Hoteles legendarios de la ciudad desinhibida

Ha pasado ya más de medio siglo desde que Tánger pasara de ser zona internacional a depender del reino de Marruecos. Pero lo cierto es que esta ciudad portuaria aún huele a ‘plaisir’, a bohemia, a artistas, a liberación religiosa, a mezcolanza de ascendencias y mantiene cierto imán con determinados nombres de la farándula y la política. Y es que los que venían en la época internacional, los que han seguido viniendo durante los cincuenta años posteriores, los que viene ahora y seguirán viniendo buscan ese halo de inspiración artística, de sensualidad desatada y, digámoslo también, de liberación exótica del sexo.

MJ Llerena

Si el patio del Minzah hablara...

Es una ciudad cosmopolita típica de un puerto franco, y a esa conclusión se llega sólo paseando por un puerto. Tánger es en realidad la Casablanca de la película de Michael Curtiz. Motivos políticos obligaron al director de cine a ubicar su historia en la colonia francesa, por solidarizarse con ese Estados Unidos que en 1942 mostraba un claro rechazo al Gobierno de Vichy. Tánger es el ambiente turbio y sexualmente ambiguo, los tugurios, la prostitución, los cafés, la multitud de acentos, los extranjeros....

Los mejores testigos de todo este ambiente, esta vida sexualmente activa y desenfadada, este frenético ritmo por vivir, por leer y por crear son un puñado de hoteles legendarios en los que se reunían los grandes bohemios que dieron aún más luz a esta ciudad mora y europea a la vez. Nombres como Tennessee Williams, Truman Capote, Samuel Becket, Patricia Highsmith, William Burrroughs o Francis Bacon respiraron en sus habitaciones. Entre los españoles residentes o habituales de estos hoteles se encontraban Eduardo Haro Tecglen, Carmen Laforet o el mismísimo Carlos Saura, sin olvidarnos de los que muchos conocen de la actualidad o un pasado reciente, como la malograda Carmina Ordóñez o el ex presidente Felipe González. Hagamos una visita a tres hoteles de ayer y de hoy. Si sus paredes hablaran...

La belleza de lo decadente, el Continental

Situado en plena Medina (Rue Dar El Baroud, 36), tienes que conocer muy bien este enjambre de callejuelas para llegar sin perderte. Puede presumir y presume de unas vistas impresionantes sobre el puerto y una espectacular terraza a la que la inspiración llega sin llamarla. Lo impregna un aire decadente, alguien lleva 40 años olvidándose de renovarlo y por eso a veces no cumple las exigencias del viajero comodón. Pero precisamente ahí está parte de su encanto y de su poder evocador de momentos pasados, como cuando en 1865 lo inauguró el Duque de Edimburgo de la época.

En el hall del hotel, el piano de cola, la gramola y el gramófono nos retrotraen a otro tiempo, a la época del Tánger internacional, a esos días en los que un joven inglés llamado Winston Churchill eligió este lugar como residencia tras su experiencia como corresponsal de guerra. También bajo sus techos deambulan almas como las de Emilio Castelar, Pío Baroja, Jacinto Benavente o Antonio Gaudí, que llegó dispuesto a proyectar una catedral para Tánger que nunca llegó a construirse por ser "demasiado revolucionaria".

El pasado y el presente, el Minzah

El Hotel Minzah conquistó a los artistas y faranduleros en los grandes años de la zona internacional, y precisamente con este reclamo sigue llevándose al huerto a muchos de los de llegan ahora. Su sobria fachada no le hace justicia al interior, pero la sonrisa de los botones apostados en la puerta con sus trajes tradicionales invitan a pasar. En las paredes del hall, junto a la recepción, cuelga una foto del día de su inauguración en la primavera de 1930. En cuanto entras, te envuelve el aire hispano-morisco y empiezas a respirar tranquilidad, a olvidarte de las prisas, a moverte con el tempo de las horas lentas...

Si estas paredes hablaran, contarían historias como que durante la II Guerra Mundial, el ala izquierda del hotel estuvo ocupada por los alemanes nazis y a la derecha por los aliados: ingleses y norteamericanos. Una más de las contradicciones de esta ciudad. Luego, a ambos lados indistintamente, estrellas de cine, reyes y escritores.

El alma del hotel es un pequeño patio de azulejos y paredes encaladas que recuerda a los de Andalucía. En medio, una pequeña fuente y algunos limoneros terminan de darle el aire fresco que atrae como un imán los días de sol. Éste era el hotel preferido de Carmina Ordoñez en sus escapadas a la ciudad.

El poder evocador del hotel se atreve también con épocas ficticias, una vez más a la película ‘Casablanca’, ya que no es difícil imaginarse en sus salones de té o en su terraza a Rick Blaine y Victor Lazslo pujando por el amor de Ingrid Bergman y diciéndose cosas como "Cada uno debe aceptar su destino, sea bueno o malo". El Minzah es un hotel del pasado y del presente y que, con su spa, su piscina rodeada de palmerales y sus servicios de gama alta, mira al futuro desde una ciudad que une dos mares y que sigue observando al mundo desarrollado como una mujer madura y coqueta que se sabe aún atractiva.

Le Mirage, un paraíso en las afueras de Tánger

Se trata de un hotel de lujo situado a las afueras de Tánger, cerca de La Montagne, el barrio rico de la ciudad, donde tienen sus mansiones los jeques árabes. El hotel está situado en un acantilado, de manera que las vistas desde sus habitaciones ofrecen un paisaje impresionante sobre el océano Atlántico. No nos extraña que sea el hotel favorito de Felipe González, habitual de estos lugares y amigo íntimo del dueño, según nos explica un tangerino que se las da de bien informado. La vista sobre el Estrecho es espectacular y en los días claros se ve perfectamente España, a tan sólo unos cuantos kilómetros. Le Mirage es un adelantado de su tiempo en un lugar privilegiado, paraje que no anda muy lejos de ser estropeado por las crecientes urbanizaciones de europeos que amenazan con agenciarse una casita de vacaciones al pie de alguna de las preciosas playas vírgenes entre Asilah y Tánger.