La marca de relojes echa mano de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para anunciar su modelo Eco-Drive. Una idea anticuada y rancia que, sumada al poco respeto que los gobiernos del mundo han tenido a dicha declaración en sus 61 años de historia, suena a befa y mofa.
En 2008, la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumplió 60 años. Una fecha que ha sido celebrada por gobiernos e instituciones de todo el mundo con algún que otro fasto pero con la boca pequeña, sabedores de que los Derechos Humanos son un carro al que hay que subirse de cara al exterior, aunque eso no signifique necesariamente que haya que cumplirlos al pie de la letra.
Algo más o menos similar sucede con la nueva campaña de Citizen que desde hace un par de semanas viene apareciendo en la prensa. Un anuncio en el que se echa mano de los Derechos Humanos para vender los modelos Eco-Drive de la marca apelando a un supuesto trigésimo primer derecho humano: el de disponer de un reloj que se carga con cualquier fuente de luz y elimina así el reciclaje de pilas contaminantes.
La verdad es que, con la que está cayendo, el anuncio es cuando menos poco acertado por no decir una absoluta burla.
Para empezar, la estrategia parece sacada de una de esas revistas de los años 50 y 60 que prometían "la felicidad por la electrónica" y en las que el mundo capitalista se presentaba como la única vía de progreso frente a la utopía del bloque comunista. Una idea anticuada, como anticuada son esas otras en las que las mujeres esperaban sumisas y con la copa de Veterano en la mano la llegada del marido de la oficina y que, suponemos, Citizen no tendrá en mente rescatar del olvido.
Tampoco es un chiste. Si lo fuera, sería como uno mal contado, pues ni la ejecución ni la estética parecen pensadas para hacer reír. En caso de ser una gracia, resultaría un tanto sangrante el hacer mofa a costa de buena parte de la población mundial a los que tener o no un reloj ecológico no les debe preocupar mucho si pensamos que muy posiblemente también carecen de trabajo, seguridad personal, libertad, sufren desigualdades por género, carecen de presunción de inocencia e incluso del derecho a la propiedad... que les permita poseer un reloj.
Ni siquiera se puede justificar el anuncio apelando a la supuesta conciencia ecológica que posee el producto en cuestión pues no es el derecho a un entorno más ecológico lo que se reivindica en él sino el derecho a tener un reloj y, no nos engañemos, después de lo dicho en el párrafo anterior, tener o no tener un reloj, por muy ecológico que sea, no es un derecho fundamental y, de serlo, suponemos que ya estará incluido en el artículo 17 (Derecho a la propiedad) o en el 25 (Derecho a un nivel de vida adecuado).
En resumen, mal por la agencia; mal por el cliente. La primera por proponer ideas tan poco brillantes que, en lugar de mejorar la comunicación y la imagen del cliente, pueden provocarle serios daños en su imagen. Al segundo por aceptar (o incluso pedir expresamente, quién sabe) este tipo de propuestas sin analizar cuáles pueden ser las consecuencias. A ambos mal, por pensar que el compromiso ecológico y la mejora del medio ambiente excluye otro tipo de compromisos éticos, como el respeto a otras personas aunque no sean el target de la marca porque nunca podrán comprarse un reloj Citizen.
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