Fábula del teclado y del volante (versión californiana)

Algunos se preguntan si los californianos han empezado el año con buen pie o si lo han hecho presa de un tipo actual de locura represiva. El caso es que ya no pueden teclear mientras conducen.

La prohibición lleva desde el 1 de julio.

El castigo es bastante suave: 20 dólares la primera vez y 50 dólares para aquéllos a los que pillan otra vez.

Pero es una prohibición más.

La prohibición de telefonear mientras se conduce había entrado en vigor el 1 de julio. Ha dado lugar a 45.000 recursos…

Entonces, ¿se trata de sentido común? ¿Es algo evidente?

No para todo el mundo. Después de haber escrito hace varios años que eso empezaba a generalizarse en la autopista 280, que une San Francisco y Silicon Valley, vi a un tipo conduciendo (rápido) mientras escribía en el ordenador que se encontraba en el asiento de al lado… visto desde donde yo estaba. Casi fui yo el que tuvo un accidente de tanto que me impresionó.

Y después descubrieron el móvil y, sobre todo, los SMS, que ya es decir.

A eso hay que añadir, como recuerda Bruce Newman en SiliconValley.com, que se elogia siempre la multitarea en este rincón del mundo. Y yo añado que en esta situación, los locos del trabajo y del volante, no tienen muchas razones para molestarse.

Eso podría funcionar para los chavales, y más.

Los padres intranquilos siempre pueden escudarse en la tecnología instalando Textecution en el G1 de sus querubines. La aplicación permite (gracias al GPS) detectar cuando se va rápido y bloquea el texto automáticamente. Mala suerte si se va de pasajero (pero, de todas formas, la aplicación se puede eliminar fácilmente).

Quedan (a modo de moraleja) los propósitos de año nuevo.

Desde que descubrí que la neurociencia "demuestra" que nos cuesta hacer varias cosas a la vez (no es sólo una cuestión de edad, la, la, la) acepto de mejor grado este tipo de prácticas. Cuando no me las impongo yo.

Me permito, de paso, aconsejar a los peatones que no crucen la calle sin mirar, cuando estén inmersos en un diálogo amoroso por SMS (o cuando están absorbidos por lo que leen en su Kindle, por supuesto). Esto les concierne a ellos también.

Y a todos, os deseo un feliz año, no muy sombrío (son los tiempos que corren que lo quieren así) con un poco de humor, mucha curiosidad y algunos placeres no sólo virtuales.