Tenía 20 años, era bailarina y necesitaba dinero para vivir en el Nueva York de final de los 70. Esto y una dosis de narcisismo llevaron probablemente a Madonna a contestar al anuncio del periódico en el que Lee Friedlander pedía una modelo para fotografiarla desnuda. Mañana esa imagen de una Madonna aún anónima se subastará superando, probablemente, los 10.000 dólares.
La coyuntura ha querido que ahora la reina del pop sea eso, una reina, y que Lee Friedlander sea un fotógrafo de culto reconocido en ciertos circuitos pero desconocido para la mayoría del público que se peleará por ver a Madonna en su próxima gira. Pero corría 1979 cuando Friedlander, quien ya gozaba de fama como documentalista de la sociedad americana, retrató a Madonna Louise Veronica Ciccone. Y lo hizo así, a palo seco, sin florituras. "Es una foto descarnada, con un flash directo que desvela a una mujer desnuda, como decimos nosotros es un 'aquí te pillo, aquí te mato'", explica Chema Conesa.
El fotógrafo advierte: "Friedlander no pasará a la historia de la fotografía de desnudo por esta imagen, es el padre del documentalismo y esta es una foto menor, pero tiene su sello, su autoría, no busca la belleza del desnudo sino el desnudo en sí". Es por eso que Madonna no oculta en las fotos un poblado vello púbico y de las axilas. Y es precisamente eso lo que confiere valor a la imagen, su "naturalismo radical" que no busca modelos clásicos de belleza sino que los elimina para dejar paso a la realidad. Después la carrera de Madonna despegó y 6 imágenes de la cantante desnuda, tomadas por el mismo fotógrafo y en la misma actitud aparecieron en la revista Playboy en 1985.
Sorprende la imagen, su fuerza, la desinhibición total de la cantante -que puede verse con más detalle en la serie completa de la sesión-, que pese a tenernos acostumbrados a sus imágenes sexuales explícitas las había hecho con otros fotógrafos como "Newton -del que también se subasta una foto el día 12-, Herb Ritts o Steven Meisel. Estos fotógrafos buscan la belleza del cuerpo desnudo, una imagen más estudiada, menos salvaje", explica Conesa. Utilizan artificios para provocar y componen una fotografía artística más cercana a los cánones estéticos clásicos. Así ocurrió en el libro Sex, que la diva lanzó para sacar rédito a la polémica que unas imágenes subiditas de tono podían generar. Las ganas de provocar eran tan evidentes que el libro no escandaliza. El juego queda patente. Las imágenes de Meisel, aunque aderezadas de elementos sadomasoquistas y con fuerte carga sexual no se apean de los pautas clásicas de belleza.
Es por eso que turba ver a una Madonna sin preparar, sin depilar, que desde la naturalidad más absoluta destila sexualidad, y es por eso que el día 12 la foto se venderá, probablemente, por más de lo que espera Christies, la casa que la subasta. Porque, como explica Conesa "la imagen forma parte del mundo del fetiche, no se valora tanto la calidad de la foto en sí, que es una buena foto, pero el contenido supera al continente". No sabía Lee Friedlander, cuando puso aquel anuncio en el periódico, cuando realizó un disparo seco para conseguir un retrato crudo, que aquella iba a ser una de las fotos más sexuales de la reina de la provocación.
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