Farándula y chisme

Saludos desde Uruguay. Llegué al país de los 9 millones de vacas, los 25 millones de ovejas y Diego Forlán (y otros 3,3 millones de encantadores uruguayos) hace unos días, en busca de 435 especies de aves y de las raíces de la ficción española: cuentan que junto a la Sierra de la India Muerta, en el departamento de Rocha, se rodaron varios capítulos de 'Curro Jiménez'. Pero nadie en esa región de pinares y playas recuerda tan ilustre acontecimiento. "¿Curro Jiménez? Como no sea el gallego que tiene un hotelito en La Paloma...". Aquí la gente cuando habla de televisión habla, como en España, de su principal ingrediente, de su motor, de su razón de ser. Habla de telebasura. "¿Hay farándula?", tituló en portada el suplemento del sábado del diario uruguayo El País.

El equipo de 'Malas compañías', un programa de farándula uruguaya.

La farándula es todo, absolutamente todo, "incluido aquello que ocurra entre las sábanas", que puede ser contando en televisión. La reportera Mariel Varela asegura en el texto que "se la devoran, pero nadie lo confiesa. Es un tema de idiosincrasia de los uruguayos". El sociólogo Esteban Perroni, director del Observatorio de Medios y Audiencias, piensa de otra manera: "eso jamás ocurriría en Uruguay... los intentos nacionales de consumo de farándula mueren en la censura de nuestra moral pacata, ésa que cuando se sacan los trapitos al sol de gente muy cercana nos hacen poner colorados".

Después de ver varios días la televisión, debería dar la razón al señor Perroni. La farándula uruguaya no le llega a la española ni a la suela de los zapatos. Es una farándula light, con gente más o menos guapa hablando cordialmente de famoseo. Nada de agresividad, sordidez o miserias personales. ¿Podemos decir, entonces, que Uruguay es el paraíso, un país libre de telebasura? De ninguna manera.

La telebasura llega del otro lado del Río de la Plata. Los telespectadores uruguayos consumen farándula importada de Argentina. "Donde el talento no pesa y el escándalo es protagonista", sentencia Varela. El sociólogo Perroni parece rectificar, puesto que dice que "siempre hubo un componente que nos hace creer buenos y santos. Devoramos la farándula, pero en privado, por el ojo de la cerradura".

El poeta uruguayo Julio Herrera y Reissig escribió allá por 1901 un libro maravilloso titulado 'Tratado de la imbecilidad del país por el sistema de Herbert Spencer'. "Destrozo en él a esta sociedad, imbécil y superficial", dijo el escritor, que no logró publicar el libro en vida (se editó ciento cinco años después de haber sido escrito). Cuenta Herrera y Reissig en esas páginas imprescindibles que Uruguay

es el país del chisme. La política es chisme; la sociedad es el chisme; el Ejército es el chisme; los negocios son el chisme; los médicos son portavoces del chisme... Cupido es su padrino; las iglesias sus escondites... Hasta la prensa es chismosa, como puede juzgarse por el siguiente suelto, aparecido en un diario del país, de los muchos que sólo se ocupan de habladurías y delaciones: 'Pedímosles encarecidamente a ciertas señoritas de Maldonado, y que para más señas habitan una casa de la calle 18 de julio muy al sur de la ciudad, que observen un poco más de moralidad cuando salen de paseo y se hacen acompañar por cierto oficialejo del Piquete de guardia de cárcel, porque si esto no se hace, nos veremos precisados a ponerle sus nombres propios, y llegado a este caso, nos será muy doloroso hacerlo, por tratarse de hijas de un distinguido miembro de nuestra sociedad, y que ocupa la jefatura suprema de cierta oficina pública, y que también si llegara a ese doloroso extremo, tal vez se rozaría muy de cerca su epidermis, y al mismo tiempo se las indicaría con el codo en el mundo social. Por el momento nada más. Si no se corrigen, será otra cosa'.

Impagable documento para la historia del periodismo macarra, ése que tiene en España algunos representantes de primera categoría. ¡Y parecían originales en sus amenazantes editoriales, en sus mafiosas columnas!