Del bus ateo a la camiseta de Kanouté

Al jugador del Sevilla le han caído tres mil euros de multa por mostrar una camiseta con la palabra "Palestina", y a casi todo el mundo le parece normal. Un grupo de ciudadanos reúne nueve mil euros para pasear por Barcelona dos autobuses con el mensaje "Probablemente dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida". Las buenas intenciones no casan bien con la publicidad.

(REUTERS)

Ya nadie recuerda la polémica que se suscitó cuando el jugador de fútbol Frédéric Oumar Kanouté se negó a lucir publicidad de una casa de apuestas, alegando que era incompatible con sus creencias religiosas. Finalmente tuvo que ceder, no consta que los sindicatos hicieran mucho por ayudarle, ni que la inspección de trabajo actuara de oficio. Como por otra parte tampoco lo hace frente a los supermercados que obligan a las cajeras y cajeros a llevar un identificador con su nombre en el pecho, aunque atenta contra su intimidad, su dignidad y su libertad, y vulnera de manera flagrante la LORTAD.

Fue precisamente esa camiseta con publicidad de 888.com la que el jugador malí levantó la semana pasada para dejar ver la otra, un gesto que le ha costado medio millón de pesetas de las viejas.

Pero analicemos el hecho como un ejercicio de publicidad, o lo que es lo mismo, como transmisión de un mensaje al máximo de personas, con la mayor eficacia y recordación, con el menor coste en dinero. Desde ese punto de vista, el bueno de Frédéric merecería un premio EFI —son los que valoran la eficacia por encima de la creatividad, los favoritos de los anunciantes— porque su iniciativa ha sido portada en los periódicos, ha abierto la sección de deportes, la más vista, en los informativos de la mayoría de las televisiones, y todo ello por tres mil euros, un presupuesto que a un publicitario no le da ni para buzonear un barrio pequeño. Una lección de humildad para tantos promotores de virales fracasados y campañas de buenrollismo que nunca llegan a ninguna parte.

Por cierto, nos escama que parezca «normal» que la Federación Española de Fútbol pueda imponer sanciones económicas a los jugadores. La multa es un ejercicio sancionador reservado al Estado, como medida de equilibrio para el bien social y la convivencia. Las empresas no imponen multas en metálico a sus trabajadores, tampoco los profesores a sus alumnos. La administración no castiga a los funcionarios metiéndoles la mano en el bolsillo. Sólo se nos ocurre un caso equiparable: los partidos políticos a sus miembros cuando rompen la "disciplina". En ambos casos, el objetivo es anular la libertad de actuar en conciencia. O lo que es lo mismo, la política y el deporte son dos terrenos acotados a las libertades. Preocupante, cuando menos.

El bus ateo

Cambiamos a otro tema, que también ha sido noticia estos días. Leemos en un titular de ABC que "la campaña del bus ateo apenas recauda 9.000 euros en donaciones". No podemos discrepar más de la intencionada redacción, a nosotros nos parece un éxito sin precedentes. Las ideas que no mueven dinero pierden siempre la batalla de la publicidad. Si la Iglesia puede invertir cantidades ingentes de dinero en campañas para promover la equis en su casilla de la declaración, es porque lo rentabiliza con creces. En cambio, esos nueve mil euros habrán salido de donaciones de descreídos ciudadanos que no obtienen ningún beneficio, que a ellos ni siquiera les prometen la salvación eterna a cambio de su aportación.

Alberto Estévez (EFE)

En Barcelona, ya circulan dos autobuses ateos.

Pero el dinero es siempre torpe, y por ello en la eficacia de la iniciativa han sido determinantes precisamente las reacciones de la Alianza Evangélica Española, la Conferencia Española de Religiosos, y hasta el Consejo Pontificio de la Cultura del Vaticano, al entrar al trapo con sus declaraciones y comunicados. Esos han sido los detonantes para que otra vez los medios de comunicación dieran espacio y proyección al Bus ateo.

Son dos casos en que, intencionadamente o no, la inversión no es proporcional a la eficacia. Cuando la publicidad en los medios no está en sus mejores momentos, cuando se cuestiona la rentabilidad de las inserciones de siempre, las agencias de publicidad procuran, sin mucho éxito en casi todos los casos, convertir en noticia lo que no lo es, soñando que algún informativo de televisión pique, y se produzca la tan deseada reacción en cadena en otros medios. Se intenta miles de veces y no sucede casi nunca. Y no nos engañemos: quienes deciden son, una vez más, los telediarios.