Palo se hayan hecho de oro. Si alguien sembró el camino de todo eso fueron Los Coyotes, pero cuando el fruto estaba listo para ser recogido, ellos volvían a estar a cien mil kilómetros de allí y otros más listos y más urracas recogieron el pastel sin haber sudado una gota ni haber aguantado el desprecio de sus fans.
Las diferentes reconversiones de Los Coyotes, bien en sex machines semi desnudos en descampados barriobajeros como un Prince perdido en un poblado de chabolas ('Las calientes noches del barrio') o en orquesta verbenera de pueblo ('Esta noche me voy a bailar') hicieron que el poco público que aún les seguía, les diese por un caso perdido. Y lo curioso es que Víctor casi siempre ha tenido razón y el tiempo lo ha ido demostrando.
Recuerdo una vez en Madrid que hizo de guía nocturno para un grupo de amigos. Nos llevó a un antro infecto cerca de Malasaña donde creo que éramos los únicos españoles. Una discoteca decorada con plantas de plástico, suelo de luces rollo Travolta y un montón de negros y sudamericanos bailando ritmos latinos. No se ponía música española, solo salsa y la única concesión era para algunas canciones de Michael Jackson como 'Billy Jean'. Horrorizados, Víctor nos juraba y perjuraba que eso es lo que iba a triunfar, que en cualquier momento la música latina iba a explotar. De repente desapareció y al volver nos comentó que había pedido al dj que pusiera el último éxito en esa discoteca.
Al día siguiente, no sé si horrorizado o maravillado por lo que había oído, intenté comprar el disco que Víctor había pedido al dj y que nos había augurado que sería éxito de ventas. Fui a Discos Manzana, la tienda especializada en música latina donde, entre risas, me dijeron que ese disco estaba completamente agotado, que la comunidad latina de Madrid lo compraba a decenas. El disco salió a la venta en España medio año después. Su cantante era Lalo Rodríguez y el título 'Devórame otra vez'. Lo que hizo esa canción en las listas de éxito españolas y lo que vino después con los grupos de salsa, bachata y demás ya nos lo había advertido aquella noche hacía más de seis meses Víctor Aparicio.
Cuando empezaron a salir todos los grupos latinos españoles y cuando otros poperos de la movida se apuntaron al carro latinizando su sonido, todos nos escandalizamos viendo como se hacían de oro con las premisas que Los Coyotes habían implantado en sus discos de años atrás. Ellos, que habían sufrido el desprecio y la burla de la crítica y el público veían como ahora otros, haciendo la mitad que ellos y no tan bien ni con tantas referencias culturales (porque otra cosa puede que no, pero estando Ramón Godes por medio, cultura musical en Los Coyotes había para dar y tomar) se lo estaban llevando calentito.
Puede que aún no haya llegado el momento de reivindicar la obra de Los Coyotes. No lo sé. Tampoco sé qué obra o qué etapa habría que reivindicar. Todavía estamos muy saturados de rollo latino para intentar tocar ese tema, y con tanto Calamaro suelto por ahí, más su decena de imitadores, como que no apetece mucho ponerse a dar explicaciones de por qué mola mucho más 'Señales del destino' que 'Sin documentos'. Igual con decir que hasta Joe Strummer cuando escuchó 'Cien guitarras' en un bar de Granada y alguien le tradujo la letra del grupo de mujeres centroamericanas adoradoras de María Lionza que asolaban la región ("cien guitarras suenan, hoy quieren hablar con la muerte, cien guitarras cantan el sonido de lucha de mil mujeres"), se quedó alucinado de que eso no triunfara, es un buen argumento.
Fueron siempre unos adelantados a su tiempo y como tales, incomprendidos y objeto de mofa y burla muchas veces injusta
Por ahora y hasta que el momento de reivindicar la etapa latina de Los Coyotes llegue –aunque va a ser muy difícil explicar 'Lo que dice Mari' como ya lo fue en su momento- podemos empezar reivindicando sus orígenes. El sonido crudo y punkabilly de sus comienzos como trío.
Las guitarras descarnadas, el contrabajo de Fernando a toda pastilla y la batería básica de rockabilly al servicio de atmósferas y letras sobre estaciones de metro abandonadas, peleas callejeras, mujeres violentas convertidas en She Hulk o trabajadores de imprenta que se van de vacaciones a la costa, roban una tabla de surf y mueren tiroteados. Historias de rockers con tupés demasiado largos y peinados de forma extraña que parecen crestas punks. Zapatos Creep y calaveras.
Para ello se ha hecho una cuidada edición de los primeros discos de Los Coyotes: sus dos primeros vinilos, el single 'Extraño corte de pelo' y el maxi 3D 'Ella es tan extraña'. El primero se podía encontrar en una edición facsímil hecha hace unos años por el sello Monster, pero el maxi permanecía inencontrable hoy en día. A esto le unimos un par de inéditos provenientes de maquetas, 'El rey del billar' y 'Aquel lugar', otro tema difícil, la cara b del single 'Como un extranjero' y un tema de su primer lp 'Mujer y sentimiento' y tenemos 'La estación fantasma. Grabaciones completas de la era punkabilly 80/85'.
Todo editado en un precioso vinilo de formato diez pulgadas que recuerda el espíritu de los viejos discos de rock de la Sun Records y con una portada dibujada por el propio Víctor al estilo de los primeros discos de Los Coyotes. 'La estación fantasma' es una buena forma de conocer los orígenes de un gran grupo que, por ir demasiado deprisa o por desconocimiento o vaya usted a saber, fueron siempre unos adelantados a su tiempo y como tales, incomprendidos y objeto de mofa y burla muchas veces injusta, aunque también con algunas canciones se lo ganaron a pulso.
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