Los parados que van al banco a solicitar la moratoria del pago de su hipoteca se encuentran con que no pueden hacer nada porque aún no están listos los mecanismos para realizar los trámites; las pymes que quieren acceder a las líneas de ayuda del Instituto de Crédito Oficial (ICO) ven como sus solicitudes se apilan en carpetas que hay encima de la mesa del subdirector o director de sucursal de su banco, a la espera de poder ser tramitadas; hay empresarios autónomos y pequeños dispuestos a tomar medidas desesperadas, como el constructor de Loeches (Madrid), dispuesto a quemarse a lo bonzo para que el ayuntamiento le pagase lo que le debía. Y todas las medidas van lentas, muy lentas, porque la burocracia devora las medidas adoptadas por el Gobierno.
En Loeches, la sangre estuvo a punto de llegar al río por los impagos del ayuntamiento.
Para esta señora, la burocracia, la RAE da cuatro definiciones, pero en esta historia nos quedamos con la cuarta: "Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas". Es antigua, pero está viva hasta en la era de internet. Hubo un periodista y escritor famoso hace más de un siglo, Mariano José de Larra, que más literariamente la resumió con un "vuelva usted mañana".
Pues de esa enfermedad con siglos de historia, está enferma también la crisis económica y, en concreto, hoy, millones de pequeños empresarios, autónomos y parados. Ese brutal retraso de los ayuntamientos y las autonomías a sus proveedores, que llegan a pagar con más de un año de retraso, tiene ahora desesperados a más de tres millones de autónomos de este país, que hoy también han lanzado su SOS, como antes lo hiciera Jesús Bárcenas, presidente de CEPYME, quien hace unos días ya denunció que "la morosidad nos lleva a una situación límite".
Porque hasta que estalló la crisis, bancos y cajas no tenían problemas en adelantar los pagos a los empresarios, a cambio de cobrar un interés por esas facturas (factoring). Pero esa solución ahora ya no sirve, aunque sea una de las que se barajan en el Gobierno y entre las patronales de empresarios, a no ser que el Gobierno terminara por avalar ese proceso.
Este "factoring" no significa que te facturen ya, en plan coloquial. ¡Qué va! Al contrario, es otra palabrita de esas que habrá que sumar a nuestro vocabulario de crisis, como hemos hecho con la deflación, la enfermedad del diablo o la dichosa Flexiseguridad para cuando estemos parados.
Este tal "factoring" es un producto con decenios de historia y un nombre mucho más malaje, como suena en castellano, el "factoraje", y que los audaces de las finanzas vistieron con lo del inglés, "factoring", que sonaba más fino. Hasta que la crisis se lo llevó por delante, las entidades financieras los definían como un producto que ofrecían a las empresas, sobre todo pequeñas y medianas. Hasta tenían un departamento o una Compañía de Factoring que se ofrecían a pagar por adelantado a las empresas la cantidad que les debía un ayuntamiento, por ejemplo, a cambio de un interés. Pero esa historia se ha acabado con la crisis, aunque existe una Asociación Española de Factoring (ASF), que hoy mismo ha presentado sus resultados —su actividad creció un 20,35% el año pasado— y se definen como la "herramienta financiera idónea" para estos momentos de crisis.
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Como diría Larra, el problema se resume con la frase "vuelva usted mañana".
Con los de la ASF se han reunido ya altos cargos del PSOE y técnicos del gobierno, en busca de soluciones. Porque sobre el departamento que pilota Solbes reconocen que "nos llueven presiones por tierra, mar y aire", para que encuentren un sistema que obligue a las administraciones públicas a pagar antes. Se admiten ideas para canalizar de una forma segura y rápida el aval del Estado, pero "sólo, y únicamente" a aquellos ayuntamientos o Gobiernos autonómicos que tengan probada su eficacia en la gestión, que no estén tocados por casos de corrupción. ¿Y cómo se hace eso? Solbes ha admitido que se estudian la forma de avalarlos, pero la idea esbozada el pasado lunes por el secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, de que podría ser a través del ICO y estaría en unas semanas, se pierde ya por los cajones, por la dificultad a la hora de instrumentarla.
Como ocurrió a la hora de elaborar las subastas y los avales del ICO para el sistema financiero, lo más difícil es determinar qué ayuntamiento merece ese aval y cuál no, quién lo devolverá y quién no. "Se estudia", insisten en Economía, pero no hay nada concreto aún. Faltan manos, faltan mecanismos y faltan redes para instrumentar todas esas medidas. De ahí los lloros de los nostálgicos de la vieja banca pública. Aquellas sucursales de las cajas rurales y de correos que había en cada pueblecito del país y que ahora permitirían hacer llegar el dinero directamente a los más afectados.
Mientras, las pymes se asfixian y cierran, los autónomos se desesperan, los expedientes de solicitud de demora en las hipotecas se acumulan en las cajas —hoy mismo en Caja Madrid reconocían que aún se está perfilando como llevar adelante ese aplazamiento del pago para las hipotecas de parados—, a los ministros económicos del Gobierno les salen más canas, al gobernador del Banco de España le sacuden quienes no se han leído su discurso. Pero Zapatero mantiene la esperanza. Y en el Congreso se sigue hablando de las cacerías impresentables de Bermejo y Garzón, o de la mano que Rajoy no se deja quemar por Esperanza. Pero no os equivoquéis, esta esperanza no es la que quiere mantener viva Zapatero ¿o sí? Vaya chiste malo.
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Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
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