Empleados de banca al borde de un ataque de nervios

"Sí o sí. No me valen más excusas". El día ha sido horrible para Eduardo. Uno de sus superiores del banco en el que trabaja ha mandado la enésima misiva exigiendo mejores resultados a los empleados de su sucursal, en una capital de provincia de Andalucía. Una nueva vuelta de tuerca: "Teníamos unos objetivos de crecimiento de 400.000 euros mensuales en captación y nos lo han subido a un millón para el mes de marzo. ¿De dónde vamos a sacar ese dinero?", se pregunta. "Con depósitos de 10.000 euros se necesitan 100 clientes y no han pasado 100 clientes por esta oficina desde que abrimos", añade.

Douglas en 'Un día de furia'.

Que la crisis financiera pasa factura a los bancos, es algo que tenemos todos más que claro a estas alturas de la película. Las estrecheces crediticias que atraviesa el sistema financiero internacional están llevando a las entidades a implementar agresivas y ambiciosas técnicas de captación de clientes que los trabajadores se ven incapaces de cumplir. Denuncian enormes presiones laborales que las empresas están ejerciendo sobre ellos para que cumplan propósitos que consideran inalcanzables.

"Antes se daban créditos a diestro y siniestro, pero las condiciones de solvencia han cambiado y la situación no es la misma". Así resume el problema María Luisa Torronteras Pérez, Secretaria Sectorial Estatal de Banca de UGT. La actual coyuntura económica tiene a las familias contra las cuerdas. Y, por extensión, a los empleados de banco. Ya no salen clientes de hasta debajo de las piedras y es imperativo categórico comprobar que éstos reúnen todas las condiciones necesarias. Los que se encuentran son un tesoro preciado y hay que disputárselos a la competencia con uñas y dientes. "Durante años la consigna ha sido 'vende, vende y no te preocupes por nada más', pero ni el nivel de ventas ni los objetivos se pueden mantener ahora", explica Félix Núñez, secretario sindical del Banco Santander en Madrid.

Los sindicatos han dado la voz de alarma. La sección sindical estatal del Banco Santander mandó hace sólo una semana una carta a Emilio Botín en la que se hacía eco del "creciente tono de las presiones comerciales que se están dando por parte de los directores comerciales y zonas, rozando algunas veces el límite de la agresión y el acoso, cuando no sobrepasándolo ampliamente".

Uno de los fenómenos que más están notando los empleados de los bancos son las presiones de las empresas para que prolonguen su jornada laboral más allá de lo estipulado en el convenio colectivo de banca. "En algunos bancos, si no te quedas, tienes que asumir que tu carrera y tus posibilidades de ascenso se terminan allí; en otros, corres riesgo de ser despedido", comenta Eduardo, que en los últimos meses ha visto como compañeros de otras ciudades eran expulsados de la empresa, siempre alegando bajadas en la productividad. Así, la sospecha que reina en el sector es que las exigencias sobre los objetivos están sirviendo en realidad de patente de corso para hacer purgas y despedir a empleados indiscriminadamente. "Como una regulación de empleo encubierta", señala Francisco José García Utrilla, del área de profesionales de la Federación de Servicios Financieros y Administrativos de CC.OO.

Y los clientes, fuera de control

La presión se ceba con un sector que no está precisamente acostumbrado a la tensión laboral. "Siempre hemos tenido la fama de ser casi como funcionarios", bromea García Utrilla. "Hemos pasado de ser trabajadores de cuello blanco a ser de los peores tratados del mercado laboral", coincide Núñez. Y, en estos momentos, en los que el descontento hacia las entidades financieras está a flor de piel, parece que las últimas personas que son susceptibles de despertar reacciones de solidaridad o empatía son las que tengan cualquier cosa que ver con un banco.

Y es que no sólo se trata de las presiones internas. Los trabajadores de las entidades financieras se han convertido también en el frontón donde descargan su mala leche los clientes insatisfechos o donde, directamente, vuelcan sus instintos homicidas que de buena gana liberarían con esos banqueros a los que todo el mundo señala como culpables de la crisis. Hace unas semanas hablábamos de que el Banco Gallego había remitido a sus empleados una circular en la que ofrecía pautas a la hora de enfrentarse a clientes que habían perdido el control. Se alegaba que la crisis había llevado a muchas personas a situaciones desesperadas que se pagaban con los empleados.

La Asociación Nacional de las Cajas de Ahorros Españolas (CECA) asegura que la crisis no está provocando una virulencia particular en las reclamaciones. Pero, según los sindicatos, este fenómeno no sólo no es patrimonio exclusivo del Banco Gallego, sino que se ha generalizado en el conjunto del país: el malestar hacia las firmas crece y se traduce a veces en "agresiones verbales" a los trabajadores. Después de fiascos como los de Madoff, no es raro encontrar a clientes de ciertos productos financieros que hoy en día se están topando con rentabilidades negativas. "Posiblemente en su día se les dijo que iban a ganar un 20 por ciento y hoy están perdiendo dinero", indica Núñez. Y también está la otra cara de la moneda: la del cliente que llega a pedir un préstamo y se encuentra con un 'no' por respuesta. "Entonces lo único que quieres es matar al de la ventanilla", sintetiza Eduardo.

Cuando llega a casa, Eduardo enciende el ordenador y abre el editor de su blog para escribir una entrada. Cuelga una foto de 'Un día de furia', aquella película en la que Michael Douglas encarnaba a un ejecutivo que enloquecía como consecuencia de su estresante vida. A la fotografía sólo le acompaña un escueto aunque contundente texto: "Cada día más cerca de ser el prota".