Los acusados por la desaparición de una mujer aseguran que desconocen su paradero

Burgos.-  Las siete personas que se sientan desde hoy en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Burgos, encausados por distintos delitos vinculados por la desaparición de Marisa Villaquirán a finales de 2004 han asegurado hoy que desconocen el paradero de la víctima.

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(EFE)

Imagen del juicio contra cinco personas relacionadas con la desaparición en diciembre de 2004 en Miranda de Ebro (Burgos) de María Luisa Villaquirán, de la que no se ha vuelto a conocer su paradero, que hoy ha comienzado en la Audiencia Provincial de Burgos.

La mujer fue vista por última vez el 7 de diciembre de 2004 cuando subía a un turismo de gran cilindrada que conducía uno de los acusados, Isaac D.J., aparentemente obligada por su esposo y principal imputado, Rafael G..

El fiscal pide para este último trece años de reclusión y qince años de alejamiento de los dos hijos y la madre de la mujer desaparecida, a los que también debería indemnizar con un total de 90.000 euros.

Está imputado por un delito de retención ilegal, otro de lesiones y dos faltas de amenazas.

El principal acusado ha reconocido que su relación con Marisa Villaquirán se había deteriorado desde que él había dejado embarazada a la hija de esta, por lo que estaban a punto de separarse legalmente.

Aunque también ha admitido que estuvo con ella el 6 y el 7 de diciembre, ha asegurado que sólo estuvieron hablando y en ningún momento agredió a la mujer.

En el banquillo se sienta también la madre de Rafael G., con quien éste mantuvo una conversación en prisión en la que, según la acusación, la mujer le dijo que estuviera tranquilo porque de la cárcel se sale pero del cementerio no.

El acusado tampoco ha explicado porqué mandó callar a su padre en varias ocasiones cuando éste hacía referencia al vertedero en el que la policía estuvo varios días buscando sin éxito el cuerpo de Marisa Villaquirán.

Rafael G. ha afirmado que las heridas superficiales que tenía cuando le interrogó la policía tras conocerse la desaparición de su mujer se debían a que había estado bebiendo y se había dado algún golpe.

El otro acusado que de ser condenado ingresaría en prisión, dado que los demás tienen peticiones de penas menores a un año, es Isaac D.J., para quien el fiscal pide ocho años de reclusión por un delito de detención ilegal.

Era el conductor del coche de gran cilindrada en el que se supone que fue introducida Marisa Villaquirán y que abandonó a gran velocidad Miranda de Ebro (Burgos) antes de ir a las afueras, a la zona de San Juan del Monte.

Aunque ha reconocido que conducía el vehículo, el acusado ha asegurado que sólo vio a la víctima y Rafael G. hablar sin aparentes muestras de violencia y ha señalado que tampoco vio cómo entraban en el coche, aunque testigos presenciales señalaron en las diligencias previas que la mujer fue introducida por su marido prácticamente en volandas en posición horizontal.

En todo caso, ambos acusados han coincidido en que Isaac D.J. tuvo que irse con el coche y dejó a Marisa Villaquirán y Rafael G. en San Juan del Monte.

Otros tres acusados, en este caso por un delito de encubrimiento, se supone que guardan relación con las joyas que Rafael G. entregó a uno de ellos para que se las guardara.

El depositario de las joyas, Héctor R., apodado "El sevillano", ha asegurado que no sabía que eran de Marisa Villaquirán, a la que no conocía y de cuya desaparición tampoco tuvo noticias hasta algunos días después.

Según su declaración, cuando supo que la mujer había desaparecido y que era la esposa de Rafael G. se puso "muy nervioso", se lo contó a dos amigas, que se sientan también en el banquillo de los acusados como supuestas autoras de encubrimiento, y decidió limar los nombres que aparecían en las joyas, los del acusado y la víctima, y tirarlas en una carretera secundaria desde la ventanilla del coche.

Dos de los tres acusados de encubrimiento, que han estado escoltados por la policía durante dos años por el temor a las represalias de la familia de Rafael G., han coincidido en que entre las joyas se encontraba un colgante que estaba roto, por lo que pensaron que pudo haber sido arrancado de un tirón.