Annemarie Schwarzenbach (1908-1942) tuvo una auténtica vida de novela, una existencia condenada a la lejanía y a la aventura. Así lo vio Melania G. Mazzucco, quien la hizo protagonista de la intensa 'Ella, tan amada' (Anagrama), una suerte de biografía novelada gracias a la cual nos adentramos en la vida, breve pero excesiva, de una mujer excepcional: escritora, arqueóloga, fotógrafa, periodista... Schwarzenbach fue una desconcertante pieza de aquel tiempo que todavía no ha terminado de abandonarnos y cuya obra se empeña en rescatar Minúscula.
Annemarie.
Cuando la también escritora Ella Maillart le propuso viajar juntas a Afganistán, Annemarie acababa de abandonar (cuatro veces en apenas un año) la clínica en la que trataba inútilmente de vencer su adicción a la morfina. Tal vez fuera en aquella propuesta donde la escritora vio una última oportunidad de recuperar el control sobre su vida. El viaje como tabla de salvación, como medio de alcanzar lo absoluto frente a una Europa que ya había comenzado a derrumbarse en aquellos momentos. Tras una minuciosa labor de documentación y hacerse con el equipo y financiación necesarios la pareja de escritoras emprenden el viaje en junio de 1939. Así, con su Ford Roadster de dieciocho caballos, especialmente acondicionado para el viaje, recorrerán los Balcanes, Turquía, Irán y Afganistán.
'Todos los caminos están abiertos' (Minúscula) es una selección de los escritos que Schwarzenbach escribió sobre esta peculiar aventura en la que inteligentes observaciones se entremezclan con descripciones de un paisaje extremo que son como postales repletas de brillantes imágenes: la estepa retumbando bajo los cascos sin herrar de los caballos, prados húmedos de rocío y desérticas fronteras, ciudades que son todo sueño y color... Un viaje a través de regiones de uniforme melancolía en búsqueda de uno mismo, el viaje 'no como una aventura y excursión a parajes extraños, sino más bien como un reflejo concentrado de nuestra existencia'.
Tras el estallido de la segunda guerra mundial, la escritora auguró que aquel país (Afganistán) lleno de piedras y carente de pan, no tardaría en convertirse en el delicado centro de la política mundial. Y no sólo es destacable este tipo de premoniciones, sino las observaciones de una mujer europea moderna, emancipada (amén de lesbiana y andrógina) sobre un país del que las mujeres parecen ausentes, apenas seres fantasmales embozados bajo sus burkas.
Hace unos años fue esta misma editorial la que nos acercó por primera vez a Anne Marie Schwarzenbach gracias a la publicación de 'Muerte en Persia', un diario impersonal sobre uno de los viajes que realizaría a Oriente. Roger Perret nos dibuja en el posfacio a la escritora como una suerte de beatnik en camino: 'Su argumento se desarrolla literalmente entre desiertos y jardines, y las frases, casi siempre sencillas, incluso rudimentarias, conducen a veces a sus lectoras y lectores hacia lo indefinido, como las rectas e interminables que atraviesan su geografía'. El relato de quien busca lo inalcanzable, sea esto llegar a conocerse uno mismo o el amor más allá de las fronteras de la puritana Suiza. Ha sido esta búsqueda de una verdadera identidad, más allá de las imposiciones familiares o sociales, la que también movió a muchas otras mujeres a poner en práctica algún tipo de maniobra de escapismo. Aquí van algunas de ellas:
Lo más lógico sería empezar por Ella Maillart, la compañera de viaje de Annemarie Schwarzenbach. Aunque ambas compartieron carretera y manta, buscaban cosas bien diferentes en aquella experiencia. No es de extrañar que la pareja de viajeras acabara por separarse en octubre y mientras que Schwarzenbach se encaminó hacia el norte, al Turquestán, Ella viajaría al sur de la India, donde esperaba encontrar una nueva espiritualidad mientras esperaba a que la tormenta bélica amainara. Su visión de aquel viaje fue consignado en 'La ruta cruel' (Timun Mas). También es muy aprovechable su 'Oasis prohibidos: de Pekín a Cachemira' (Península) en el que narra su ruta por Asia Central en 1935.
Annemarie Schwarzenbach dedicó un estudio a la pionera figura de la escritora inglesa Gertrude Bell, quien visitó Persia a finales del siglo XIX. Otra mujer ante quien cabe preguntarse si le quedó alguna cosa por hacer (espía, montañista, escritora, arqueóloga…). Esta obra no se conserva, pero sí que contamos con la excelente biografía escrita por Georgina Howell: 'La hija del desierto: la extraordinaria vida de Gertrude Bell' (Lumen).
Si les interesa el tema de las mujeres viajeras no pueden obviar la figura de Rebecca West (1892-1983) y su 'Cordero negro, halcón gris. Viaje al interior de Yugoslavia' (Ediciones B). Nacida Cecily Isabel Fairfield en Kerry a finales del XIX, adoptó pronto el nombre de una heroína de Ibsen con el que lograría ser reconocida como una de las mejores periodistas de su tiempo y destacada líder sufragista. 'Cordero negro, halcón gris' es una crónica de las seis semanas durante las que West recorrió Yugoslavia a finales de los años treinta y está considerado uno de los mejores libros de viaje jamás escrito. Con hechuras clásicas y una sorprendente intensidad, la que fue pareja de H. G. Wells describió las raíces de muchos de los males que todavía hoy asolan los Balcanes. Imprescindible (y colosal).
Todos los caminos están abiertos... elijan el suyo y disfrútenlo.
* Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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