El peor programa de nuestras vidas

La dirección de TVE ha presentado a bombo y platillo un canal cultural que, vaya por Dios, no se podrá ver hasta dentro de unas semanas y sólo a través de satélite y cable. Pero no se pongan tristes... Anoche, en nuestras viejas televisiones, ya pudimos disfrutar del estreno de 'Los mejores años de nuestras vidas' (La 1), con monumentos culturales de la talla de María Jesús y su acordeón, Samantha Fox, Ramoncín, Pedro Marín, Pino D'Angio y Raphael, entre otros. Incongruencias de una televisión pública bipolar.

Anna Simón y Ángela Fuente presentan con Sobera el programa.

'Los mejores años de nuestras vidas' es uno de esos programas que nos hacen dudar de la utilidad de mantener una televisión pública. ¿Necesitamos invertir nuestros impuestos en programas tan malos como los que nos ofrecen, gratis, las cadenas privadas? Durante casi tres horas este nuevo bodrio, por supuesto encargado a una productora externa y con un formato comprado, consiguió que los pelos de los amantes de la música se pusieran no ya como escarpias, sino como taladros de plataforma petrolífera. ¡Qué esperpénticos los decorados! ¡Qué casposos los presentadores! ¡Qué nefasta selección musical! ¡Qué decrépitos los artistas! Samantha Fox parecía uno de los Morancos.

El programa consiste en una sucesión de duelos entre décadas para elegir la mejor (¿). Primero, los 60Žs contra los 80Žs. Algunos datos cronológicos absurdos, imágenes de archivo troceadas, flashes de canciones horteras y la actuación de un puñado de cantantes decadentes. Bailan y maúllan los perdedores de 'Operación Triunfo'. De vez en cuando aparece Ángel Llácer e interrumpe al presentador con una estupidez. Un rótulo advierte de que "Carlos Sobera se enamoró escuchando esta canción: el toro enamorado de la luna". El público, chicos y chicas de dieciséis años con cara de no entender de qué va semejante memez, vota por una de las décadas. Ganaron los 80Žs. Y eso es todo.

'Los mejores años de nuestras vidas' tiene el aspecto revenido de 'Aplauso' y 'Noche de fiesta'. Es Televisión viejuna, tanto estilística como ideológicamente, y lo cierto es que obliga a retroceder en el tiempo. En el peor sentido. No por las claves del programa, basadas en la nostalgia más burda, sino por la sensación de rancio que desprende en todos y cada uno de sus detalles. La pobreza de la realización, de los guiones, de las coreografías, de los gags, de los invitados, de la música...

Televisión mala de solemnidad que, si queda un ápice de criterio y buen gusto en los telespectadores, anoche debió nacer... y morir.

Un motivo para no ver la televisión

La darwinización del mundo.
Autor: Carlos Castrodeza.
Editorial: Herder.

En el año de Darwin se ha hablado mucho sobre el viajero y naturalista británico. Siempre es recomendable leer, o releer, el 'Viaje del Beagle' o 'El origen de las especies'. Pero sin embargo no es fácil acertar entre toda la avalancha de nuevos títulos editados, muchos de ellas oportunistas, con Darwin como excusa. Entre las joyas, este 'La darwinización del mundo'.

Carlos Castrodeza, profesor de lógica y filosofía, ha escrito un ensayo en el que analiza el impacto de la teoría de la evolución en el pensamiento filosófico actual. En un mundo violento, cruel, tiránico e injusto parece obvio que los más fuertes tienen más probabilidades de sobrevivir.

Castrodeza no se queda en este detalle y analiza el darwinismo como eje cultural del sentido de la historia. Antropología, comportamiento, biología, conciencia, ética, política, ciencia...

En este libro denso e intenso, Castrodeza muestra los puntos de hibridación entre Darwin y Heidegger o Rorty, que los hay. Y demuestra que la grandeza del naturalista británico es inconmensurable.

En la misma editorial, y también muy recomendable, un pequeño libro con grandes autores: Adrian Desmond, James Moore y Janet Browne analizan la vida social, política, económica y religiosa de Darwin y su tiempo. 'Charles Darwin' (Herder) es una absoluta y total delicia.