Las extrañas asociaciones

La televisión en 2008 nos dio una de las imágenes irrepetibles del surrealismo musical de la última década. Sitúense. Rihanna, cantante de éxito acaba de interpretar su último single en el plató de Operación Triunfo. Divina, con su modelazo de alta costura, su amplia frente y su habitual cara totalmente falta de expresión que no sabes si está viviendo lo que canta o repasando mentalmente la lista de la compra. Como una muñeca hinchable de lujo. Fría como el acero.

Rihanna vuelve a subirse al escenario para cantar el segundo tema. Sigue vestida de alta costura (o más bien desvestida porque ya sabemos que a las cantantes de R&B les gusta disfrazarse de empleadas de club de carretera a la mínima de cambio) y va a intepretar el dúo que ha hecho con David Bisbal, cantante que no ha visto ni en foto porque grabaron por separado y es ahí donde se van a encontrar por primera vez.

Ella comienza su parte del tema y a lo lejos ve acercase a un muchacho de pelo rubio con pantalones viejos multibolsillos, camisa arrugada y más pinta de operario de luces que de cantante. Aunque por su gesto no lo podamos adivinar porque, como he dicho antes, ella es una autómata creada para cantar y no tiene sensores que muevan los músculos de su cara, por dentro está confusa pensando si ese que canta a lo lejos vestido como un vagabundo es un doble de luces pero no, ella ya ha cantado una canción antes y sabe que el programa es en directo así que… oh Dios mío, he grabado un disco con uno de los protagonistas de Trailer Park Boys y no me he dado cuenta, debe de pensar la pobre Rihanna que ve cómo su galán vestido de saldillo va aproximándose.

Y es que hay cosas que no pegan ni con cola. Unir a Bisbal con Rihanna debió de salir de la perversa mente de algún ejecutivo discográfico que no tenía un becario a quien torturar esa tarde o algo, porque de otra manera no se entiende. Es como mezclar agua con aceite. No se puede, por mucho que la deconstruyas o la conviertas en espuma o hagas un destrozo culinario de nueva cocina. Cuando no se puede no se puede y además, es imposible.

¿Cuántas canciones han fracasado por no haber elegido el intérprete correcto? Lo de los duetos forzados es algo incomprensible, sobre todo cuando se ve a la legua que está hecho de manera artificial para relanzar la carrera de uno de ellos, ayudar a su introducción en un país extranjero o alguna maniobra oscura.

Basta recordar el vídeo casposo de Julio Iglesias con Diana Ross. La bicho de las Supremes envuelta en siete capas de filtros tamizadores de arrugas en la cámara que hacía que, cada vez que emitían el vídeo en tv, en las casas los jubilados se pusieran a resintonizar el canal creyendo, que ya se había movido la antena de nuevo de lo borroso que se veía todo. Entre medias de aquel proyecto de anuncio de Ferrero Roché, Julio Iglesias pavoneándose en esmoquin delante de una Diana Ross aguantándose la risa. Julio logró introducirse en Estados Unidos con su inglés macarrónico y la Ross aumentó su cuenta corriente. Otros de los extraños colaboradores de aquel '1100 BelAir Place', los Beach Boys en pleno, se limitaron a grabar sus coros y, como mucho, a hacerse una foto. Más discretos y con más sentido común.

Otra de las atrocidades de fin de año ha sido ver a Craig David con Álex Ubago. David tenía bastante éxito con su último tema, donde samplea a David Bowie y Bob Sinclair y su silbidito infernal, y es un poco inexplicable la aparición de alguien con un estilo tan lejano al de Craig David como Álex Ubago. Al final la versión de su primer éxito, 'Walking away' no dista mucho de ser un dueto de los que suelen aparecer en las primeras galas de Operación Triunfo.

Los que saben mucho de duetos imposibles son Fangoria. Desde los comienzos del grupo con su club de fans ya desaparecido, acostumbraron a unirse con amigos y grupos afines para grabar singles que regalaban a sus admiradores. El campo se fue ampliando y grupos que poco parecía tener que ver con ellos, como Doctor Explosión, llegaron a hacer divertidas y muy aceptables uniones, como la versión del raphaelista 'Mi gran noche'.

Disuelto el club de fans, han seguido realizando duetos imposibles para las caras b de sus singles que ya han rozado en el esperpento. La versión de una canción de Baccara junto a Dover que parece hecha con muy pocas ganas y menos medios y la extraña unión con Mago de Oz para la cuarta versión que la cantante de pelo rojo que nunca mira al pasado ni revisa el repertorio de sus viejos grupos ha grabado de 'Rey del glam' y que indignó a muchos de sus seguidores por considerarlo una pérdida del norte total, son dos de los últimos casos de uniones imposibles del popular dúo.

Claro que para unión imposible la de Antonio Orozco con Lucie Silvas. Aparte de discográfica, dudo mucho de que tengan algo más en común. La canción que hicieron a medias se ve forzada, artificial y canta a 'corta y pega' de lejos. El cantante de la voz rota que tiene una bonita trilogía de videosingles basada en el personaje de un presidiario que se fuga por amor, dio un gran paso en falso al aceptar un dúo que pienso no le ha beneficiado en nada.

Una de las uniones más explosivas de la última época fue 'Beautiful lier', el catfight protagonizado por Shakira y Beyonce. Golpes de cadera, batallas de gorgoritos, melenas al viento gracias a potentes ventiladores y mucho, mucho maquillaje y efectos digitales de postproducción hicieron de este single el sueño húmedo tanto tiempo ansiado por muchos hombres. ¿Calidad? Yo de eso sólo hablo delante del abogado de esta empresa.

Más arriesgado fue 'Vivo por ella', el despliegue con el que el cantante lírico Andrea Bocelli y Marta Sánchez lograron de una manera arriesgada una muy correcta combinación de voces y estilos. Mezclar lírica con pop no era nada nuevo y ya lo habían hecho antes el líder de Queen con Montserrat Caballé en el recordado 'Barcelona'. Lástima que la desafortunada intervención de una triunfita con su histriónica pronunciación haya convertido la canción en la triste broma pesada del 'poyeya'.

Pero para broma pesada hemos dejado para el final 'Cabalgo con mi caballo', una bonita melodía que en 1988 editaban como single la andaluza Ana Reverte con el vidente Rappel. No tengo palabras.