El Banco del Tiempo: una aspirina contra la crisis

Valladolid.-  La filosofía de pagar con tiempo en vez de con dinero ha atraído en los últimos meses a un buen número de socios al Banco del Tiempo de Valladolid, que con una oferta de 172 actividades, servicios y tareas se ha constituido como una aspirina contra la crisis y una forma alternativa de intercambio.

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(EFE)

Socios del Banco del Tiempo de Valladolid asisten a una clase. El Banco del Tiempo consiste en una sociedad de intercambio de servicios por tiempo, en un intento de soslayar la "monetarización imperante en prácticamente toda la sociedad", en palabras de uno de sus socios.

El Banco del Tiempo es una iniciativa del Ayuntamiento de Valladolid que consiste en el intercambio de servicios entre sus usuarios, de tal manera que uno solicita a otro la prestación que desee, y se lo retribuye con un vale de una hora, la moneda de cambio de este proyecto.

El coordinador de este proyecto, Juan Manuel Primo, explica que en los últimos meses, en los foros en los que se comunican los socios de los bancos del tiempo de España, se ha hablado largo y tendido de estas plataformas como una posible vía de alivio a la crisis, al no utilizar el dinero como objeto de intercambio.

El que acude a este mercado puede aprender papiroflexia o globoflexia (hacer figuras con globos), tomar clases de instrumentos como gaita, piano, saxo, batería o armónica; aprender a adiestrar mascotas, encontrar ayuda para elaborar un árbol genealógico o aliviar las tensiones que genera la crisis recibiendo varios tipos de masajes.

También pueden prepararse para lo que viene asomándose a nuevos idiomas como italiano, alemán, inglés, francés, japonés o esperanto; ajustar su economía asesorándose en la declaración de la renta, contabilidad o arañar unos euros manejándose en la obtención de licencias municipales.

Por edad, el perfil de los socios responde a una mujer de entre 30 y 50 años, y en la actualidad el Banco del Tiempo cuenta con trece personas inmigrantes: cuatro de Colombia, tres de Perú, dos de México, y una de Portugal, Marruecos, Brasil y Gabón.

Al mes, hay una media de cuarenta intercambios, y desde su fundación en enero de 2006 se han producido más de 1.150 por valor de 1.700 horas.

Los principios que definen este proyecto rechazan las tareas que encubran trabajo barato o remunerado, puesto que lo que busca es utilizar el tiempo como una moneda de cambio "mutua y paritaria".

Uno de los socios del Banco del Tiempo de Valladolid, David Lamoca, da una vuelta de tuerca a este singular trueque y afirma que constituye "un pequeño acto de rebeldía contra la monetarización imperante en prácticamente toda la sociedad".

En el Banco del Tiempo no existen los números rojos, aunque cada socio cuenta con un talonario que mide el estado de sus intercambios y configura el estado de su cuenta corriente, con el objetivo de que ninguno de sus miembros solicite servicios y a la par no ofrezca.

Para Juan Manuel Primo, todo el mundo tiene cabida en este mercado contra la crisis, "porque cada uno tiene algo que dar y que ofrecer, aunque a veces cueste trabajo adivinar cuál es y haya que hurgar en las necesidades de cada uno".

Esta tesis se demuestra en la variedad de actividades que, tras cerca de tres años de funcionamiento, ha logrado aglutinar el Banco del Tiempo vallisoletano, que asciende ya a 172.

Los servicios más demandados son los masajes de varios tipos, aunque los socios también reclaman acompañamiento, conversación y cuidado a personas mayores, charlas en francés, tareas informáticas, reparaciones sencillas en el hogar, acercamientos en coche, tareas de costura, peluquería, clases y charlas en inglés y cocina.

Xoan González, uno de los socios, ofrece dar clases de gaita gallega, aunque reconoce que "dado que ninguno de los socios se ha interesado por esta habilidad" ha tenido que reciclarse y dar clases particulares a niños y personas mayores de 25 años que preparan las pruebas de acceso a la universidad.

El talento de algunos sirve como remedio para otros, como asegura Margarita Meda, una socia experta en varias disciplinas, que puso un dique contra la crisis al recibir de otro miembro una lección de fontanería en la que aprendió a arreglar uno de los grifos de su casa.