¿Y dónde dices que es el concierto?

La noche no es para mí, cantaban los valencianos Video en los 80 y eso es lo mismo que deben de pensar los Ayuntamientos de diferentes ciudades españolas que se han puesto en pie de guerra contra la oferta nocturna de animación.

Tras los cierres de varias salas de Madrid que han hecho que muchos conciertos hayan tenido que suspenderse, aplazarse o cambiar de fecha y lugar con el consiguiente trastorno que eso origina a la gente que se desplaza, con pérdida de reservas de hoteles, trenes o avión, otras ciudades han seguido el ejemplo.

El caso más curioso ha sucedido en Bilbao. El Ayuntamiento ha comenzado su cruzada contra el exceso de aforo de varios locales emblemáticos de la ciudad. No seré yo el que discuta que antes del negocio debe primar la seguridad del cliente. Es cierto. A todos los dirigentes se les llena la boca hablando de incendios, muertos y a la que pueden ponen como ejemplo el desgraciado incidente ocurrido hace años en la discoteca madrileña Alcalá 20. Perfecto.

Lo que los Ayuntamientos se callan como tumbas es que esos mismos excesos de aforo ocurren en bares y locales colindantes a los estadios de fútbol los días de partido donde la gente se apelotona en su interior como si aquello fuese un metro japonés en hora punta. Esos mismos días los respetables padres de familia están en la acera de esos bares bebiendo alcohol en vasos de cristal y nadie les dice nada. Eso sí, que no se te ocurra a ti ponerte en un banco de la calle con un vaso de plástico de los chinos que enseguida te aplican la ley antibotellón y multazo al canto. ¿Dónde está esa parte de la Constitución que dice que todos somos iguales ante la ley?

Lo más extraño —yo es que soy muy malpensado— viene ahora. Ante el cierre de uno de los locales de conciertos más activos de la ciudad del Guggenheim, la sala Antzokia, toda su programación ha tenido que trasladarse a un local de similares características ubicado al comienzo del barrio chino en el Casco Viejo de la ciudad y que hasta hace unos años era una iglesia. Curiosamente este local es gestionado por el Ayuntamiento, que lo alquila para organizar conciertos a promotoras. ¿Quién sale beneficiado de todo esto? Este local, que no tiene barra de bar para no hacer competencia a los hosteleros de la zona (según ellos), sí que tiene en su entrada una máquina de latas, donde hay refrescos y cerveza y nadie que la controle. Es decir, un menor de 16 años que asista a un concierto o utilice los locales de ensayo de la planta superior, puede comprar alcohol sin ningún tipo de control. Lo único que te dirán es que no puedes acceder al interior del concierto con la lata y te invitarán a coger un vaso de plástico. ¿Qué ocurriría si a un local privado le pillasen vendiendo cerveza a menores?

Lugares alternativos

Tras esta confabulación de los poderes públicos de intentar convertir España en uno de los países más aburridos de la Unión Europea, y mira que es difícil con los setas que hay repartidos por ahí, los programadores de conciertos y artistas se están poniendo las pilas para continuar el negocio. Así, recuperando el espíritu de los 60 de organizar fiestas en cualquier parte y que fue reivindicado en los 80 con el inicio de las raves ilegales en fábricas abandonadas y descampados (son mundiales las que se suelen organizar en una playa vasca dentro de un búnker de la guerra aún en buen estado y en el que han instalado incluso neveras), os vamos a ofrecer algunos de los lugares alternativos que se han usado en el mundo del rock para celebrar conciertos y que, a la fuerza ahorcan, pueden ser tan válidos como las salas de conciertos para ver a nuestro grupo favorito. Total, peor que la escasa visibilidad, acústica nefasta, porteros matones o garrafón de algunas salas oficiales no va a ser ¿no?

O sí. ¿Quién sabe? Que se lo digan a los Cramps, por ejemplo, que llegaron a actuar en sus comienzos en un hospital mental californiano para los dementes allí ingresados. No se sabe cómo lograron salir de allí Poison Ivy y Lux Interior sin que los confundieran con los pacientes, pero hay un espeluznante vídeo que resume la actuación ante los pacientes.

La cárcel es un buen lugar. Los internos son chicos agradecidos y muy receptivos. Las actuaciones de Johnny Cash en las prisiones de San Quintín y Folsom a finales de los 60 son míticas y en estos momentos se pueden encontrar excelentes ediciones de los discos grabados allí con dvds con los conciertos. En España se han hecho experiencias parecidas. La actuación del cantante vasco Imanol en la cárcel de Martutene el San Fermín de 1985 se saldó con la desaparición de dos conocidos presos en el interior de los altavoces del grupo del cantautor. Todo el suceso está reflejado en la canción de Kortatu 'Sarri sarri'. Creo que a los de Martutene se les quitaron las ganas de seguir haciendo más conciertos. Estas navidades, la actuación del gran cantante Rafa García en la Cárcel de Picassent presentando su nuevo hit de ragatón terminó con striptease de la bailarina, refrote de un par de presos y escándalo en prensa. Vale, sé que no son buenos ejemplos para comparar con Johnny Cash, pero allí llevan a grandes estrellas a tocar a la trena y aquí se lleva a éstos. Como dijo el gran filósofo de la vida Rafa García (más conocido por ser hermano del cubano Dinio que por su carrera musical) al ser preguntado por el tema de su actuación, ¿por qué no van a la cárcel los grandes artistas como la Pantoja, que los presos lo agradecerían mucho?, ante el cachondeo de los periodistas al oír tan desafortunado ejemplo.

Si no hay locales para actuar ya buscaremos otro sitio. ¡Y a lo grande! ¿Será por dinero? Que se lo digan a Jamiroquai, que organizó uno de sus últimos conciertos para un selecto grupo de fans en un avión en pleno vuelo. No, no es parecido al espectáculo que dio Melendi en el avión de México, lo de Jamiroquai era un concierto en toda regla para presentar un nuevo modelo de teléfono móvil a más de 30.000 pies del suelo, entrando así en el Guinness de los records.

Firma y salva el Antzokia.

Otra de las movidas organizadas por empresas de telefonía móvil fue la que llevó a los Strokes a organizar un concierto en una de las salas del Museo de Historia Natural de Londres en el verano de 2006. No se sabe si hubo que reforzar los huesos de la estructura de algún dinosaurio después de la descarga de los chicos de Julian Casablancas.

Katie Melua tiene un record parecido al de Jamiroquai pero al revés. Ella actuó a 300 metros por debajo del nivel del mar en una plataforma de gas el Mar del Norte. En Alemania pero a menos profundidad, Queens of the Stone Age se metían dentro de una mina de sal para realizar un concierto acústico a finales del 2007. Una de los últimos conciertos excéntricos ha sido el de los Zutons. Mientras el dueño de la casa calentaba la barbacoa y se ponía a freír hamburguesas, su hijo se disponía con sus amigos a ver un concierto de los Zutons en el jardín de su casa cerca de Liverpool al resultar ganador del concurso celebrado por una revista musical inglesa. Algo que recordarán durante mucho tiempo amigos y vecinos.

En casas particulares también han tocado La Costa Brava. Una propuesta de conciertos a domicilio donde podías contratar al grupo del desaparecido Sergio Algora para que actuara en el salón de tu casa durante una fiesta. Esto de los conciertos caseros venía inspirado por la asociación holandesa 'Livin in the Living', cuya iniciativa consistía en organizar pequeños conciertos en casas particulares.

De carácter acústico, la idea tuvo tanto éxito en Holanda, donde se creó en 2002, que han llegado a tener lista de espera de gente que quiere organizar conciertos en el salón de su casa. Con artistas conocidos y para aforos de 30 o 50 personas, cada artista debía ofrecer dos actuaciones de unos 15 minutos con descanso por medio para poder charlar con la gente invitada. La única condición que ponían los organizadores es que el salón de la casa tuviese un mínimo de 25 metros cuadrados. No va a ser como cuando Alaska y Dinarama actuaron en las escaleras de la mansión de Puerta de Hierro de la familia Hachuel rodeados de cuadros de Picasso y Goya durante la fiesta que ofrecieron a Andy Warhol cuando visitó España en el 83, pero casi.